"Escribir también es una forma de conocerse"

Miércoles 16 de setiembre de 2015
Entrevista con el escritor venezolano, Premio Herralde de Novela, uno de los invitados al VII Filba Internacional.
Por Valeria Tentoni. Foto Efrén Hernández.
Alberto Barrera Tyszka (en Twitter, @barreratyszka) nació en Caracas en 1960 y es, además de escritor, guionista. En 2006 y por unanimidad, el jurado del Premio Herralde se rindió ante su novela La enfermedad. Ese libro también fue reconocido con el Premio a la Mejor Novela en Lengua Extranjera de la Casa Editorial del Pueblo, en Pekín, China. Allí, la única cosa que puede ser a la vez lenta y vertiginosa en el mundo –la muerte–, acaricia los talones de los personajes, terriblemente conscientes de sus cuerpos y de las fallas en sus engranajes. Su interés por la fragilidad quizás provenga de la experiencia que tuvo como enfermero a sus 18 en un hospital oncológico. Cáncer terminal es el diagnóstico que se le retacea al hijo del médico Miranda, protagonista de esa novela, aparecida después de También el corazón es un descuido.
Barrera Tyszka además se dedica al cuento, al ensayo, a la poesía y al periodismo. Escribió, por ejemplo, Crímenes, Edición de lujo, de cuentos, y la primera biografía documentada de Hugo Chávez, junto a la periodista Cristina Marcano. Algunos poemas de La inquietud pueden leerse aquí: "Los / poetas son / un tropiezo incómodo /en el lenguaje, un / accidente. // Nadie sabe qué quieren. // Nadie sabe a dónde van. // ¿Por qué escriben lo que sienten? // ¿Para qué?"
En el marco del Filba, estará dando un taller de guión, “Pensar y escribir en imágenes”, en Buenos Aires y en Santiago de Chile. También estará conversando acerca de la experiencia de cruce de los procesos creativos de los autores que escriben para televisión con Andrés Burgos y Sergio Olguín, y Marcelo Leonart en Chile, además de participar en la noche de poesía en los corredores de la antigua Abadía.
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—Contaste que cuando comenzaste a escribir guiones de telenovelas, tu mamá se avergonzaba. ¿Cómo fueron esos primeros trabajos?
—En realidad, yo sentía la misma vergüenza que mi madre. No había visto una telenovela en mi vida. Me parecían de una cursilería infumable. Comencé a escribir guiones de telenovelas porque necesitaba trabajar y quería, además, ganarme la vida escribiendo. No se trataba de una elección creativa sino de una urgencia alimenticia. Me llevó tiempo aprender a relacionarme de manera saludable con la televisión.
—¿En qué creés se emparenta una buena novela con una buena tira de televisión?
—Son formatos muy distintos. La escritura para tele es un proceso colectivo, sometido a unas reglas de producción estrictas, no tiene la libertad y la ambigüedad que tiene la escritura literaria. En un libro, el texto lo es todo. En un obra audiovisual, no. El texto es un insumo importante, pero no definitivo. Siempre está en movimiento. En cualquier parte del proceso puede cambiar. Incluso al final, cuando ya ha sido filmado. Quizás la herramienta más común y eficaz que tienen ambas escrituras son los diálogos.
—Trabajás como script doctor, ¿no? ¿Qué ideas recordás haber invertido en plots de series para resucitarlas?
—Trabajé un tiempo en esa labor, y me encantaba. Por lo general, usaba siempre El Conde de Montecristo. Es de una eficacia aterradora. Cualquier melodrama televisivo en crisis puede aterrizar perfectamente, en cualquier momento, en el Castillo de If.
—Tomando el camino de tus libros, ¿cómo surge la historia de La enfermedad? Trabajaste como enfermero oncológico... ¿Qué te proponías contar?
—Yo nunca tengo demasiado claro hacia dónde voy. Escribo con intuiciones, no con mapas. La escritura es un misterio. A veces uno cree que quiere contar algo y, finalmente, resulta que termina contando otra cosa. Con La Enfermedad pasó un poco así. Empecé con la intención, no demasiado definida, de escribir un relato sobre un hipocondríaco que busca a un médico, pero ese relato se me fue yendo de las manos y comenzó a convertirse en otra cosa. Así se fue transformando en novela. Nunca, conscientemente, de manera deliberada, puse mi experiencia como enfermero sobre la mesa. La recordé después, mientras corregía el manuscrito. Escribir también es una forma de conocerse.
—En También el corazón es un descuido ya habías invertido escritura alrededor del dolor. ¿Por qué creés que es un tema que te convoca, un estado de los personajes que te permite contar una historia?
—No lo tengo muy claro pero es evidente que ése es mi tono, es lo que me gusta, me atrae. El diálogo que le propongo al lector casi siempre se establece desde ese territorio: desde la fragilidad, desde el dolor. Como si la literatura fuera el lugar de las heridas.
—¿Cómo comenzaste a escribir?
—Empecé a escribir en la adolescencia. Primero poesía y, luego, algunos cuentos. De esto, para suerte mía y de cualquier lector, ya no queda nada. Era ejercicios de búsqueda, con mucho de imitación de los autores que leía, pura gimnasia de un muchacho que anda buscando una voz.
—¿Cuáles fueron las lecturas que te marcaron por entonces, los libros que te decidieron a intentarlo?
—De niño me sorprendió mucho un autor llamado Karl May. Escribía voluminosas novelas de indios y vaqueros. Me parecía sorprendente que un alemán pudiera imaginar y contar el viejo oeste norteamericano. También Quiroga fue determinante. Los Cuentos de Amor, Locura y Muerte cambiaron mi vida. Sentí que quería ser escritor, que quería escribir algo tan sensacional como "La gallina degollada". En poesía me pasó más o menos lo mismo con Vallejo. A loas 15 o 16 años. Leer la poesía de Vallejo también sacudió mi vida, mi idea de la poesía, mis ganas de ser escritor.
—Vas por cantidad de géneros, inclusive el periodístico: ¿sentís que la pregunta, cuando llega, alrededor de este punto, es más bien de reclamo? ¿En algún punto se te presentó incompatibilidad, o estas escrituras colaboran entre sí?
—Hay quien piensa que no es posible dedicarse a muchos géneros sin descuidar algo. Que es una suerte de práctica pagana, que supone que no se puede ser bueno en un género literario sin dedicarse de manera exclusiva a él. Yo por supuesto no comparto esa opinión. Entre otras cosas porque yo no voy por la vida buscando coleccionar géneros literarios. Escribo guiones porque siempre quise vivir de la escritura. Vengo de un país donde la costumbre era que los escritores vivieran del Estado. Yo quería vivir de mi trabajo con las palabras. Me parece más decente escribir telenovelas que trabajar en un ministerio. El periodismo o la crónica son mi forma de ejercer la ciudadanía, de relacionarme con la política, con lo que ocurre en el país. Nunca he sentido que todo esto conspire en contra de mi escritura literaria. Supongo que hay vasos comunicantes, que hay elementos que se cruzan, pero en general se trata formatos muy distintos, claramente separados.
—Fuera de tema, pero una más: ¿el último disco que escuchaste completo?
—Currency of Man, el último disco de Melody Gardot.