Escribir como una necesidad primaria

Jueves 18 de diciembre de 2014
Leonardo Oyola participó del ciclo “Los especialistas” en la librería.
Entrevista: Nacho Damiano.
Leonardo Oyola, autor de Hacé que la noche venga, Chamamé, Kryptonita (elegido libro de 2012 en Eterna Cadencia) y de novelas infantiles como Bolonqui y Sopapo, fue el último invitado del año en el ciclo “Los especialistas” que organiza Nacho Damiano. Por qué escribe, cómo usa los géneros, qué le dan los libros. La relación con lo autobiográfico y la exposición personal. Sobre todos estos temas habla en esta entrevista imperdible.
Nacho Damiano: Gracias por venir. Esta la tuve que militar, nos costó mucho encontrar el momento para armar la mesa.
Leo Oyola: Sí, como dice Nacho venimos desde mayo viendo cuándo lo hacíamos. Me bancó bastante porque más de una vez lo colgué, lisa y llanamente por el tema dinero: me ofrecían alguna cosa que me pagaban. Y este año anduve con la mochila incorporada.
Eso es parte del laburo.
Sí. Ojo, que me siento muy agradecido porque está bárbaro, pero uno a veces quisiera que estuviera más dosificado.
Claro, que sea más trabajo trabajo y menos este tipo de presentaciones…
No, eso está todo bárbaro.
En esta entrevista vamos a hablar mucho del oficio: es una entrevista sobre cómo se trabaja, sobre el oficio del escritor. Suelo comenzar con una pregunta que parece una estupidez, y en cierto sentido lo es, pero que dispara un montón de cosas que después sirven para repreguntar y meternos en la forma en que laburás. ¿Por qué escribís?
La pregunta de examen. Cuando se te instala ya no se va, se convierte en una necesidad primaria. Una vez escuché a un colega francés, me había parecido ordinario, una falta de respeto pero creo que había sido muy honesto y visceral cuando dijo que es lo mismo que ir al baño. Algo que el cuerpo no puede evitar. Los que estamos acá, primero empezamos a leer mucho, nos encantó el tema, y después cada uno tuvo su acceso a la escritura. En mi caso jamás podría haberme dedicado a escribir de lleno —a escribir ficción, ¿no?— si no hubiera pasado por lo de mi maestro, Laiseca. El grupo que tuve en suerte en tener, el primer grupo, y todas las cosas que derivó de eso. Las cosas que se fueron dando como cuando uno escribe una novela. Que son muchas de ese momento, del azar, de las cosas que nos van pasando y eso va contaminando, pregnando la ficción.
En tu escritura se nota mucho por dónde entra la realidad, dentro de tu género, tu estilo. Hay gente que está más separada: deliberadamente la línea entre lo que escribe, lo que trabaja y lo que vive es muy grande. Vos, me parece, le abrís una ventana importante.
Sí, pero también son momentos, hace poco cuando me reeditaron El tigre harapiento, yo pensaba —y eso siempre es como cuando tenés el diario del lunes— que tanto El Tigre como Hacé que la noche venga, las escribí viviendo en el Oeste y que el grueso de las temáticas de mis otras novelas, ya viviendo en Capital, fueron de allá: tenía que tener esa distancia, no solamente física. Hubiera sido algo amargo, si no. El tema de escribir lo veo como un laburo, me considero un laburante, pero me da mucho placer. Por ahí estando allá, los mundos de El tigre harapiento y de Hace que la noche venga eran más fantasiosos o ficticios porque me daba placer cranearlos así, pero después busqué el asidero de verdad en las experiencias del Oeste para producir la ficción.
¿Tienen que decantar las cosas para poder escribirlas?
Yo creo que tiene que tener un delay. Acá hay toda una tradición de gente muy buena que lo puede capturar en el momento; nosotros, los que escribimos ficción necesitamos, no sólo por el tema del proceso de maceración, si no para podernos alejar de eso, del hecho verídico, de la realidad....
¿Alejar en qué sentido? ¿Sentimentalmente incluso no?
No te digo faltarle el respeto, pero más o menos. Había una sección en una revista que querían ficcionalizar hechos policiales, y a mí me ofrecieron hacer algo de los Pomar, a los diez días de desaparecidos ellos.
¿Todavía no habían aparecido?
No habían aparecido los cuerpos, habían un montón de hipótesis.
Además que se dijeron cosas terribles, que el padre violaba a la nena.
Todo tremendo lo que pasó es para otro debate. Me parecía que ni a palos en ese momento lo podía hacer porque estaba jugando con algo que… De todas las cosas terribles que están en el caso, una de las que me quedaron tatuadas es el dolor de la madre de ella.
De la abuela.
