Poeta en el diván

Viernes 07 de agosto de 2015
A sala llena, se presentó en el Museo del Libro y de la Lengua El libro de los divanes de Tamara Kamenszain.
Por Valeria Tentoni.
A cargo de, en este orden, María Moreno, Ariel Schettini y Jorge Baños Orellana, y a sala llena, se presentó el último libro de la poeta y ensayista Tamara Kamenszain, editado por Adriana Hidalgo, en el Auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua.
Moreno leyó parte del prólogo que escribió para la edición, bajo el título “La musa freudiana”: “Con Tamara hemos compartido algunos divanes. Imagino que las impresiones de nuestras espaldas se han mezclado mientras escribíamos en el aire, contra o con el eco de otra mujer. Somos hermanas de una manera extraña: en los divanes no se comparten padres”, comenzó. La autora de El affair Skeffington avanzó agregando elementos como: “Tamara Kamenszain ha escrito, entre divanes, sus libros de poesía. En cada uno ha corregido un poco la novela de su vida y dicho en voz alta borradores de poemas donde la voz del analista quizás haya imaginado una metáfora o, simplemente, no impedido su creación”, o “La vulgata imagina al psicoanálisis como peligroso por arrastrar a la razón funciones oscuras e imágenes ambiguas que solo el misterio preservaría para la poesía. Es exactamente lo contrario, ya que el saber que un poeta saca del diván a la vereda no es el del capital de conocimiento ni el del archivo abierto, sobre seguro, de la novela familiar del neurótico reescrita. Como que el psicoanálisis, la literatura, la teoría y la política son la materia poética de Tamara Kamenszain”.
Ariel Schettini se preguntó: “¿Cuándo se termina de leer un libro de poesía? O mejor dicho, ¿quién tiene potestad sobre el tiempo en un libro de poesía?”, para inaugurar sus palabras, señalando que el tiempo es el tema del libro que se presentaba. “El poema le da al psicoanálisis una posibilidad de decir lo que Freud no hubiera podido decir de otro modo. El poema del poeta con su fantasía es que se la tomó en serio, como el niño el juego, diría Freud, que siempre usa la poesía como coartada para decirnos algo como miren a la verdad cuando habla. La poeta entonces nos libera de la vergüenza del sueño diurno mediante la forma estética. (…) ¿El libro de los divanes, entonces, dice que el psicoanálisis, con sus protocolos, sus sesiones, sus personajes datados, es apenas un instante en la historia de la literatura? ¿O que la literatura es la condición necesaria para que exista el psicoanálisis? ¿O, si quieren, que en las manos ensangrentadas del psicoanálisis la literatura muere o aborta, sesión a sesión, por su propio efecto analítico? Como sea, Tamara usa la sesión como material para la literatura, pero como material crítico”. Se puede pensar, alrededor de estas preguntas, en esa conocida curiosidad del Premio Nobel de Literatura: Romain Rolland nominó, en 1936, a Sigmund Freud para recibirlo —quien tampoco recibió el de medicina.
Jorge Baños Orellana, “el analista de esta mesa”, como lo presentó la autora, se tomó el trabajo de leer en voz alta en su casa el libro completo y concluyó que la duración total aproximada es igual a la de una sesión de psicoanálisis: 40 minutos: “Deliberadamente, o por tener un inconsciente educado en los oficios de la poesía, Tamara Kamenszain narra las peripecias psicoanalíticas de tal forma que captura, al escribirlas, la unidad de tiempo de su objeto”. “Se trata de poesía ensayística”, definió el autor de La novela de Lacan.
La presentación fue dedicada a la memoria de Juana Bignozzi, quien falleció ese mismo día en las primeras horas de la tarde. En la última entrevista que le hicimos en este blog, hace casi un año ya, Bignozzi comentó estaba trabajando en las correcciones de su obra reunida para Adriana Hidalgo, a la que irían a parar sus inéditos después de la salida Las poetas visitan a Andrea del Sarto. “Yo la admiro, la admiraba mucho. Creo que es, era, nuestra más grande poeta pero ojo, no por mujer, no entre las poetas mujeres, no: era nuestra más grande poeta mujer entre todos los poetas”, dijo Kamenszain y leyó también, en su homenaje, un poema en el conjunto de los que seleccionó para compartir al final, antes de un caluroso aplauso.