El lado oscuro

Miércoles 12 de octubre de 2011
Sobre el lado A de la obra Adonde van los muertos del Grupo Krapp
Cuando se puso en cartel Adonde van los muertos (lado B) y se la presentaba como una obra que hablaba acerca de otra obra, una próxima, no se daba por sentado que el lado A se fuera a estrenar. La razón de esa desconfianza estaría en la manera en que se transmite la información o por los misterios que pueden armarse en torno a un grupo sobre un escenario. Si Krapp hace un trabajo como el que viene haciendo hace diez años, es porque el público no le deja de estar alerta: tratar de no creer del todo lo que dicen es un reflejo aprendido de la cantidad de veces que ya lo tomó por sorpresa y lo conmovió como si fuera un espectador de circo, en vez de público de danza contemporánea. Ahora que sí se entrenó la obra, la ventaja sigue a favor de ellos: todavía sorprenden los ritmos con los que se despliega, la cantidad de canales de expresión por los que pueden poner en juego un tema (los verbales son casi menores, comparado a lo que logran con lo que no se habla), la capacidad de hacer reír y pensar sin más vueltas para eso que los chistes buenos y las preguntas directas, incluso habiéndonos mostrado antes una versión sobre la confección de esta obra.
Si el lado B es una obra que habla de otra obra que habla sobre la muerte, el lado A –agrega Edgardo Castro megáfono en mano– es “sobre cómo representar la muerte en escena”. El lado B estaba hecho --sobre todo-- de preguntas; ahora es momento de intentar dar respuestas y para eso convocaron a diez artistas contemporáneos. En cuanto al misterio, los dos lados encaran abiertamente el tema de la muerte, así que queda claro que atraviesan un momento más bien oscuro, en el cual el movimiento no puede ser como el de Mendiolaza porque ha pasado el tiempo y hablan de otra cosa. Y este asunto con el que tratan ahora es tan insondable, que decidieron convocar a otras diez personas para que den sus ideas de representación y colaboren así con el armado de la obra.
¿Cómo presentarías o representarías vos la muerte en escena? Esa consigna funciona como hilo conductor de diez segmentos que comienzan con un video en el que cada uno de los colaboradores responde a esta pregunta (son Lola Arias, François Chaignaud, Fabiana Capriotti, Fabián Gandini, Stefan Kaegi , Federico León, Mariano Llinás, Mariano Pensotti, Rafael Spregelburd y Diana Szeinblum). Luego viene la puesta en escena por parte del grupo. Hay algo de la película Cinco obstrucciones en la estructura de la obra. La diferencia es que, como obstrucción, alcanza con la dificultad de la pregunta: la muerte no será irrepresentable, como dice Rafael Spregelburd, pero sí es complicado imaginarla en algo físico como debe ser la materia de la puesta en escena. Además en Adonde van los muertos la dificultad mayor en última instancia recae en quienes plantean la consigna, a diferencia de la película, donde los esfuerzos más grandes los tiene que hacer Jorgen Leth, que recibe las consignas de Lars Von Trier. Acá corre por cuenta de Krapp hacer cuerpo cada una de las ideas de los autores (todas menos una, por las dificultades de producción que requería la imaginación poderosa de Mariano Pensotti): “Tiempo muerte”, “Cuerpos que se van”, “Lo real” y “La ejecución de Maximiliano”, entre otros títulos, ponen de a ratos a los integrantes del colectivo en la piel del Quijote, Sancho y Rocinante (el mismo caballo hecho de dos hombres y poca utilería que vimos en el lado B, ahora es Rocinante), hacia el final se valen de varias cámaras para filmar un videoclip, en la primera escena pendulan de un lado del escenario al otro, de a un paso lento atrás de otro, por momentos se visten y desvisten o se llaman por los nombres en la oscuridad, hacen temblar la sala, ponen a una de sus tías arriba del escenario, se retiran del teatro y más.
Por el orden que le asignaron a las distintas formas de plasmar la muerte en escena, la obra tiene su propio decurso, como si no estuviera seccionada. Probablemente el punto más hondo sea el capítulo de Lola Arias, porque ella los hace nombrar lo que en lado B no estaba dicho. A partir de ahí aparece un texto que se proyecta en el fondo negro de la caja del teatro, las palabras que se van deslizando por la pared de derecha a izquierda tienen una fuerza increíble, y los intérpretes cumplen con la consigna de Lola de admitir que la obra en realidad habla de la muerte del iluminador del grupo, cumplen con la indicación de escucharse las voces, que es lo primero que se va de alguien que muere, se quedan en la oscuridad y se nombran. Después de esa escena tan impactante, pasar a las ideas de Llinás, que sobre el escenario terminan siendo desopilantes, resulta un alivio.
Lo que importa más allá de la éxito con el que se lleven a cabo las directivas de los autores, es que se va trazando un recorrido que explora y que va encontrando aciertos: algunos momentos geniales en los que la muerte realmente se presenta, aunque inmediatamente se vuelva a escapar.
Adonde van los muertos (lado A) está en cartel en La Carpintería, Jean Jaures 858, todos los sábados a las 20.30.
El lado B continúa sus funciones los domingos a las 20.30 en el Espacio Callejón, Humahuaca 3759.