La mina destrozada dijo “yo creí que lo estaban buscando”. Yo creí. Tenía esperanza, creyó en una institución corrupta. Según una de las hipótesis que se manejan off the record, la mujer del comisario del pueblo los chocó manejando el patrullero, porque dicen que la señora se hacía la linda así, y los chocó y los dejaron así. De hecho al tipo que los encontró a ellos le dieron una paliza.
Estaban donde tenían que estar. La primera hipótesis es que estaban donde finalmente aparecieron.
Seguro. Aparte hay testimonios de pasajeros que lo habían visto desde el micro y todos se hicieron los salames con eso. Ella aguantó, él murió en el acto, los chicos también. Es muy terrible, es escabroso, todo. Pero para hacer ficción de eso, a mí el editor me agarró y me dice “vos por cómo trabajás con los santos populares y esas cosas...”. Vos fijate el tipo, en su necesidad y lo que necesitaba ahí en caliente, algo veía. Me decía “ahí tenemos una difunta correa”, que es lo que pasó. Pero en el momento me parecía terrible, no podía. Y me ofrecían muy buena plata no sólo porque el tema era candente si no por el dead line, lo que tenías que hacer, todo, y ni siquiera era una cuestión ética si no que yo sabía que no iba a poder.
Mencionabas el tema del diario del lunes, ¿para poder escribir algo tenés que tener el diario del lunes?
Hoy podría hacer una ficción de eso, alejarme del axioma de la difunta Correa, que si bien es algo que me hubiera interesado ver, e ir por el lado de la mujer del comisario, ir por otra cosa, tomarlo. Más cuando es un relato. Porque, la verdad, todo lo que pasó ahí, encubrimiento, todas las cosas, da para una novela. Algo parecido me pasó cuando me convocaron para Infraganti, para la antología de ficcionalizar casos policiales, y yo no puede elegir. Me convocaron último y me dieron el motín de Sierra Chica. Yo ya tenía un motín en Chamamé, no quería que fuera similar. Obviamente el motín de Sierra Chica y los doce apóstoles tiene unas características que lo vuelven, lamentablemente, muy extraordinario. Fue empezar a investigar, había mucha data, muchas cosas y de ahí ir concentrándote en algo. En antologador, que es un colega, Diego Grillo Turba, y también la editorial, me pedían que incluyera alguno de los otros hechos que habían hecho durante el motín. Y yo les decía que eso era para una novela, pero como relato me tenía que concentrar sólo en uno. A mí me tiraron un dato que nunca me animé a corroborar, pero me parecía que era muy tremendo, que una de las mujeres de ellos tiene un delivery de empanadas que le puso Los doce apóstoles.
Como estrategia de marketing no es mala.
No, pero es tenebrosa. Dale, comé algo.
No pidas de carne. Me quedo con una cosa que dijiste, que es la diferencia de trabajar más en el palo de la crónica para publicar en un diario y todo. Tenés que tener mucho más cuidado con lo que decís. La ficción te permite otras libertades. Hoy en día lo de la mujer del comisario... la ficción te permite también libertades.
Parece que también hay muchas fantasías con el tema del escritor y con el asunto del compromiso con lo social y te van a buscar y esas cosas. Obvio, donde me parece que les jode a ellos es donde es actual y donde ven que hay una repercusión masiva de la que habla todo el mundo. El tema de la ficción va para otro lado, y aún así encontrás cositas. En El tigre harapiento utilicé un par de casos que eran de la época, que eran reales, que había encontrado en la hemeroteca, y me escribió un nieto, de uno de los nombres que yo puse ahí.
El nombre real.
Usaba los nombres reales de los casos, de todos. Y el tipo me dijo que para la familia de él siempre había sido una vergüenza eso que pasó. Y me pidió que si alguna vez lo reeditaban al libro que por favor le cambie el nombre, y cuando salió la edición de Punto de Lectura, lo hice de cabeza porque me parecía que era un pedido mucho más atendible, que no me modificaba la trama para nada. Le cambié nombre y apellido. Pero me parece que era un pedido justo. Qué se yo, uno no sabe los botones que está tocando. Cuando surgió la posibilidad de editarlo lo hice instantáneo. Y harán como cinco años de ese mail.
Hay una diferencia entre escribir e ir a talleres, supongo que todos los que estamos acá los hicimos pero ¿cuándo supiste que ibas a ser escritor? No es lo mismo ir a un taller, escribir en tu casa, o tener un grupo incluso de pertenencia con el cual te pasás textos, que ser un escritor.
Creo que son momentos y que son simbólicos, son decisiones. Cuando hice el cambio de domicilio acá y me pidieron poner profesión puse escritor y estaban dos, el policía bueno y el policía malo. Uno era “dale boludo”, y el otro era “qué bueno...”.
