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Los desafíos de las independientes

Cómo hace una editorial pequeña para intervenir culturalmente y encontrar estabilidad económica. Preocupaciones que se trataron en el tercer encuentro del ciclo "El mercado del libro 2015".

editores

Cerrando el ciclo de charlas con editores "El mercado del libro 2015", Damián Ríos (Blatt & Ríos), Andrés Beláustegui (Páprika) y Hernán Vanoli (Momofuku) compartieron sus experiencias sobre los proyectos independientes que llevan adelante. Aquí la desgrabación de la mesa.

Nacho Damiano: Muchas gracias a los tres por venir y muchas gracias a los que vinieron a escuchar la charla. Hay una frase, ya famosa, que dice que “Desde un punto de vista estricto, editar consiste en convertir un texto en un libro”. Me gustaría saber cómo es ese proceso que va desde que deciden que un texto tiene lo necesario para ser editado hasta que finalmente logran “crear” el artefacto libro.

 

Damián Ríos: Hay una cosa anterior que es cómo conseguís el texto. Nosotros, con Mariano [Blatt], nos definimos básicamente como lectores, además de que los dos también escribimos. Pero por sobre todas las cosas nos gusta hacer libros, vivimos de esto. Ahora, ¿cómo llegamos a los textos? Primero, todo el tiempo estamos atentos, con un grupo cercano de colaboradores, a la literatura contemporánea, argentina pero también universal, siempre en relación a actores que andan dando vueltas cerca nuestro. Antes de Blatt & Ríos, fundamos una empresa que se llama Recursos Editoriales, en la que hacíamos trabajos de edición para otras editoriales, y nos caían algunos trabajos que nos gustaban, que los queríamos editar pero que no podíamos llevar a las editoriales con las que trabajábamos porque Recursos Editoriales estaba pensaba para abastecer de material mainstream a editoriales grandes, y lo que nos gustaba habitualmente respondía a un perfil que no tenía que ver con ese tipo de material. Nos pasó de llevar textos que fueron rechazados, y en otros casos el libro fue finalmente editado pero no nos gustó el resultado final. De ahí nace Blatt & Ríos, de las ganas de empezar a publicar cosas a las que teníamos acceso pero que no lográbamos encontrarles su espacio.

Ahora, con cinco años de Blatt & Ríos en la espalda, ¿cómo se encuentran con lo que editan? ¿Lo buscan, se los acercan?

Damían Ríos: Las dos cosas: buscamos mucho y nos llega mucho. Tratamos de leer, o por lo menos mirar, todo lo que nos llega. Te doy un ejemplo: ahora salió un libro que se llama La poética del asunto, de Federico Merea. A él no lo conocíamos, nos mandó un mail con el libro, lo leyó Mariano y me dijo: “Che, está buenísimo”. Después lo leí yo y también me encantó. Nos pusimos en contacto con él, nos pusimos de acuerdo en el tema tirada, contrato, esas cosas, y lo editamos. Baigorria nos ofreció el material, Strafacce también. En algunos casos sí salimos a buscar algún tipo de libro en especial; ahora vamos a editar a un escritor que se llama Ignacio D’Amore, que publicaba artículos en revistas y los vamos a sacar todos juntos. Es una cosa muy under, pero que nos entusiasma mucho. Ese libro lo fuimos a buscar. Me gusta trabajar en esa zona donde el libro todavía no está hecho, todavía no es propiamente un libro, incluso a veces el autor todavía no es un autor. Crear esas condiciones, hacer devoluciones, comentar el texto, recomendar bibliografía.

¿En el caso de Paprika cómo funciona?

Andrés Beláustegui: Nosotros trabajamos con dos vertientes, porque también hacemos traducciones. Con las traducciones, la idea es buscar libros que tenga sentido traducirlos, editarlos en nuestro idioma y nuestro contexto.

¿Qué significa “que tenga sentido traducirlos”? ¿Es una cuestión de gusto personal o hay algo más operando en esa lógica?

