"Me gustaría escribir un libro como El libro del desasosiego"

Miércoles 12 de agosto de 2015
Entrevista a Tao Lin, invitdo al Filba Internacioanl 2015. "La poesía es como una ballena azul vista a la distancia desde un dirigible, la ficción es como una ballena azul vista en primer plano desde un helicóptero", dice.
Por Valeria Meiller.
En la primera foto suya que aparece en Google su cara, muy seria, está en segundo plano. En primer plano, hay un gancho brillante y filoso como el del capitán Garfio. Es sólo un chiste, claro, pero la expresión concentrada de sus ojos trata darle credibilidad al villano. Un poco más adelante, las fotos se empiezan a mezclar con dibujos: pequeñas obras de arte hechas en Paint, ese programita en el que muchos chicos de su generación aprendieron a dibujar en sus primeras computadoras. Empiezan a aparecer, también, las tapas de sus libros. Libros con títulos poco convencionales, como terapia cognitiva del comportamiento (2008) o esta emoción se convirtió en un pequeño e-book (2006) y cuyas ilustraciones se parecen a los dibujos de su autor (cuando no coinciden con ellos).
Se llama Tao Lin, nació en 1983 en Florida y ahí es cuando uno debería renunciar a tratar de escribir una biografía convencional para este escritor joven, que bien podría también ser una creación literaria. Porque si hay algo que no puede decirse de este americano descendiente de taiwaneses, es que se trata de una persona corriente. A principios de 2012, desembarcaba en Argentina desde España su primera traducción al español, la novela Richard Yates, escrita casi en su totalidad a partir de conversaciones extraídas de chats de Gmail. Los protagonistas de la novela se llamaban como los actores Haley Joel Osment y Dakota Fanning, famosos que dieron sus primeros pasos en la pantalla grande cuando todavía eran niños. Pero en el libro de Lin no encontrábamos a los niños prodigio de la pantalla grande, sino a una adolescente anoréxica y a un chico nihilistala que nos hablaban de tristeza, la soledad y la alienación del amor en la era virtual.
Más adelante, en ese mismo año, aparecieron también dos libros suyos por editoriales locales. Un fue hikikomori (Triana Editorial) un libro de mails escritos a cuatro manos junto a Ellen Kennedy, una jovencísima poeta y amiga suya. Se trataba de un librito sobre la desolación: dos chicos encerrados en sus cuartos con problemas para relacionarse con el mundo se escribían mails y, en el intento de algún tipo de vínculo, jugaban a encarnar a los chicos japoneses definidos como hikikomoris. Los hikikomoris (los confinados) son jóvenes que no salen de sus casas, se encierran en sus cuartos y se convierten en personas alienadas, cuya única comunicación con el mundo es a través de la red. Pueden pasar meses, incluso años hasta que (en el caso de que lo hagan) se “rehabiliten”. Pero también puede ocurrir que se queden ahí para siempre, convirtiéndose en parásitos de sus padres y llegando a desarrollar incluso una nueva figura social en torno a su patología: las hermanas de alquiler, especie de psicólogas condescendientes que se acercan para hablarles a través de la puerta y convencerlos de que debe volver a salir al mundo.
El segundo fue un libro de cuentos breves titulado hoy el cielo está azul y blanco con manchas azul brillante y una luna pálida y pequeña y pienso destruir nuestra relación hoy (Dakota Editora) que reúne un puñado delirante de relatos por los que desfilan, entre otros, un chico que vive con delfines, un novelista que se escribe en su mano y un nene de edad escolar que sólo habla con signos de exclamación. Siempre con un toque de humor, esos cuentos también daban cuenta de muchas de las características que, en líneas generales, definían al grupo generacional del que Lin era cabecilla. Me refiero a la Alt Lit, literatura alternativa pero también, y sobre todo, literatura de internet. El movimiento tomaba, desde el principio mismo, la referencia a una tecla de la computadora para autodefinirse. Los escritores de esta generación y el puñado de jóvenes críticos alrededor suyo (en la mayoría de los casos, estas dos figuras se superponen) elegían para autodefinirse la tecla por excelencia para crear atajos en la manipulación de la red y el software, la tecla de la “alternativa”.
Pero, ¿alternativa frente a qué? En 2014, se publicaría finalmente una antología, ALT LIT (Interzona), seleccionada y traducida por Hernán Vanoli y Lola Copacabana, en la que finalmente quedaría más en claro a dónde apuntaban estos jóvenes. Si por un lado, la selección daba cuenta de un puñado perfectamente representativo de estas escrituras (donde uno era capaz de leer su impronta levemente monocorde, pero no por eso dejar de percibir ciertas modulaciones), por el otro Vanoli y Copacabana se dedicaban a hacer un análisis minucioso de los lineamientos generacionales de la Alt Lit: “En sus múltiples plataformas de exhibición y de difusión, tumblrs, blogs, websites, chapbooks, pequeñas editoriales y escenarios digitales como Muumuu House, HtmlGiant, AltLitGossip, PopSerial, y tantos otros sitios personales o espacios de discusión, hay una construcción que se opone de manera deliberada al establishment literario. La ‘alt lit’ diseña una identidad en contraste con el sistema de Workshops universitarios, posgrados pagos, residencias zoológicas que se pretenden fábricas de escritores o resorts para creativos, y ante revistas engalanadas como la Paris Review, la New Yorker e incluso McSweeney’s. También como una impugnación a los autores profesionales, universitarios y mayormente burgueses como Jonathan Franzen, Dave Eggers, David Foster Wallace o Jonathan Safran Foer,” escribían.