¿Qué tenías publicado hasta ahí? ¿El tigre harapiento y qué más?
Y Chamamé. Y el primer viaje que hago a España, y que voy también por Chamamé, cuando llené los formularios esos en la aduana, también puse escritor y de esa vuelta siempre fue poner escritor pero sin ningún tipo de soberbia. Porque considero que es lo que soy, desde el 2006, ya tengo 41, a otra cosa no creo que me dedique. Estaba acostumbrado a vivir con poco y en otras condiciones, entonces me siento muy afortunado de poder vivir de esto.
Mucha gente dice que no podría hacer otra cosa.
Yo ya tengo un prontuario y ya sé en qué soy habilidoso y en qué no. Dos cosas nada más, escribir y tener paciencia. Pero después ya estoy grande para hacer algún deporte, también para entrar a Master Chef.
No sabés...
Tampoco, es de una exposición la tele que es un tema. Tenía una mujer que me quería mandar a Pulsaciones porque decía que yo era rápido y ni a palos. No le copó para nada. Ella se enojó y es algo que después puse en Kriptonita. Porque ella me quería anotar a todas cosas tipo Pulsaciones, y yo le dije que ni en pedo, y justo estaba este canal Uniseries, y hacían lo de Carozo y Narizota, la revancha, y yo les escribí una carta y quedé como finalista para que viniera Carozo a mi casa. Y la otra me mandó a cagar, me dice “Pelotudo, pudiendo ir a Pulsaciones por guita, Carozo te viene con alfajores Balcarce nada más y encima tenés que poner vos la casa”.
¿Qué rol juega el lector en tu escritura? Acá podemos hacer la gran diferencia porque vos tenés dos novelas infantiles, juveniles, como quisiéramos llamarla, después va a haber una pregunta más específica, pero son lectores hiper diferentes. ¿Vos tenés una idea de lector en la cabeza cuando estás trabajando?
No, lo que no quiere decir que no piense en el lector. No tengo un lector específico que digo edad, sexo, una cosa así. Sí lo que pienso cuando escribo, y cuando el texto me genera sentimientos y me genera algo, espero que esté ese feedback con la gente cuando lo lea.
¿O sea que de algún modo tu lector sos vos, vos sos tu filtro?
No sé si tanto porque lo más interesante de la escritura es cuando te empezás a desdoblar. Si le prestás muchas cosas de tus vivencias a las situaciones, a los personajes, a todo pero después los empezás a sentir a ellos y ellos toman decisiones que no son las mismas que las tuyas. Incluso hasta ciertas citas que yo pongo, que creo que hacen más a la situación, al personaje que a mi gusto, pero voy para ese lado. igual sí me hago cargo de mi gusto ochentoso, de las baladas latinas.
Las citas que ponés son citas que a priori las tenés que conocer.
Cuando uno escribe se está desnudando, está mostrando cosas. Hacerse cargo de esas cosas que te hicieron felices con poco o cosas así y decir sí, bueno, es muy fácil defender a..., ni siquiera defender, quitar el cine de casa, quitar otras cosas. La otra vez me comentaba un conocido que hace los exámenes de ingreso a una institución de cine, y dice “pibe nacido en los 90 que viene a mí me dice «no, no, para mí Fellini» enseguida sé que me está mintiendo”, tenés que decir Jurasic Park, tenés que decir esas películas que fueron populares, sabés que te tocaron la fibra y que vos entraste después a las otras películas por otro lado. Porque también necesitás encontrarte en la vida con otro conocimiento previo, con una búsqueda y todo así
Además sospecho que para sacarle el verdadero jugo a esas cosas tenés que entrar por otro lado. Nadie empieza a leer por El Quijote.
Bueno, pero eso es un grave error en los programas y que se tienen que revisar. Hay otras cosas que ahora se están haciendo piolas y que ahí lo enganchan los chicos de otro lado. Me contaban profes en el oeste que dan primero El guacho martín fierro, de Oscar Fariña, y que después dan Martín fierro. Los profes corren un riesgo porque nunca va a faltar el padre que te diga “ahí hay una mala palabra, ahí hay un dibujo porno”.
Claro, no se dan cuenta que si no fuera mediante ese libro al Martín Fierro no entran nunca.
Y después es fantástica la respuesta de los pibes, porque entienden, y hacen el procedimiento inverso que hizo Fariña De decir “yo lo actualizo y lo pongo en un pibe chorro”, y el pibe cuando después lee el Martín Fierro dice “y bueno, era un marginal, era pobre, le tocó perder”.