Andrés Beláustegui: Somos tres personas que tenemos visiones diferentes, aunque, obviamente, algunas compartidas. Entonces, quizás uno acerca un posible libro a editar por determinado motivo, y en la discusión van quedando distintos proyectos. Es fundamental la calidad de los libros, pero intervienen los intereses personales de cada uno (que no siempre son los mismos, lo que le aporta mucho a la dinámica de trabajo), y después pensar si el texto nos trasciende a nosotros tres. Nos llegan muchos originales, tres o cuatro por semana, no podemos leer todo, no llegamos, los tres trabajamos de otra cosa. Si vemos que algo nos impacta, a veces pedimos un resumen del libro. También le damos importancia al modo en el que nos llegan, hace que uno le preste más o menos atención.

¿A qué te referís con “el modo” en el que llegan?

Andrés Beláustegui: A la forma de presentarse, a veces llegan recomendados, a veces te das cuenta que no tienen ninguna pertinencia para la editorial, que mandaron a Paprika como mandaron a cualquiera, sin fijarse qué es Paprika, cuál es el perfil, qué se está editando.

¿Cuál es el perfil de Paprika? Visto desde afuera, te diría que en mi opinión se caracteriza por la heterogeneidad.

Andrés Beláustegui: Sí, es un proyecto heterogéneo y nos interesa esa heterogeneidad. Pero nos han llegado libros que quedan afuera incluso de esa heterogeneidad: recuerdo uno que era una biografía de un travesti. Al margen del tema puntual, nosotros no publicamos biografías, no publicamos periodismo, no publicamos cosas contingentes. Entonces, cuando llega ese tipo de material, vos te preguntás: “¿Qué vio en Paprika para mandarlo?”. La respuesta es simple: no vio nada, se lo está mandando a cualquiera. Ese es un caso extremo, pero también a veces nos llegan libros de poesía, y nosotros no publicamos poesía. Y otras veces llega material que desde la forma podría ser pertinente (una novela, por ejemplo), pero la forma de presentación no nos convence y va quedando pendiente. En algún momento se leerá, pero le damos prioridad a otros proyectos.

¿Y ustedes, Hernán?

Hernán Vanoli: Me siento bastante reflejado en lo que dicen Damián y Andrés respecto a cómo se traslada un texto a un libro, nosotros somos dos y tenemos bastante discusión interna y con los autores, les hinchamos bastante, intentamos que cada libro sea una experiencia particular, no es una misma receta que vamos bajando a los diferentes libros, lo cual sería bastante caradura porque recién tenemos siete. Tratamos de ponerle mucha pila al trabajo de pulido y discusión con los autores porque a veces ellos te salen con diferentes planteos y cosas que están buenas y ese intercambio siempre suma. Nosotros descubrimos de qué se trata el catálogo a medida que avanzamos y vamos definiendo un perfil de las cosas que nos interesa publicar. Por suerte nos llegan muchísimas cosas, y a veces no son malas o incluso hasta nos gustan, pero los recursos son muy limitados, lo que nos obliga a elegir muy bien cada uno de nuestros libros, tenemos pocos tiros, es importante pensar cómo cada texto que publicamos va a resignificar lo que ya hicimos, incluso hasta a condicionar lo que vamos a hacer después. Es un trabajo que hacemos con lentitud y discusión y en ese sentido es muy interesante el proceso porque nosotros trabajamos toda la cadena; casi diría que de una manera muy artesanal. Nosotros hacemos todo: plantamos los textos en el InDesing, discutimos las tapas, las contratapas, elegimos las imágenes, el perfil del artista que queremos que esté en cada una de las tapas.

Incluso sacaron uno con dos tapas distintas.

Hernán Vanoli: Sí, salió con dos tapas, fue un experimento porque habíamos sacado bastantes fotos y nos gustaban dos, la dificultad de decidirse hizo que tomemos esa decisión. Pero fue algo específico de ese libro en particular. Lo que te decía es que el diseño de la cubierta de los libros lo pensamos nosotros también, a veces nos emborrachamos un poco y hablamos y hablamos, y se van formando consensos. El plan es ir creciendo en la cantidad de libros por año, y este año hacer más de lo que hicimos el año pasado.

Ahí aparece la dificultad de delegar, ¿no? Porque más allá de los recursos disponibles imagino que el espíritu de la editorial es hacer todo ustedes.

