“Tenemos derecho a ser malos”

Lunes 09 de noviembre de 2015
El puertorriqueño Luis Negrón habla del libro de cuentos Mundo cruel (Páprika): “Leer a Manuel Puig es como abrazar a alguien que ya conoces”, dice.
Por Patricio Zunini.
Lejos de ser un catálogo de penurias o de bondades, los once cuentos que componen Mundo Cruel, del puertorriqueño Luis Negrón (Ed. Páprika), tienen al tema gay como eje principal. Pero, como dice Antonio Jiménez Morato, en el libro hay más de lucha de clases que de reivindicaciones sobre derechos para minorías. Las historias, que desbordan de humor, van del melodrama a la sátira, del camp al kitsch. “Me gustan los subgéneros”, dice Negrón, “como me gustan mis novios más feítos”.
Luis Negrón estuvo en Buenos Aires y con él hablamos de Mundo cruel.
—El humor siempre nos desarma. Si estás peleando con alguien y en el momento dices algo que los hace reír, es más fácil para cambiar el tono y acercarse. La risa quiebra y une a la misma vez. El humor se utiliza como una lingua franca. Es lo que une a todo el mundo, casi siempre un empieza con un chistecito para romper el hielo, la broma nos acerca.
—¿El tema gay es recurrente en tus cuentos o sólo lo trabajaste en Mundo cruel?
—La literatura se parece a quien la escribe. La literatura tiene sangre, sudor, semen, siempre permea lo que uno es. Y a mí ser gay me parece una cosa chévere e ingeniosa y maravillosa. Siempre escribo desde ahí. Es mi materia prima. Me gusta narrar historias desde ahí. Todo lo que escribo parte desde ahí, pero no como propósito sino como algo natural.
—Para narrar una relación heterosexual, ¿sí deberías proponértelo?
—Si la historia la trae... No hay una exclusión. Los cuentos mandan, los cuentos te dicen hacia dónde van a llegar, qué necesitan. Me imagino que en algún momento surgirá, pero no es algo que me preocupa.
—Mi percepción es que hoy el gay no es alguien discriminado o segregado y que tal vez quien ocupa hoy ese rol es el travesti. No sé si compartís la opinión.
—La travesti siempre la tiene peor. Incluso los mismos gay la atacan, la ven como culpable de la homofobia. Pero, mira, en Puerto Rico tenemos las mismas leyes que aquí, pero todavía hay instituciones donde la gente está por la libre para discriminar. Las leyes son tal vez una aspiración, pero no son reflejos de una justicia total. Es contradictorio porque tenemos todas las leyes menos una: si eres profesor de una institución religiosa te puede botar. Siempre hay espacio para la exclusión, pero precisamente lo que intento hacer con el libro es decir que incluso en aquellos espacios bien limitados hay una existencia que también goza, que vive. No es un catálogo de tragedia.
—Me gustó que en el libro no hubiera ningún mensaje sobre lo bueno que es ser gay.
—Realmente no me siento cómodo con la identidad de gay de mercado. Lo puedo entender porque es gente que se siente todo el tiempo excluida y de momento encuentran una casa. Será una casa frívola para unos, medio fascista para otros, pero es el único espacio que tienden. Quién soy yo para decirles "Salte de ahí". Claro está que yo los hamaqueo con la esperanza de que empiecen a cuestionarse y a mirar que todo es más complejo. Tenemos derecho a ser malos, tenemos derecho a ser locas nazis si queremos. ¿Por qué tenemos que siempre sobre compensar? Si todo el tiempo estamos diciendo que somos humanos. Podemos joderla y levantarnos y que nos den otra oportunidad como a los demás. De las primeras cosas que intuí fue que no la podía cagar, que tenía que ser súper buen niño, súper buen estudiante, porque sabía que en algún momento iba a venir una noticia o algo que me iba a delatar. Recuerdo la angustia que me daba hacer todo bien y que viniera la palabrita que rompía la paz. En muchas sociedades no hay nada que valga menos que una marica. En Puerto Rico hay gente que dice prefiero un hijo tecato [drogadicto] que un hijo maricón. O con las hijas: para pata [lesbiana] puta. Eso se ve como la traición mayor. Recuerdo que en Estados Unidos no aceptaban homosexuales en el ejército porque supuestamente tenemos la tendencia a traicionar. Yo me lo tomo con humor: "Bueno, si el enemigo está bueno yo también los traiciono". Peor siempre está la mirada de sospecha, la mirada que te dice: "Vamos a ver cómo te comportas". Y yo no quiero que mi literatura caiga en esa trampa. Acéptalos como son. Todos —gay o no gay— tenemos que negociar con lo que nos duele. Tenemos que aceptar un poquito el dolor para entrar al goce. Es una negociación constante toda la existencia.
—La primera edición de Mundo cruel cuentos que esta. ¿Quiere decir que vas a seguir trabajando sobre el libro?
—No creo. Me siento bastante satisfecho con Mundo cruel. Los nuevos dos cuentos caben y si caben no hay que explicar. Pero está resuelto. No estoy alejado del libro, para mí los libros son como los hijos. Tengo una hija que lleva 24 años dando candela y todavía la tengo ahí. Acabo de escribir un musical de uno de los cuentos, "El jardín". Es un musical para llorar. Para llorar por otra cosa que no sea tu dolor. Por eso que me encanta el melodrama, porque es la forma más falsa de sufrir. El melodrama es un escaparate, un dolor adornado, me encanta.
—Hablando de melodrama, el libro abre con una cita de Un destino melodramático, de Manuel Puig. ¿Qué hubiese pasado con la literatura sin Puig?
—Yo creo que hubiese sido bastante aburrida. Manuel aumentó el menú. A esa parte de atrás de la alacena que nadie usa, él le dio sabor. Se atrevió a ver la belleza en donde supuestamente no la hay, encontró filosofía donde supuestamente hay vulgaridad de pensamiento, con elementos como el melodrama, la radionovela y todo eso. No es que elevó los géneros sino que vio lo genial y lo filosófico ahí. Manuel es más que todo un gran humanista porque nos entiende y nos implica como nadie. Leer a Manuel es como abrazar a alguien que ya conoces.
—La primera vez que supe de vos fue por una columna de Antonio Jiménez Morato que tenía una foto tuya en blanco y negro: por esa foto me había imaginado que eras una persona más dura, casi un boxeador.
—Pues qué te digo, a mí me gusta la foto, me veo malo, me veo sexy. Además la hizo un novio mío, un nene que me encanta, y esa es una forma de que me acompañe. Y ese también soy yo. Yo también soy complejo y en algún momento puedo estar de malhumor. Yo también sé boxear. Yo a la gente de mi barrio le digo: "Sé pelear y cuando no sé pelear sé correr, así que no te metas conmigo". Para ser así suave, tengo que ser duro y fuerte.
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