En busca de la pobreza en la literatura

Viernes 02 de enero de 2015
En Adiós al lenguaje, Jean Luc Godard construye una película que no puede definirse como literaria pero que sin dudas está dirigida por un lector.
Por Leonardo Sabbatella.
“En mi época, hacer cine era muy moderno”, confesaba Eric Rohmer durante una entrevista hacia el final de su carrera. Para Jean Luc Godard esa época aun no se extinguió. Adiós al lenguaje es al mismo tiempo un testamento fílmico y la muestra de que el director de Sin aliento sigue filmando películas radioactivas. Esta vez, se vale de una pareja de amantes, un perro que vagabundea (recuerda al burro de Bresson), un puñado de citas literarias y escenas enrarecidas, para entregar setenta minutos de un cine que fuerza sus límites.
La captura de material para la película se realizó con distintas cámaras, lo cual genera un efecto extraño, de texturas que se yuxtaponen. Por momentos se asemeja a un film realizado con fragmentos de archivo, por otros adquiere un efecto plástico o, también, de registro documental y aficionado.
Quizá pueda encontrarse la clave de la película observando de cerca sus dos procedimientos: montaje desconcertante y encuadre cerrado. El montaje en Adiós al lenguaje es agresivo, cambia de una imagen a otra de manera brusca, sin transiciones y modifica el registro en cada corte. La impresión de tratarse de un falso “found footage”. Superposición de sonidos, música y diálogos, ruido ambiente y voz en off. Godard empalma materiales que a priori parecen inorgánicos, que no tienen punto de contacto o que pertenecen a especies incompatibles. Pero la película se organiza con imágenes que encuentran sus dobles y contrapuntos. Se trata de un montaje en busca del desconcierto pero sobre todo de una narración hecha de ecos, de relaciones invisibles. De una manera extraña Godard parece anticipar esta película cuando en JLG/JLG escribe: “dos realidades / contrarias / no se acercan / se oponen / una imagen / no es fuerte / porque es brutal o fantástica / sino porque la asociación / de las ideas es lejana / lejana y justa”.
El otro punto que define a Adiós al lenguaje es el encuadre. Se ha hecho conocida la frase de Godard en la que afirma que cada encuadre es una decisión ideológica. En este caso el espectador se enfrenta a una política del fragmento. Casi todos los planos (incluso algunas capturas de paisajes) prefieren un encuadre cerrado, vemos fragmentos de imagen y recortes menores; calculadamente desviados. Otra vez, el registro documental como en tantas películas de Godard se apodera de la escena. Parecieran ser encuadres por error, aquello que se filmó sin que se supiera que la cámara estaba encendida cuando se la apoyó en una silla.
Minada de citas librescas (de Blanchot a Darwin), Godard construye una película que no puede definirse como literaria pero que sin dudas está dirigida por un lector. Ya en Alphaville podía oírse una cita de Jorge Luis Borges. El cineasta que trabaja rodeado de libros, en busca de viejos subrayados y redactando un guión con las palabras leídas. Una de las citas más inquietantes para la película es cuando Godard pronuncia a Samuel Beckett: “busco la pobreza en la literatura”. Quizás ese sea el único camino en el que el director de El soldadito pueda seguir avanzando, después del ápice solo queda el reverso, desandar el camino.
En Adios al lenguaje pueden verse dos escenas clásicas, casi arquetípicas de Godard: el acto de escritura y la discusión de pareja. La primera trata de una escena en la que se presencia el momento en el que un personaje escribe, traza una caligrafía. En este caso vemos a una mujer con pluma y tintero sentada en un bosque. Un fetiche de Godard, someter a los personajes a escribir frente a cámara, conocerlos a través de su letra. Y otro, la escena de conflicto amoroso entre hombre y mujer. Como también ha filmado Godard en otras ocasiones (lo que se trata menos de una repetición que de un motivo recurrente, de una obsesión de estilo), los personajes se encuentran en ambientes cerrados y discuten a veces de forma encendida, otras casi apáticos. Histéricos y desganados. Una escena de tensión y disputa, se torna un juego de posiciones tanto verbales como físicas (los lugares que ocupan los cuerpos). Un erotismo cotidiano y privado atraviesa la escena, la mayoría filmadas con los personajes desnudos. Tanto ante la caligrafía como ante las discusiones de pareja asistimos a una intimidad.
Para el director de Masculino Femenino “la cámara es un instrumento como para los científicos el microscopio o el telescopio”. Y lo demuestra con Adiós al lenguaje en el que realiza un cine que indirectamente habla de sí mismo. Una película en la que el espectador asiste a un proceso de investigación, a un Jean Luc Godard pensando (y leyendo) en voz alta.
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Notas relacionadas:
- Atrapa al pez rojo: Leonardo Sabbatella habla de El pez rojo (Mardulce), su segunda novela. “Me interesan más las literaturas que trabajan la excepción”, dice.
- El cine y el dinero: “No quieren ser obreros, pero quieren todas su ventajas.”, Francos franceses y Dólares, vajilla, salidas a navegar, lacayos, “New York, Londres y Ginebra en una noche.” Por Hernán Hevia.