Hernán Vanoli: Sí, es muy difícil porque leemos nosotros, corregimos nosotros, editamos nosotros. Hemos mandado a un corrector, pero muy pocas veces. Nuestro proceso productivo es tan intenso con cada libro que queremos diversificarlo.

Vuelvo a algo que los dos mencionaron un poco por arriba: ¿cuál es el objetivo de una editorial que recién está dando los primeros pasos? ¿A qué apuntan?

Andrés Beláustegui: El primer objetivo era empezar, sacar los libros que teníamos y tratar de que los recursos que generara la editorial nos dieran la posibilidad de seguir editando. Por suerte tuvimos un libro que está funcionando muy bien, que es El último teorema de Fermat, que nos está dando la posibilidad de planificar un poco mejor el año. Este año tenemos planificados seis libros. El objetivo a mediano, largo plazo es ir armando una estructura, este año la incorporamos a Virginia, que nos va a dar una mano en varios sectores de la editorial: la prensa, las redes sociales, las librerías. El primer objetivo es ir solventando eso y después ver cómo podemos seguir.

¿Y los objetivos de Momofuku?

Hernán Vanoli: Nuestro objetivo, como lo que se dice siempre en todo discurso editorial, es doble: cultural y comercial. Yo había tenido una experiencia anterior en Tamarisco, que para mí fue buenísima, todo el trabajo que hacíamos con Félix [Bruzzone], con Sonia [Budassi] y con Violeta [Gorodischer] era súper interesante, pero bueno, al ser cuatro y ser una editorial muy chiquita, era muy difícil que funcionara. Nosotros tenemos un objetivo comercial: invertimos una plata y no queremos estar todo el tiempo invirtiendo plata, queremos un proyecto más o menos estable. Si bien uno sabe que cuando empieza un proyecto de estas características tienen que pasar dos años, más o menos, para que pueda producir una ganancia. Depende mucho de la cantidad de títulos.

Andrés Beláustegui: Y de la velocidad a la que vaya cada uno.

Hernán Vanoli: Sí, un libro como el de ustedes que funcionó un montón te ayuda más que haber publicado tres que funcionaron más o menos.

Pero a priori tienen esa proyección en la cabeza.

Hernán Vanoli: Sí, yo creo que hay que pensarlo así.

Andrés Beláustegui: Sos bastante optimista.

Hernán Vanoli: Por lo menos no perder plata. Por otro lado, a veces me pongo a pensar en lo que hacemos y somos una editorial boutique en el mejor y peor sentido del término.

Vos establecés esa diferencia tripartita entre mega editorial, editorial indie y editorial que se hace la chiquita pero en realidad tiene la forma de trabajar de la grande.

Hernán Vanoli: Somos una editorial boutique muy chiquita, como un negocito de barrio que trata de vender cosas con un diseño, con algo personal. Siento que somos un poco así, pero también pienso en una editorial española que a nosotros nos gusta bastante que es Libros del Asteroide, no sé cómo harán con lo económico, solo sé que me gusta lo que hacen. Me parece que es un poco así el rol del editor como actor cultural, todos los libros que publicamos tienen que decir algo sobre lo que estamos viviendo ahora. No en términos inmediatistas o periodísticos, pero sí estar pensando las relaciones sociales y las cuestiones vinculadas a la tradición argentina. Volviendo al tema de los objetivos, uno trata de que se sostenga económicamente, pero la verdad es que la dimensión del gusto de editar libros en proyectos como el nuestro es súper importante.

Pero si no se sostiene no lo pueden hacer, es una condición de posibilidad.

Andrés Beláustegui: Podés estar poniendo plata todo el tiempo: si contás con los recursos y tenés ganas de destinarlos a eso, buenísimo. En general, cualquiera que empieza un proyecto de este estilo sabe que va a tener que poner. Nosotros, como no tenemos muchos más recursos, aspiramos a que la editorial genere los propios.

Me quedo con una frase de Hernán: decías que tenés “pocos tiros”, que como están arrancando no le podés pifiar. ¿Sienten la presión de que cada uno de los proyectos que encaran está obligado a encaminarse, que tienen poco margen de error?