Bueno, algo ya hablamos pero me interesa profundizar más. Tu literatura tiene una relación muy directa con el cine y la cultura popular. Hablamos de los santos. Con la música también. No me acuerdo cual es pero habla todo el tiempo del truco. ¿Creo que es Bolonqui? Que cada nombre de capítulos tiene una relación directa con el truco. ¿Cómo influyen este tipo de manifestaciones, del arte y la cultura popular, en la escritura y en tu vida? ¿Podría decirse que te van marcando?
No, ya quedaste tajeado desde el momento en que te conmovieron. Desde esa primera vez que empezaste a sentir o a ver y eso. A mí me gusta, con el tema de las novelas, porque si no me disperso mucho, tener índice. La mayoría de las veces lo que hice fue que formara la letra de una canción. Generalmente de una banda de los ‘80 y de heavy metal, sacando a Sopapo que es el cover que hacía Don Johnson, pero bueno, porque esa me propuse que fuera.
¿Cuál es la de Sopapo? No la había sacado.
“Dilo tal como es”. Que es un gran verso el comienzo ese. “Si lo que querés es jugar andá y comprate un juguete”. Me parecía que en la boca de un nene era hermoso, diciéndoselo a la primera mujer de la que se enamora, cambiarle ese sentido. Y Bolonqui, ese fue un laburo muy lindo de los editores que me convocaron para esa colección me habían dicho que me tenían fe para que escribiera así. Estuvo bárbaro porque no me pusieron límites. Después se sentaron conmigo y me dijeron “mirá”. Y yo lo entendía porque no era un proyecto mio de entrada. Me parecía que yo aprendía laburado eso y me dio muchas alegrías.
¿La literatura infantil y juvenil te vino como proyecto que te armaron?
Si yo me pongo a pensar que estoy escribiendo infantil y esas cosas... Estás escribiendo y punto. Por ahí me hago cargo de que me considero un escritor de policiales y por el laburo y esas cosas puedo permitir ir a otro lado. Pero he arrancado queriendo hacer una novela de terror y terminó siendo un policial. He arrancado queriendo hacer otras cosas.
Es realmente distinto, Aunque sea desde el registro.
Sí, era realmente divertirme. En el caso específico de Bolonqui, que después fuimos podando y todo, yo quería contar todas las cagadas a palos que tuve en mi vida. Ahora justo el año que viene me van a editar mis cuentos autobiográficos en el Uruguay. Me hice cargo de eso y le gustó al editor. El título va a ser Nunca corrí, siempre cobré. Tenía que ver con eso, que uno a veces se hacía el guapo y te llenaban de... Y después no quedó nada de esas palizas. Fue más que nada encontrar cómo peleaban ellos, cómo empezaban los personajes. Pero conservé la última cagada a palos que yo tuve importante y de ahí salió el asunto para que el índice fuera el partido de truco, porque estaba ahí jugando al truco cuando estaba en las malas y me tocaba el pica pica con un pibe de 17 años que me venía gastando y a último momento lo di vuelta al partido y lo gané y lo gasté yo al pibe y el pibe era jovencito pero se quedó con bronca y se quedó llorando y nada, me vino a querer buscar, y como era pibe yo lo sobré. Le pegué, que no se tiene que hacer eso, pegarle cachetada a un hombre porque es peor. Además esto, por favor, estamos hablando bien cavernícola, le pegué y le di un revés y le dije “bueno nene calmate”, y el pibe llorando y moqueando me dio una paliza tremenda. Me empezó a tirar mano y yo era “bueno, listo, tranquilo, uy, uy”, y cuando me di cuenta era un sketch de La pistola desnuda, yo estaba tirado en el piso, hecho mierda, todo lo que tenía que ser al revés. Evocando eso, que después no me salió para los trucos, lo que quería hacer, dije “no, está bueno que forme un partido de truco”. Y fue muy loco porque fui a más de un colegio, y me dijeron tanto alumnos como alumnas que “aprendía jugar al truco para entender”.
Es lo que te iba a decir, le estás metiendo a los pibes algo que no tenían en la cabeza, porque para un chico no es tan común.
Sí, es como el dibujito del gusanito del juego, que estás todo el día. Yo no volví a jugar al truco porque se me aflojan todos los dientes de acordarme la paliza que me dio el borrego. Que te peguen así. En las fotos me ves serio pero es porque no quiero mostrar que me faltan los dientes. Y es eso, el último me lo sacó el borrego este.
Me interesa mucho esto que me decís que empezás por el indice en las novelas. Contame un poco mejor el proceso.