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Habla Tao Lin:
-¿Cómo empezaste a escribir?
-Tomé un curso de escritura creativa en la Universidad de Nueva York mientras estudiaba. Me gustaba leer, así que decidí darle una oportunidad a la escritura. Enseguida me gustó, porque soy tímido y me cuesta mucho comunicarme con la gente en persona. Sentí que en la literatura podía hacer lo que se me diera la gana. Sentí que había libertad ahí.
-Escribís tanto poesía como narrativa ¿En qué campo te sentís más a gusto?
-Me gusta más escribir narrativa porque es más larga y más grande. Los libros son más grandes. Mis libros de cuentos, por ejemplo, son más grandes de tamaño que mis libros de poesía. Me gustan las cosas grandes y coloridas pero que también siguen siendo pequeñas. Las cosas coloridas, pequeñas y grandes al mismo tiempo son muy lindas. Me gustan. Pero la poesía me gusta más en otro sentido. La poesía es como una ballena azul vista a la distancia desde un dirigible. La ficción es como una ballena azul vista en primer plano desde un helicóptero. La ficción es más grande. Se ve más grande.
-La opinión acerca de tu trabajo va de la irritación al fanatismo ¿Por qué pensás que causa reacciones tan fuertes y tan diversas?
-En primer lugar, pienso que la gente es muy distinta entre sí. Cada persona tiene una reacción literalmente única ante lo que lee. En relación a mi trabajo, creo que los lectores se sienten provocados porque presento puntos de vista relativamente extremos. Eso se debe a que no pienso en términos de “bueno” o “malo”, sino más bien en términos de gusto o disgusto. No creo que ninguna persona tenga más razón que otra, moralmente hablando. Por ejemplo, no creo que Hitler sea malo, a menos que haya escrito mil páginas definiendo el contexto.
-Muchos escritores declaran necesitar ciertas cosas para ponerse a escribir: café, música sin letra, Google. ¿Cómo es tu “régimen” creativo?
-Me gusta pensar que opero de manera óptima mientras escribo. Me gusta estar concentrado en el proyecto en el que estoy trabajando durante todo el día. Me gusta sentirme sano y no “estar digiriendo” mientras trabajo, porque de ese modo siento que mi cerebro trabaja mejor. Mi “régimen” ideal es comer fruta y vegetales crudos, hacer un poco de ejercicio, dormir sin despertador, escuchar música con auriculares (mientras trabajo), tomar café o té todos los días (antes de trabajar), y tomar algún tipo de estimulante, o alcohol (a veces no estoy trabajando) de una a cinco veces por semana Con ciertos días/semanas de diferencia, necesito generar situaciones de “disturbio” en niveles tolerables y también crear situaciones variadas, dependiendo de lo que me den ganas en mi régimen. No estoy seguro de producir más con este “régimen”. Tal vez sería más feliz si simplemente produjera más. Es más, tal vez ni siquiera sea un “régimen” porque tiene disturbios.
-La mayoría de tus textos tienen elementos divertidos. ¿Cuál es tu idea sobre el humor en la literatura?
-Cualquier cosa puede resultar graciosa dependiendo del contexto. A veces una cosa graciosa puede resultar triste si cambia el contexto y algo que era triste puede volverse gracioso. Personalmente, disfruto la literatura que es al menos “un poquito” graciosa, pero soy consciente de que lo que yo considero gracioso puede no serlo para otra persona.
-Escribiste un libro con Ellen Kennedy llamado hikikomori. ¿Cuál es el origen de ese concepto y cómo llegaron a la idea de hacer un libro de correos electrónicos con él?
-Los hikikomoris son un fenómeno japonés de los últimos años. Hikikomori en japonés quiere decir confinamiento y a partir de esa palabra se da nombre a jóvenes que deciden dejar de salir de sus casas y sólo relacionarse con el mundo por Internet. Pero me acuerdo cómo me enteré de la existencia de los hikikomoris. Creo que también debe haber sido por Internet, en algún punto. Me gusta la cultura japonesa porque tienen altos índices de suicidio, son más tranquilos que los estadounidenses y me gusta su comida.
-Por lo que mencionás, no parece que tuvieras una relación muy fácil con las personas. ¿Puede que eso tenga algo que ver con que en tu obra aparezcan muchos animales?