Andrés Beláustegui: Cuando escuché la frase lo pensé en dos sentidos: por un lado, lo que estás marcando vos, poco margen de error, que los libros funcionen comercialmente para que vuelvan los recursos y poder seguir generando proyectos; pero también en el sentido más cultural y literario, y lo junto con la primera pregunta que hiciste, tenés pocos tiros y recibís mucho material. Hay pocos espacios para publicar. Entre traducciones y libros en español, nosotros vamos a publicar seis libros en todo el año, entonces el que finalmente se edita se tiene que imponer ante las otras opciones.

Damián, ustedes tienen una estructura un poco más grande: ¿cambian los objetivos?

Damián Ríos: El objetivo por supuesto es vivir de lo que hacemos, ahora en esta etapa estamos sacando un dinero de cada libro que publicamos. Además tenemos una colaboradora y editora que se llama Violeta Pastoriza que forma parte del equipo, está part time, le pagamos un suelo, tenemos una estructura. Nosotros publicamos uno o dos libros por mes, entre doce y quince por año. En algún momento hubo que poner plata, pero a esta altura del partido, y gracias a distintas estrategias, estamos auto financiados. Aprovechamos al máximo toda oportunidad de venta: preventas, presentaciones, distintas estrategias de venta directa, ferias, redes sociales. A partir de ciertas experiencias que conocemos de otras partes del mundo, este año, para tener un poco más de fidelidad, decidimos lanzar el Club del libro de Blatt&Ríos, que ya tiene 80 socios más o menos. El socio recibe en su casa seis libros anuales más uno exclusivo para socios a fin de año, gratis. Paga una cuota fija de $150 cada dos meses y se lo llevamos a la casa. Es un paso posterior a la preventa, que fue algo que trabajamos mucho el año pasado. Pero no es sólo una cuestión comercial: los libros del Club Blatt&Ríos son seis por año, y alrededor de eso planificamos todo el año editorial. Como te decía, vamos a sacar entre doce y quince títulos, no sabemos bien cuántos todavía: depende de la caja, de la plata que tengamos en el bolsillo. Somos muy agresivos comercialmente y el Club va en esa dirección.

¿El circuito alternativo de ventas les mueve realmente la aguja?

Damián Ríos: Sí, mucho. Es el día a día de la parte económica.

¿En Paprika cómo manejan la cuestión comercial?

Andrés Beláustegui: Por ahora nos concentramos en armar la estructura más tradicional, con distribuidor. Trabajamos con Galerna que llega a todo el país, nos preocupamos por establecer ese circuito tradicional de librerías, pero estamos armando una página donde vamos a hacer venta directa y lo vamos a asociar al Facebook, con el complemento de la preventa. Pero principalmente nos enfocamos en armar la estructura más clásica porque queríamos tener presencia en librerías, queríamos tener cierto circuito más masivo, más abierto, para salir de nuestro ámbito, para poder llegar a otro público, a lectores que uno no tiene cerca para preguntarle qué le parece o saber lo que le pasa, tratar de trascender eso.

Hernán Vanoli: Nosotros también le damos mucha importancia a todo lo que es la venta directa. Mediante Twitter y Facebook ofrecemos diferentes combos, promociones de lanzamiento, a veces hacemos pre venta, y eso nos funciona no sólo a nivel de poder vender el libro más barato sino, lo que es mejor, nos permite tener un contacto más cara a cara con los lectores, vamos generando grupos, comunidades, nos vamos conectando desde el punto de vista comercial y humano. Después, con respecto a las ferias, yo tengo un matiz, para mí no son tan útiles, nos ha pasado de comernos muchos garrones en eventos donde no vendemos y te quedás toda la tarde ahí, es más lo que uno termina invirtiendo que lo que gana. Pero me parece que es un lugar súper válido, y que esta cuestión de las ferias abarca una pregunta que tiene que ver con la construcción de público, que a mí me interesa mucho.

Además, sospecho que el circuito de distribución en librerías debe ser bastante oligopólico, no debe ser tan fácil para las editoriales chicas entrar en el circuito mainstream.