No es que de una arrancás, me encapriché y digo esto que aquello, es como que vas probando, vas viendo, Todos esto arrancó cuando empecé a escribir Chamamé que me molestaba eso de que la escribía en un locutorio, y antes boludeaba en Internet, y recién había descubierto Youtube y toda la historia, me fascinaba ver las letras de las canciones subtituladas. Decía “qué hijo de puta, es una mierda la letra”, uno pensaba que decía otra cosa. U otras que me parecían que eran muy bonitas. Y después me vino ese mambo que decía “está bueno pensar que si la cantaran los personajes”, que eso también se me juntó porque había leído, cuando nos mandaron galeras de una antología que estábamos juntos, de Federico Falco, que hizo como una opereta con el violador serial de Córdoba, y decía “doy el violador serial” y se salía totalmente de registro, el personaje sórdido, y a cantar. Y yo decía “qué loco ese tema”, si los personajes se pusieran a cantar lo que cantarían y cómo cobra otro sentido la letra. Y fue encontrar la letra. A veces es el primer verso y verlo en el personaje. Otras veces es el estribillo. En Kriptonita el estribillo, por eso me permití modificarle un poco los otros versos. Hay otras que las dejé tal cual como están. Ahora la que estoy laburando, en Ultratumbra estuve tirando un par de canciones pero cuando llegué a esa de Queen dije “no”. Aparte me voy a correr, es una ida difícil. Y, si bien en la novela hay zombies, es un motín en una unidad penitenciaria femenina y toda la bola, para mí básicamente es una novela sobre la historia de una separación entre dos amantes. Y que la presa cantara esa primera línea de Mercury, que ni siquiera es de la canción, si no que están tomando de una ópera. Me comentaron que el tipo dice “no quiero mi libertad, de qué me sirve si tengo el corazón roto”
No hay razón para vivir sin un corazón roto.
Claro, eso en la boca de alguien privado de su libertad me parecía tremendo. Era el pulso que me marcaba para escribir la canción y pensarla así. Y pasa eso, que también cuando laburás los capítulos yo pienso que tienen que sonar como una canción, pero de ahí a que después uno pueda encontrar esa canción yo todas las cosas, te va a desilusionar si yo te digo “tal capítulo era tal canción o tal cosa”. Yo me armo, también como cábala, las canciones que escucho constantemente mientras escribo para cada libro.
Bueno, quiero volver un segundo al índice. Decías que usás una canción como índice. ¿Pero cómo trabajás una novela en los capítulos? ¿Tenés cuatro o cinco sucesos que sabés que querés que pasen en las novelas y después rellenás los blancos o arrancás por un punto a otro y en el medio hacés lo que quieras? ¿Cómo trabajás?
Cada novela me parece que siempre fue más... mientras la vas escribiendo le vas encontrando la vida y te va domando ella a vos. Algunas fueron más lineales, otras fue necesario... a mí me gusta mucho escribir flashbacks para conocer un punto importante de ellos y muchas veces me han quedado flashbacks afuera pero estuvo bueno escribirlos para saber de ellos y poder arrancar otra cosa. Es así. Yo tenía todo un plan por ejemplo con Chamamé, cuando los terminé de conocer bien a ellos todo el tercer acto se modificó.
Llega un momento en que es un organismo vivo.
Sí, todo ahí. Y esa fue como la más lineal, junto con El tigre. Las otras van apareciendo todos esos sucesos y vas probando. En Kriptonita fue probar muchas formas de contar hasta que apareció lo del Hospital u que la voz fuera la del nochero. Pero yo también tenía hasta una versión en tercera persona.
¿Entera?
No sé si entera pero sí buena parte de esas cosas. Y ahora con Ultratumba probé un montón hasta que llegué al tono. Porque además uno me parece que siempre inevitablemente cuando arranca una novela se repite con la anterior. Pero de forma inconsciente. Entonces hasta que...
Bueno, Valenzuela dijo que termina una novela y suele escribir una novela chiquitita y corta para limpiarse lo anterior, que nunca la publica y después empieza con otra. Pero sabe que tiene que escribir algo, que necesita de esa novela nexo para sacarse lo anterior sino sabe que va a seguir lo mismo.
Mirá que loco. Para mí es tan amoroso la relación cuando te ponés a escribir una ficción... Frustrante es la única que no pude terminar. Pero fueron circunstancias de la vida, no podía escribir ahí pero me terminó beneficiando porque después escribí Chamamé. Y muchas veces intenté volver a es y me di cuenta que no soy ni ahí esa persona, no tengo ni ahí esos sentimientos y no lo puedo hacer. Pero cuando te decidís por el proyecto... a mí me pasa ese tema, quiero terminarlo, a fondo. No me puedo acordar porque se armó muy lindo en un Festival de Rosario, se armaba muy lindo, era un festival muy horizontal, y la comunicación entre todos los colegas era genial. Teminábamos todos muy en curda muy alegres. Y uno agarró y dijo algo que para mí fue un flash, me despabiló, todo lo que había chupado se me fue, me apreció genial. El tipo decía que escribir una novela era una relación, casarse sabiendo que eso inevitablemente se va a terminar, y que de acuerdo a cómo fue la relación, mientras escribías esas cosas, esa separación puede ser más fácil, más tormentosa o todo cuando llega el punto final. Y que escribir un cuento era como una parada de una noche, toda una situación de levante. Que lo que vos sabés es que tenés que hacer todo lo necesario para contar la historia, pero es eso. Te amanecés y ya te tenés que ir. Me pareció que era así tal cual. Ya me fui por las ramas.
