El humorismo

Viernes 20 de febrero de 2015
Andrés Barba habla de En presencia de un payaso (Anagrama) y discute el paradigma de la novela española frente a la literatura de Argentina y América latina: “El lector argentino tiene una libertad con la estructura que el lector español no tiene”, dice.
Por Patricio Zunini. Foto: Eduardo Carrera.
Marcos, un físico con una carrera insustancial, consigue un descubrimiento que lo lleva a publicar en la revista científica más prestigiosa de Estados Unidos. Pero la “Review of Modern Physics” le pide que junto con el artículo incluya un breve perfil narrativo de sí mismo de no más de 400 palabras. Durante las vacaciones de Navidad que pasa con su mujer y su cuñado —un capo comico que a través de parodias llegó a poner en cuestión el sistema democrático—, Marcos se plantea esa pregunta: cómo resumir una vida en un párrafo.
El escritor español Andrés Barba ya había resaltado por la destreza narrativa de libros como Agosto octubre o Ha dejado de llover. De él, Rafael Chirbes ha dicho que “se ha vuelto un escritor imprescindible”. Con esta nueva novela, En presencia de un payaso (Anagrama), que tiene un estilo delicado y muy seductor, Barba explora en profundidad los sentimientos propios y los mundos íntimos. Con él hablamos de En presencia de un payaso.
—En ningún momento —dice— me pareció una novela triste. Ni cuando la estaba escribiendo ni cuando la estaba corrigiendo. Yo creo que es una novela bastante vitalista.
—Una cosa no necesariamente es opuesta a la otra. Tal vez en todos tus libros tengan un halo de melancolía. En los cuentos de Ha dejado de llover, que ya desde el título tiene un contagio optimista, hay, sin embargo, mucha melancolía.
—Quizá la alegría más alegre de los días más alegres de nuestra vida tenga una sombra en algún lugar. La alegría es alegría por contraste, para que algo sea alegre tiene que tener un contexto que la convierta en alegre. Creo que el estado habitual en el que vivimos, incluso en los años que consideramos felices, es de búsqueda. La alegría es paralizante, la insatisfacción es lo que genera búsqueda y progreso y reflexión. Yo nunca he pensado que escribía libros tristes. He tenido la sensación de haber escrito libros violentos.
—¿Cuál?
—Las manos pequeñas es un libro violento. Agosto octubre es un libro violento. Pero nunca me he planteado la literatura en términos de alegría o tristeza sino en términos de verdad o mentira. Si las historias me parecían verdaderas o falsas, si me parecían acordes con mi experiencia de la vida. Eso parte de mi formación más filosófica antes que literaria. Lo que busco en la literatura no es la literatura si no otra cosa: por decirlo de una manera un poco cursi y ridícula, lo único que me interesa buscar en la literatura es la sabiduría.
—Esa respuesta bien podría encajar en un escritor de autoayuda.
—La autoayuda es precisamente lo opuesto a la sabiduría. Por antonomasia es un manual de soluciones. La sabiduría es un manual de preguntas. Lo que es difícil es plantear bien la pregunta.
—En esta novela la pregunta es qué pasa en presencia de un payaso.
—No sé qué pasa exactamente, pero sí sé que tiene que ver con la vida. En realidad el planteamiento de la novela nace porque me parecía que había un título que tenía encapsulado una novela, que estaba en la película de Bergman que se llama como el libro. Como si la novela ya estuviera hecha y yo tuviera que jugar las reglas que me imponía el título. Era un punto de partida muy interesante. Dada esta situación de cosas, pongámonos a jugar con estas reglas: qué sucede y qué no sucede en presencia de un payaso. De qué manera la presencia de alguien que deslegitima la posibilidad de la seriedad modifica la realidad misma. Ahora estoy escribiendo un ensayo sobre la risa, que es como la cara be, en teórico, de este libro. Cómo la presencia de alguien que desarticula la posibilidad de la seriedad modifica, ya no nuestra relación con la realidad, sino la misma realidad. Cómo percibimos una situación naturalmente dramática junto a una persona que desarticula nuestro dramatismo. Qué hay de verdaderamente dramático en una situación dramática y qué hay de verdadero en nuestra aproximación a lo dramático. Qué hay de dramático en nuestra perspectiva de lo dramático.
—El tema de lo dramático aparece también en la pornografía, cuando en La ceremonia del porno también hablás de la teatralidad de la erótica.
—Es que en el fondo todo es una puesta en escena. Incluso antes de que seamos capaces de decir que lo hemos entendido, para ser comprendidos tenemos que actuar: el niño se da cuenta de que para ser atendido ha de teatralizar lo que es parecido a un llanto. La actuación del sentimiento verdadero y el sentimiento están tan imbricados en nuestro gesto que muchas veces no sabemos distinguir lo falso de lo cierto. En ese sentido, requiere un enorme proceso crítico determinar qué sentimientos son falsos cuando uno los está teniendo. Qué sentimientos son respuestas teatrales (que a veces hacemos inconscientemente) y cuáles son verdaderos sentimientos.
—Esta alteración de la realidad que se da En presencia de un payaso también se da en presencia de un escritor.
—Los escritores realistas que me interesan hacen que te sitúes en un lugar distinto para contemplar una realidad conocida y así percibirla de una manera más completa y compleja. En ese sentido, es lo mismo que hace un payaso, que te mueve medio centímetro para que te des cuenta de lo risible o absurda que es cierta situación: descompone el mundo con un sencillo paso adelante o a la derecha. El payaso de mi novela tiene un proyecto político: se da cuenta que hay un sistema falaz, que no funciona ni funcionará nunca, y lo único que quiere es introducir en ese sistema “democrático” un elemento que ponga de manifiesto su teatralidad. Su proyecto político es sentar un maniquí en el congreso, no para inhabilitarlo sino para convertirlo en un circo. Lo único que hace que no percibamos que el congreso ya es un circo es tener un maniquí. En el momento en que lo haya todo quedará deslegitimado.