Hernán Vanoli: La distribución es el gran tema. Para mí los temas son dos: la distribución y el precio del papel. La distribución es un sistema muy complejo porque depende de los libreros, de las librerías, de la cobertura que pueden llegar a tener. Nosotros tendríamos la posibilidad por nuestra nueva forma de distribución de entrar a cadenas de librerías y no entramos por los términos que proponen. Nosotros le pagamos porcentaje a los autores, y el margen que te deja la cadena es mucho menor del que te deja una librería que no sea de cadena.

Andrés Beláustegui: ¿Por el distribuidor?

Hernán Vanoli: Por el distribuidor, pero también por lo que le pide la cadena al distribuidor.

Andrés Beláustegui: Pero el distribuidor te pide un porcentaje X y da lo mismo donde lo distribuya, ¿o no?

Hernán Vanoli: No, si es en cadena te pide un poco más.

Andrés Beláustegui: Con nosotros no es así, a nosotros el distribuidor nos pide un porcentaje, que es altísimo por supuesto, pero lo distribuye en todos lados.

Hernán Vanoli: A nosotros nos pasa eso y es un tema. Igual uno ve las cadenas y ve que también están muy desdibujadas...

Es una pregunta válida: ¿conviene realmente estar en una cadena?

Andrés Beláustegui: A nosotros nos conviene estar en las cadenas. Estamos en Yenny, y un gran porcentaje de nuestra venta sale de ahí, eso es innegable. El distribuidor nos pide el 60%, es el porcentaje estándar, y nos distribuye en todos lados. Pero nos sirve estar ahí por visibilidad y por nuestra aspiración de trascender a otros públicos, de hecho te diría que, con respecto a esto último, es casi un requisito.

Hernán, ¿preferís no estar en la cadena?

Hernán Vanoli: La distribución es un tema muy complejo que no se da sólo en el libro y en volúmenes de libros relativamente chicos como los que manejamos nosotros sino que se da en toda la industria cultural. La cuestión de las cadenas y del precio del papel son dos temas que afectan a actividades como las nuestras, y nunca se termina de hacer nada con eso. Uno puede hacer 20 mil mesas redondas en el Encuentro de la Palabra pero si no se discuten esos dos temas, no sé si sirve de mucho.

Bueno, la Ley del Libro está cajoneada.

Andrés Beláustegui: Súper cajoneada. Y con la distribución también hay una complejidad intrínseca de Argentina: es un país muy grande, con poca población y encima concentrada en Buenos Aires, con librerías en todos lados. Se estima que Argentina tiene 2000 librerías. Un país como Brasil, que es mucho más grande, tiene 800: eso hace que sea un negocio poco rentable desde la logística, en Argentina la logística es muy cara porque es difícil llegar a todos lados. Cuando le planteás al distribuidor: “¿Cómo me cobrás el 60%? Es muchísimo”, el tipo te explica: “Tengo que mandar camiones a todo el país, me sale una fortuna”. Además, Yenny, por ejemplo, que es uno de los jugadores principales, te obliga pagar el envío y a pagar de nuevo si hay devolución. Pero al margen, mientras no mejore la infraestructura del país, que ya está totalmente afuera del ámbito cultural, es muy difícil solucionar el tema de la distribución.

¿Otro tipo de modelo es impensable?

Andrés Beláustegui: No, hay otros modelos, quizás incluso más rentables: enfocarse en pequeñas tiradas, vender uno a uno, hacer pequeñas acciones. Probablemente, si uno tiene el tiempo y le encuentra la vuelta, eso funcione mejor.

Damián, ustedes tienen un sistema mixto.

Damián Ríos: Sí, hacemos las dos cosas. En cadenas estamos con algún libro en particular, depende del caso. Pero cuando editamos poesía, por ejemplo directamente llega y te la devuelven, no les interesa, ni lo piensan. Entonces, preferimos hacer acciones más locales, en Mar del Plata, por ejemplo, trabajamos con una chica que tiene una librería virtual y nos funciona muy bien, en Córdoba algo parecido, en Tucumán también. Aprovechamos mucho los viajes, afortunadamente nos invitan mucho por diferentes cosas y vamos con libros. Es raro que hagamos un viaje sin una caja de libros para llevar o hacer una presentación.

En eso disentís con Hernán, a ustedes la feria sí les sirve.