Te quiero preguntar específicamente por la cuestión genérica. Vos trabajás mucho con la cuestión genérica.¿Qué te ofrecen los géneros como para que te guste tanto enmarcarte en ellos?
No sé si llamarle la función más amigable, pero el pacto con el lector ya está de entrada. Es como un juego. Como el fútbol, listo, somos once contra once. Bueno: ¿o esto va a seer voley? ¿Esto va a ser voley profesional o paraguayo? Listo, somos jugadores paraguayos, somos dos contra dos, vale todo. Lo que te da el género que está bárbaro. En el medio no es que hacés piruetas, vas viendo cómo le das vida a ello con otras cosas pero sabés que inevitablemente tenés que tener algo ahí. Y que estás cumpliendo ciertas reglas. Eso es lo que me gusta a mí del género. Establecés una promesa. El policial al comienzo es eso. Vamos a ver cómo se hace justicia, cómo se arma eso.
Hay mucho de folletín también en tu policial.
También tiene que ver con las lecturas que hizo uno. Que a la distancia son las que más felices me hicieron. Entonces de repente cuando empezabas a encontrar eso en autores de acá era bienvenido esa incorporación.
¿Qué lecturas te formaron?
Le debo a la literatura de género pero también, por una cuestión particular y en el comienzo, los libros de saldo. No es casualidad que ahí haya aparecido el libro policial. Esas ediciones que vos por ahí vas a cualquier casa y encontrás este título pero en otra edición y otras cosas, y eso lo pude ver después cuando empecé el taller con Laiseca. Porque empezábamos a hacer los ejercicios, las tareas con él y yo siempre me trataba de imponer, además de la consigna que él tiraba, cruzarla con algún género.
¿Es de lo que hablábamos recién? ¿Que te da más seguridad?
Por favor no suene soberbio, pero es algo que creo que conservo hasta el día de hoy. Suponete, en el caso de Ultratumba, de cómo empezó a esto, donde le encontrás la dificultad, ahí me parece que tenés que explorar. Pero para eso tenés que ir a otra cosa. La consigna estaba bien, bárbaro, enseguida por ahí uno buscaba una anécdota o algo, algo que te pasó o que te contaron que le pasó a algún conocido, pero después decías “el asunto es contarlo pero que tenga suspenso, miedo, que produzca otra cosa” y eso es lo que daba el género. Y así como lo puteás, lo amás y lo llevás, lo abanderá hasta el final. En cuánto aparece algún personaje... En Kriptnoita cuando me di cuenta que él no tenía que hablar, que lo tenían que contar los otros y que fueran así, estuvo genial la decisión, me sentía bárbaro, y hasta que apareció una voz distintiva, diferente de la del narrador principal fue un dolor, y gracias a Dios apareció y fue ella, Lady Di. Esas cosas como que empezás a agradecer. Yo cuando empecé Ultratumba primero transcurría en una Villa y me di cuenta que estaba repitiendo escenarios y esas cosas, y era una historia de amantes, un policía y un dealer. Y dije “no, lo voy a trasladar a una unidad penitenciaria”, y es una versión que tiene poco con hombres, Y después me cayó la ficha que el desafía era trasladarlo para no repetir porque estaba todo esto del motín que ya hice, después me di cuenta que el asunto era trasladarlo a una unidad penitenciaria femenina.
Con la dificultad de narrar desde un personaje femenino.
Seguro, yo hubiera sido más linda que lindo.
¿Linda o hubieras tenido más pibes? No es lo mismo.