-Posiblemente que escriba sobre ballenas, hámster, pájaros, osos o delfines tenga que ver con sentirme decepcionado por las personas o alienado. Es un truco ver a un perro y sentir que el perro me quiere, es la salida fácil o algo así. Los animales son graciosos. Si uno ve un animal feo se ríe o le resulta simpático, no le desagrada ni le disgusta para nada. Pero si no ve una persona fea, no sé. Es diferente. Yo prefiero a los animales muy feos que a los que se supone que son “hermosos” como los caballos, por nombrar uno. O bueno, por lo menos a veces los prefiero (cuando digo “feos” no quiero decir “sucios”, prefiero a un caniche toy que a unos de esos perros que tienen la cabeza gigante porque no babean tanto y me parecen más limpios y chiquitos, así que también deben cagar menos). Sin embargo, estoy diseñado genéticamente para que me atraigan sexualmente las personas hermosas. Ese rasgo evolutivo es muy fuerte, en el sentido de que involucra más que la atracción sexual en sí. Parezco un científico.
-Escribiste una novela titulada Richard Yates: es un nombre que se lee bastante en los escritos de los autores de tu generación…
-Me gusta mucho Richard Yates. No creo que haya influenciado directamente a muchas personas nacidas después de 1980 pero si me parece que fue un nombre muy influyente para autores nacidos veinte o treinta años después de él, como Ann Beattie, y esos escritores son los que me han influenciado a mí y a otra gente de mi edad. Mi libro favorito de Richard Yates es Desfile de pascuas.
-¿Cómo empezaste Muumuu House, tu editorial?
-Empecé con US$6000 que había recibido en concepto de regalías, de los cuales 4500 eran de la venta de los derechos de mi primera novela para ser traducida al alemán. Para publicar elegí los libros de amigos que me gustaba cómo trabajaban. Desde entonces, también publiqué a mi mujer, pero ahora estamos separados. Trabajé con todos los autores preguntándoles qué querían y cómo podía ayudarlos con eso. Ellos mismos diseñaron sus tapas, excepto en el caso de Megan (mi ex-mujer) con quién trabajamos juntos en el diseño de la tapa.
-¿Cómo se gana la vida un escritor joven en Nueva York?
-Terminé la facultad en mayo de 2005. Hasta agosto de 2008, trabajé en librerías y restaurantes y robé baterías que después vendía en eBay. También vendí alguna obrita de arte. Pero desde agosto de 2008, he pedido prestado dinero por Twitter y a otras personas. En este momento, tengo una deuda de 10000 dólares. Pero cuando termine mi próximo libro me van a pagar 14000 de adelanto y posiblemente otros 14000 después de que se publique.
-¿Tenés alguna opinión sobre la literatura contemporánea?
-No tengo una opinión al respecto. Para empezar, no tengo idea de lo que las palabras “literatura norteamericana contemporánea” significan, excepto por una vaga idea en mi mente sobre la que no me gustaría discutir dado que no es nada específica. Tampoco leo en otras lenguas, así que sobre el resto de la literatura contemporánea sólo conozco a los autores por traducciones. Como a Kobo Abe, Hitomi Kanehara, Haruki Murakami, Osami Dazai y algunos otros.
-¿Pensás que la literatura está cambiando a partir de la incorporación de las nuevas tecnologías y los nuevos soportes?
-No tengo una opinión formada al respecto. Pero no creo que esté cambiando en un modo muy diferente a cómo ha estado cambiando siempre, aunque tampoco estoy demasiado seguro de eso. Lo que escribo es igual a lo que otros escribieron veinte o cuarenta años atrás. Me gustaría escribir un libro como El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, escrito como un heterónimo pero que se pareciera a mí y estuviera, como Bernardo Soares, melancólico y triste. Pero eso ya se hizo hace ochenta años. Siento que no ha habido tantos cambios, al menos en lo referente a mi personalidad literaria. No sé cuál es el caso de otras personas.
-Hiciste un par de películas con MDMfilms, la productora que fundaste con tu ex mujer Megan Boyle ¿Cómo surgió la primera película, Bebe Zeva?
-Bebe Zeva era una chica de 17 años con mucha presencia en internet. Yo la conocí a través de su sitio web que se llama Hipster Runoff. Megan y yo estábamos en Las Vegas y decidimos que queríamos hacer un documental acerca suyo. Le escribimos un mail preguntándole si estaba interesada y dijo que sí. Así que la seguimos durante toda una noche, alrededor de cinco horas en total, y filmamos todo. Lo editamos en noventa minutos. La premier fue en el Soho House de Manhattan. Fue una buena experiencia. Pero recibimos muchas críticas y ya no estoy seguro de lo que opina Bebe al respecto. Ann Hirsch escribió un artículo en el que decía que Megan y yo habíamos explotado a Bebe Zeva y que le habíamos impuesto nuestra marca. Yo no estoy para nada de acuerdo con eso, pero creo Bebe sí estuvo de acuerdo, o dijo algo bueno al respecto del artículo. No estoy seguro de cuál es su opinión. A mí el documental me gusta.
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