Damián Ríos: Sí. Nosotros hacemos una feria junto con Mansalva y otras editoriales que es bimestral, y le ponemos mucha pila al evento, entonces la gente que va, va a comprar libros, y nos funciona por eso. Hemos tenido otras ferias más pobres, es verdad, a veces la feria es un garrón. El caso de la FLIA, en un momento estaba bien, pero después se desdibujó, ahora no sé bien qué hacen, venden ropa. Entonces hay que saber bien a qué feria vas: si mi libro va a estar entre un stand de sahumerios y otro de origamis, no me va a servir.

Lo de ustedes es muy particular, porque van a ferias under, por denominarlas de algún modo, pero también van a Gaudalajara.

Damián Ríos: Sí, hacemos todo, hay que estar en todos lados. No sé si nos va a salir bien, por ahora viene bien.

Andrés Beláustegui: Lo de las ferias es raro. Nosotros estuvimos en la feria La Tribu, teníamos un solo título, vendimos 15 libros y creo que fue el más vendido de la feria.

Entonces tiene razón Hernán: si quince títulos es el libro más vendido de la feria, la feria mucho no te mueve.

Andrés Beláustegui: Pero había otras editoriales que no vendieron 15 de un solo título pero vendieron 100, porque tenían 20 o 30 títulos. Ahora estamos con la experiencia de Encuentro de la Palabra y no pasa nada, se vende muy poco, va gente pero no a comprar libros, va a otra cosa, a los shows, a los encuentros, a los cafés literarios.

Damián Ríos: En las ferias a lo sumo se puede tomar una cerveza: vender libros y tomar cerveza, nada más; no quiero un poeta leyendo, una instalación, no quiero nada. Quiero que la gente compre. Nosotros le ponemos mucha pila a cada feria que hacemos pero elegimos a cuál vamos. En Tecnópolis estamos, pero sabíamos que no iba a funcionar, no es un público de libros, no es la Feria del libro.

¿En la Feria del libro están?

Damián Ríos: Estamos en el stand de Waldhuter, que tiene un sector para cada editorial que distribuye. A futuro, para el año que viene o para 2017, queremos tener un stand aunque sea compartido.

Andrés Beláustegui: Nosotros estamos en un stand compartido que se llama Sólidos platónicos, que estuvo el año pasado y funcionó muy bien. La idea es hacer algo similar a los Siete logos, que fueron un poco precursores en ese sentido y crecieron un montón, son editoriales muchísimo más grandes que las de Sólidos platónicos. La idea es simple pero buena: juntarse con editoriales chiquitas, solventar los costos del canon, de la construcción del stand, de la persona que atiende entre todos y compartir ese espacio. Los resultados son muy positivos.

¿Hay proyectos compartidos con otras editoriales más allá de los gastos de punto de venta en espacios como la Feria del libro?

Hernán Vanoli: Nosotros estamos haciendo cosas muy interesantes con Montacerdos de Chile: les cedemos los derechos de algún libro de nuestro catálogo y ellos hacen lo mismo con uno de ellos. Eso es súper rico. Y en lo cotidiano, uno habla con colegas y salen cosas muy interesantes. Espacios como este en el que podemos intercambiar ideas con Damián y con Andrés son muy importantes. En ese sentido, en todo lo que es América latina están pasando cosas, nosotros ahora estamos por sacar a un autor mexicano que se llama Federico Guzmán Rubio, e intercambiando charlamos un poco sobre el panorama editorial, y a nosotros nos parece que muchas veces, por la lógica de las grandes corporaciones editoriales, ellas necesitan fragmentar, que cada país tenga una unidad de negocios que sea responsable de su balance, y eso impide la circulación. En las editoriales más pequeñas como la nuestra existe una oportunidad de que esos autores latinoamericanos circulen por nuestros catálogos a través de intercambios, de arreglos, incluso de sugerencias. Me parece que ahí hay algo que se está armando, y desde una perspectiva con un catálogo que puede correr más riesgos que las editoriales independientes españolas por ejemplo, que las veo un poco achanchadas. Me parece que ahí hay una oportunidad para nosotros como editores.

Nos queda poco tiempo. La última: ¿qué van a ofrecer sus editoriales este 2015?