Las dos cosas, hubiera tenido una belleza efímera después de 8 embarazos. Pero es eso, ir ahí. Hay muchas cosas, creo que todos nos vamos peleando, a mí lo básico con Ultratumba al principio era que no quería que se notara que era un tipo escribiendo sobre mujeres Y después era “hola, qué tal”, soy un tipo escribiendo sobre mujeres. Pero dentro de todos los obstáculos y las cosas que estaban ahí fue acercarlo, verlo y sentirlo, Es es lo más lindo mientras escribís: cuando cobre vida, cuando lo empezás a sentir. Yo lo tengo ya hiper hablado con mi pareja y todas esas cosas Hay algo también que me pasó en Ultratumba que hay dos personajes secundarios, que escribirlos me enamoré. Me encantan y son un bolo de historias que me contaron, de historias que fui viendo ahí y esas cosas. Y la verdad que no me copa ni medio dejarlas de escribir. Si bien ya las escribí las partes de ella. Pero saber que al entregar el Word se fueron... yo no las quiero compartir. Si son mías y la pasamos 10 puntos. Hay una que para escribirla, jamás pensé eso, pero me re castigué con Richard Marx, “Eterna noche de verano”, pero seis siete veces ese tema. Y después la escribí a ella. Y ojo que ella es re cachivache, re otra cosa.
¿A quién te referís?
Córdoba se llama el personaje. Y fue un asunto. Dejarla de escribir. Nunca me había pasado. Pero este asunto... bueno, volveremos a acariciar el gato. Me parece que está bueno que haya pasado, ojalá que no vuelva a pasar. Esa es otra canción pero de Gino Vanelli, "Duele estar enamorado". Y bueno, eso. Fue la primera vez, porque con otros personajes los llegás a querer y toda la historia y esto es como lo más parecido que me había pasado. Tampoco es que tuve muchas polleras en mi haber, creo que las pocas veces que me enamoré fueron intensos, y de repente cuando menos lo esperaba se fue a la mierda. Era más que pensar en la novela de Ultratumba era “hola, qué tal vamos a escribir sobre las chicas”, estas dos. Y la verdad es que son hiper secundarias en la novela. Me pasa que voy descartando historias que escribí de ellas porque tienen que estar otras.
Henry James decía que los personajes importantes en las novelas son los secundarios, con lo que hay que trabajar de verdad es con los secundarios. El mundo del cómic te interesa en general, en Kriptonita está clarísimo, pero me parece que se te mete por la ventana en varios lugares. ¿Eso también son lecturas?
Sí porque creo que tuve mi momento con eso peor la posta es que para Kriptonita yo en ese momento estaba muy tacaño, y de hecho quedó una amistad con uno de los sueños del club del cómic, y entonces el tipo me facilitó mucho material. Y a mí de esas cosas me quedaron los temas que más me interesaron para escribí Kriptonita que era la relación entre padre e hijo, padre e hijo adoptivo, y explorar un poco mi relación con mi nene.
¿Tu hijo qué edad tenía cuando escribiste Kriptonita? ¿6?
Menos tenía, 4 a 5. Para cuando salió publicada cumplió 6. El estaba ofendidísimo porque hice una novela de Superman y no del Hombre Araña. Yo le expliqué lo que para vos era de chico, “lo que para vos es el Hombre Araña para mí de chico era Superman”, y nada, después cuando salió y él ya estaba prendiendo a leer y leyó que puse en la biografía que era devoto del Hombre Araña se puso re contento Y ahí también me empezó a nacer la idea de que quería escribir algo para pibes. Porque él agarraba y le contaba a todo el mundo, “no, mi papá hizo un libro sobre un Superman gordo” “y de qué va la novela”, y él decía “no, es un Superman que toma Mate y está así”. Y el contaba la tapa. No lo leía. Y qué hace” “no, toma mate todo el día”. Y me parecía hermoso, me lo quería comer, pero por otra parte decía “está bueno que alguna vez lea la historia” Y ahí bueno, después de la experiencia que tuvimos con Bolonqui, yo eso sí fue un proyecto mío, hicimos Sopapo. Igual me salió mal y así parece que van a ser siempre las relaciones de padre e hijo porque está enojadísimo que el protagonista de Sopapo es el primo, y él es el antagonista. Entonces dice “no, tenés que hacer un libro donde yo sea protagonista”.
Es el lector más complicado.
Es un hijo.
En la introducción, no me acuerdo si de Santería, Sasturain dice: “Oyola, que una vez más demuestra que es un fantástico narrador de raza, de raza Arlt o de raza perro quiero decir, sin collar, ni papeles, ni vacunas, como debe ser y como se necesita”. Contaste un poquito de dónde venías, qué es lo que vos leías, ¿qué es lo que te fascina ahora o de grande, y a qué tradición creés que te estás metiendo? Esa cuestión de mencionar a Arlt me parece que no es menor.
Es un gran piropo de Satu. Y para mí haber laburado con el y contar con su cariño y su lectura es enorme. Si un día a él se le cantara pedirme un beso en la boca yo ni lo pienso. Aparte porque es amoroso. De hecho yo el día que leí la prueba estaba en un bar con Ricardo Romero y era eso, “bancame un minuto”, ir a llorar al baño y volver.
Te emocionó sinceramente.