—En busca de coincidencias: en presencia de un payaso, como decía, puede ser leído como en presencia de un escritor; el payaso se llama Abel, vos Andrés; él tiene una novia colombiana, vos estás casado con una argentina. Sin que sea un alter ego hay una relación fuerte.
—Yo siempre he detestado a la gente que hace literatura de sí misma o que hace literatura autobiográfica o semi autobiográfica. Al final, las cosas que uno detesta son esas en las que uno tiene mucho que ver. Uno solo combate aquellos prejuicios que comparte. Evidentemente alguna cosa se ha filtrado en este libro de mi situación vital. Pero, en cualquier caso, no sabría muy bien quién de los protagonistas sea mi alter ego.
—Probablemente sean todos.
—El falso protagonista del libro, que es el científico, es quizá de quien menos sepamos porque es como un informador de la vida de los otros. Yo siento mucha empatía por su suegra, que es una artista sin talento. Los artistas sin talento que, sin embargo, no dejan de producir toda su vida, me producen mucha simpatía. Es esa clase de tropa que tienen todas las artes: los escritores que nunca publican pero que escriben toda la vida, escultores que jamás verán una pieza suya en una plaza. Cuando alguien está toda la vida haciendo algo, por muy poco talento que tenga, siempre acaba en algún momento haciendo algo maravilloso. Aunque sólo sea por una cuestión de estadística y probabilidad. Forma parte de la arbitrariedad de las artes. Me apetecía crear un artista de segunda, tercera o cuarta fila que de repente tuviera unas obras maravillosas que concentraran de una manera total lo que era ella o las personas que la rodeaban.
—Es curiosa la forma en que se mueven los personajes. Porque si bien hay “misterios” que llevan la trama, hay personajes importantes que salen y ya no se los vuelve a ver a lo largo de la novela. Como en el devenir de una vida.
—Todos estos años de leer literatura argentina han saturado en algo que me ha hecho poner en compromiso los formatos en que se lleva escribiendo la novela realista en España, prácticamente desde la generación del 98, que, como mucho, ha derivado hacia la crónica. Estar en contacto con este nuevo paradigma sin paradigma, que la narración sea simplemente la narración, que ni siquiera haya un personaje que uno el texto para que tenga coherencia narrativa, para mí fue un hallazgo relativamente reciente. En las novelas de Aira o en alguna una novela corta de Felisberto se vislumbra la posibilidad de un mundo donde las novelas realistas tienen una estructura literalmente a imitación de la vida. Yo no he escrito una que rompa nada; esta novela está dentro de una tradición evidente. Pero me ha sorprendido mucho tener que explicar a lectores muy literarios en España cosas que cualquier lector latinoamericano entendería en un pestañeo. El lector español no se relaciona de manera natural con una novela que no tenga una trama bien construida, que los personajes aparecen en la página 20 no reaparezcan en la 58 y donde no quede todo envuelto y con un lazo en la página final. En España la novela realista sigue siendo así, lo que hace que el panorama sea extraordinariamente aburrido. Estamos haciendo novelas galdosianas.
—Bueno, vos sos amigo de Marcos Giralt Torrente y él rompe un poco con esa estructura.
—Y sin embargo, el propio Marcos se quejó de que el personaje de la becaria no reaparezca al final del libro. Marcos es una persona muy atenta y es un gran escritor. Si hubiera que hacer una lista de los tres escritores de mi generación, sin discusión él estaría. Si un escritor como Marcos echa de menos a un personaje que se va en la página 40 es porque en el fondo está pensando la novela con la coherencia de una novela realista galdosiana. El lector argentino tiene una libertad con la estructura que el lector español no tiene.
—¿La crítica hacia la literatura del país de uno no es también porque siempre el pasto del vecino rece más verde?
—Hay cosas de la literatura argentina que veo muy criticables. Este país tiene un enorme problema para hablar de amor. Este país tiene fobia a la literatura que hable de sentimientos. El pasado, que podría ser la única buena novela de amor escrita por argentino en los últimos años, es una novela de amor cínica. Para un lector no argentino puede ser un poco extraño la cantidad de protecciones que se pone Alan Pauls para narrar sencillamente una historia de amor. Está dialogando todo el rato con que va a ser juzgado como una novela de amor. Porque está dialogando con un país extraordinariamente hostil a la literatura sentimental.
—En presencia de un payaso está escrita “bajo la sombra del corazón de mi padre”. Sabiendo tu historia personal y la muerte de tu papá, esperaba una novela con la figura der un padre más presente.
—Si tuviera de qué decir de qué va la novela, diría que va sobre la paternidad. El corazón del libro es ese. Lo escribí cuando mi padre enfermo de cáncer y yo estaba muy angustiado porque quería escribirlo antes de que mi padre se muriera. Él no lo llegó a leer porque estaba mal, pero yo le leí algunas partes y lo terminé antes de que muriera. No hay ningún personaje que se parezca a él, pero todos tienen el tema de la paternidad flotando todo el tiempo.
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Notas relacionadas
- El recuerdo es una materia elástica: la entrevista pública a Andrés Barba por la presentación de Ha dejado de llover.
- En nombre del padre: El escritor español Marcos Giralt Torrente habla de Tiempo de vida (Anagrama), novela autobiográfica en la que aborda la compleja relación que mantuvo con su padre. “La familia es es una especie de laboratorio en la que ves todo más condensado pero también más radicalizado”, dice.