Damiá Ríos: Nuestra gran apuesta es lo del Club de Blatt&Ríos. Vamos a sacar el de Ignacio D’Amore, vamos a reeditar El cielo de Boedo, un gran poema de largo aliento, que el autor lo escribió durante un año de contemplación del cielo, mirando y anotando, es un poema bellísimo, de una escritura bellísima que tuvo una edición hace unos 10 años. Vamos a sacar Once Sur, de Cecilia Pavón, una novela de Cucurto que tuvo una edición en Eloisa Cartonera en el 2001, una colección de crónicas de Marta Lopetegui, que es un libro de crónicas trotskistas que nos gusta muchísimo. Otro de Gonzalo León: una novela que se llama Manual para tartamudos. Seguro se me escapa alguno.

Andrés Beláustegui: Por ahora tenemos cinco títulos confirmados. El primero se llama Chica de oficina, es de un escritor norteamericano que se llama Joe Meno, que es un libro que me gusta mucho. Es un autor que tiene seis o siete libros y es la primera vez que se lo va a traducir al español. Es una historia de amor de dos jóvenes en Chicago, que se conocen en un call center y tienen aspiraciones artísticas y van circulando por la ciudad en bicicleta. Después, tenemos el libro del portorriqueño Luis Negrón, es un libro de cuentos de temática gay, son todas historias que suceden en Puerto Rico, algunos cuentos son impresionantes. Después vamos a publicar una novela inédita de Marcelo Cohen que se llama Algo más, estamos muy contentos con esa novela, son dos personajes que van realizando acciones político-culturales para intervenir en la realidad y está llena de peripecias, una acción detrás de otra, es una novela muy linda. Uno que es una joyita es El peregrino, un libro de no ficción sobre halcones peregrinos, escrito por un autor inglés que estuvo observando 10 años a un grupo de halcones peregrinos. La traducción es de Marcelo Cohen y es preciosa porque es un libro muy lírico, de mucha introspección y de una obsesión muy grande por la vida de esos halcones. Es un libro que Herzog recomienda para cualquier documentalista. También vamos a publicar Los electrocutados de JP Zooey, es una novela que se publicó en España hace unos años y que no circuló mucho en Argentina. Una de las cosas que nos interesa es ampliar los públicos lectores, de ese libro acá llegaron 50 ejemplares y se leyó mucho en nuestro ámbito, pero no circuló más.

Hernán Vanoli: Nosotros acabamos de sacar Aleksandr Solzhenitsyn, que es una novela de Lola Copacabana, que recomiendo muy especialmente. Después estamos por sacar una novela larga que se llama Será mañana, de Federico Guzmán Rubio, que tiene como un diálogo con una gran novela latinoamericana y todo el tema de la revolución, que a mí personalmente me emociona bastante, y tiene mucho humor, está muy bien escrita, estamos muy contentos con ese libro. También tenemos en carpeta un libro de cuentos que lo está traduciendo Lola, que se llama Bebé y otros cuentos, de una autora norteamericana, es nuestra primera traducción. Ella trabaja muy bien todo lo que es la dimensión afectiva y la relación de la paternidad y la maternidad, con un tratamiento muy contemporáneo. A veces uno lee un libro y dice “en algún momento me gustaría publicar esto” sin imaginarse lo que puede llegar a suceder, y bueno, sucedió. Estamos trabajando también en un ensayo, que es una línea que estamos inaugurando con este título, que se llama provisoriamente Los infames pero estamos todavía debatiéndolo con el autor que es Maximiliano Crespi. Es un ensayo sobre literatura argentina contemporánea, para los que hayan leído la Literatura de izquierda de Tabarovsky les cuento que tiene muchas tensiones con ese libro y es para pensar algunas dimensiones políticas de la narrativa argentina contemporánea que nos parece que vale la pena que sea leído y discutido. Después hay otros proyectos dando vueltas pero todavía no firmamos los contratos, así que no los quiero quemar.

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Martes 17 de febrero de 2009
Lo que viene: Mondadori, Lumen, Debate

El año editorial está comenzando y promete importantes lanzamientos. Nos propusimos ir a las diferentes editoriales para que nos cuenten con qué nos vamos a encontrar en las mesas de novedades durante los próximos meses.