Sí, yo soy un tiernito. No parece pero sí. Aparte esas cosas, es gente muy... gente que ya es historia y de repente, que tengan esa generosidad: para mí era muy fuerte eso. Creo que se me quemaría el gorro si empiezo a pensar mi obra, en qué tradición, qué escuela. Yo lo que pienso es eso, que tengo que contar, estar concentrado en la novela que estoy narrando. No te voy a mentir, es un orgullo cuando aparece una nota que te lleva para algún lado con cierta gente, es hermoso, pero para mí es muy importante leer todo lo que está en este momento, los que están laburando, y por la vida que elegí y la suerte que tengo, todo gira mucho al rededor de colegas. También los amigos que tengo ahora, y ojo: por ahí nos sentamos a ver la pelea del Chino Maidana u otra cosa, no estamos hablando de esto, y eso es lo que te mantiene vivo. Cuando le ves el entusiasmo al otro, le ves la fe en lo que está creando. Y después pasan meses, años y se publicó... Es una alegría. Yo sé que me van a faltar un montón de clásicos leer, pero para mí es un momento extraordinario este. Y eso sin estar formado en Letras ni haber seguido todas estas cosas, hasta que me empezaron a pasar a mí y me empecé a interesar. A mí no me gusta cuando la mayoría dice “son más escritores que lectores”. Y vos fijate acá estamos y creo que todos somos colegas. Me parece que es un momento realmente fantástico y que hay para todos los gustos. A mí me pasa que descubro un nuevo autor y me pongo pesado.
Porque recomendarlo es un placer.
No, no, que lo quiero conocer. Ahí está Martín Castagnet. Cuando leí Los cuerpos del verano me encantó toda la historia. Lo encontré en un y el chabón quería bailar y yo iba detrás de él y le hablaba de las novelas. Así como también se te ha acercado otro colega y es hermoso porque el tipo se interesa en lo tuyo.
¿Y qué subrayás de lo contemporáneo? ¿Qué fue lo último que te gustó mucho?
Me llevaron para girar a un par de lugares, a Posadas, y como eran varias charlas me propuse hablar de los cuatro policiales que más me gustaron, que son de cuatro editoriales independientes, a los que accedí de manera diferente. Está el de Pablo Forcinito, luego una editorial publicó a un discípulo histórico de Laiseca, Odiseo Sobico, que es de los que están hace casi 20 años con Lai, y era un tipo que no le interesaba publicar, y tiene unos cuantos libros. Y el editor de Alto Pogo lo fue buscando hasta que le dio Cómic, que fue un momento en que Odiseo estaba con ganas de escribir un policial. Es un tipo que está más orientado a lo gauchesco y hacia lo histórico e hizo un policial pura cepa, muy clásico, para nada pretencioso. Las otras dos son Lima, de Juancito Carrá, que esa me parece que es una colección que están haciendo muy buena Vestales, de policial. Vestales tiene una tradición fuerte en la novela romántica y ahora empezaron con eso y fueron a buscar autores y libros que habían sido menciones en concursos de policiales, y de ahí sacaron un par de autores interesantes. Lima es también una novela clásica, ambientada en el mundo del boxeo. Y después una novela que se pública por primera vez acá pero que ya tiene un recorrido afuera, de Kike Ferrari, Qué de lejos parecen moscas, una novela con la que él ganó un premio en Gijón, el Silverio Cañada a la primera novela policial editada. Entonces me parece que está bueno hablar de eso con la gente, que se animen y compartir la lectura que es como un trago.
Bueno, tengo un par de preguntas más pero me gustaría saber si alguien tiene una pregunta que hacerle, es el momento.
[Participante] Nombrabas novelas históricas y otras de tus novelas como por ejemplo Evita, que tienen que ver más con lo inmediato. Hay un contrapunto ahí, ¿no? ¿Te sentís más cómodo en una que en otra? Porque en una supongo que necesitás buscar información, hay un trabajo hecho...
Lo que pasa que, ustedes también como escritores lo saben, sentarte es parte del laburo. Por ahí, de acuerdo a la historia que vos estás queriendo contar, en algunas sí es evocar y en las otras es ir a la biblioteca, hacer la investigación y eso es parte de la escritura. Mientras estás conectado con la historia está todo bien, lo incómodo es cuando te trabás, y lo incómodo, en mi caso particular, viene después cuando algún amigo, pariente, sobre todo mi papá y llega me dice: “¿¡Cómo contaste esto, la puta que te parió!?” Es un momento incómodo, pero a la vez uno no puede evitarlo, yo tengo ese diablo y digo: “Está buenísimo, lo voy a contar”.
Muchísimas gracias Leo. Muchísimas gracias a todos por venir.
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