El primero en responder fue Luis Diego Fernández, de Editorial Random House Mondadori.

novedades mondadori

¿Qué títulos (novedades, reediciones) tienen previstos para este año?

Tenemos un año muy fuerte en la división literaria de Random House Mondadori. Ya en Febrero comenzamos con Otros Colores de Pamuk (Mondadori) y Cuentos Europeos de Doris Lessing (Lumen). Particularmente, en Mondadori, en el curso del año publicaremos la nueva novela de Philip Roth, Indignación y, más adelante, una novela breve satírica titulada Nuestra Pandilla. Lanzaremos la colección Roja & Negra -destinada al policial negro- dirigida por Rodrigo Fresán, cuyos primeros títulos saldrán en abril. Además, lanzaremos en un pack en DeBols!llo la Trilogía Involuntaria de Mario Levrero. Editaremos las nuevas novelas de dos Premio Nóbel: Coetzee (Tierras de Poniente) y Pamuk (El Museo de la Inocencia).

En la línea local, editaremos Realidad de Sergio Bizzio y Autobiografía médica de Damián Tabarovsky, y dos nuevas novelas de Leo Oyola y Juan Terranova. Finalmente, en el sello Reservoir Books comenzaremos a editar novela gráfica, entre otros títulos, Breakdowns de Art Spiegelmann. Y hacia fin de año un ensayo en Debate sobre García Márquez de Gerald Martin.

Será un año muy fuerte para Lumen también. Con la política de reediciones, redescubrimientos o relanzamientos que caracteriza al sello publicaremos El desfile final de Ford Maddox Ford, los Cuentos escogidos de Mujica Láinez, Entre Actos de Virginia Woolf -con prólogo de Luis Chitarroni. En sintonía con la era Obama, editaremos la nueva novela de la afroamericana Toni Morrison, Una bendición. También realizaremos una importación de buena parte del catálogo de Mondadori, Lumen, Caballo de Troya -el sello más experimental de RHM- y la línea literaria de DeBols!llo.

¿A qué nuevo autor hay que prestarle atención?

Lush Life de Richard Price. Cineclub de David Gilmour. Todos los autores de la Colección Roja & Negra.

Martes 24 de febrero de 2009
Lo que viene: Entropía

¿Qué novedades podemos esperar en 2009? Esta semana responde Juan Manuel Nadalini de Editorial Entropía:

novedades entropía

¿Qué títulos (novedades, reediciones) tienen previstos para este año?

Aunque la fecha que figura en la página de legales nos contradiga, bien podríamos decir que el año entrópico empezó con la insoslayable ópera prima de Pola Oloixarac: Las teorías salvajes (potente novela que todavía es una novedad en las bateas y que recién empieza a cosechar críticas y comentarios de diverso calibre). O, desafiando aun más el fetichismo calendario, por qué no, con Bizarra, el desmedido volumen (seiscientas páginas) con la obra teatral en diez episodios de Rafael Spregelburd, que llegó a las librerías hace apenas unas semanas.

Ahora bien, en cuanto a las novedades del resto del 2009, la cosa será más o menos así (hago un punteo desordenado y para nada exhaustivo):

1. Publicaremos, apenas despunte marzo, nuestra primera traducción: Conquista de lo inútil, de Werner Herzog, padre de la cinematografía alemana de posguerra y -desde ya- escritor de una notable sensibilidad. Conquista de lo inútil, que saldrá en este caso con un elocuente e inequívoco subtítulo ("Diarios de la filmación de Fitzcarraldo"), fue traducido por Ariel Magnus.

2. Acto seguido, ganará las estanterías Manigua (una novela swahili), de Carlos Ríos, breve e hipnótica ficción escrita en un estilo que bien podría ser definido como realismo desencajado. Interesantísimo trabajo sobre el lenguaje y sus intersticios.

3. Afianzaremos nuestro catálogo de narrativa con segundos libros de varios autores de la casa. En este caso, novelas. Por ejemplo: Romina Paula (con su opus Agosto, finalista del Premio Página/12), Ignacio Molina (con la por ahora titulada Los modos de ganarse la vida), y Gonzalo Castro y Sebastián Martínez Daniell, dos pioneros del sello, con sendas novelas aún sin título confesable.

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