“Me interesa la literatura que trabaja una brutalidad desde la técnica”

Viernes 23 de octubre de 2015
Maximiliano Barrientos habla del volumen de cuentos Una casa en llamas, que acaba de publicar Eterna Cadencia Editora. "Una literatura que se mueva dentro de un plano puramente intelectual me parece una literatura con anemia", dice.
Por Patricio Zunini.
La entrevista es por Skype y detrás de él se ve una biblioteca repleta de libros y un póster de kick boxing. Maximiliano Barrientos habla desde Santa Cruz, Bolivia, del libro de cuentos que acaba de publicar Eterna Cadencia Editora: Una casa en llamas tiene mucho de libros y mucho de kick boxing. O, mejor dicho, mucho de la intensidad violenta que ese deporte desarrolla.
—La violencia aparece en los cuentos —dice Barrientos.— No intento volverla glamorosa ni retratarla o denunciarla, va por otro lado: una tercera vía, para decirlo de otra forma. La violencia es parte del misterio de lo que significa lo humano. Y yo estoy seducido por eso; escribo básicamente porque creo que hay un misterio que sólo puedo vislumbrar y trato de narrar lo que hay en la periferia de ese misterio.
—El primer cuento del libro habla de un luchador en decadencia. ¿Es eso lo que te atrae de la lucha libre y del kick boxing?
—Me gustan mucho las artes marciales mixtas y el boxeo. La intensidad que hay en ese deporte es sublime, es algo que en cierta medida busco en la literatura. No me interesa una literatura que trate de resolver problemas. Una literatura que se mueva dentro de un plano puramente intelectual me parece una literatura con anemia. Me interesa la que plantea una conmoción. En cierta medida veo eso en el deporte: veo cuerpos sometidos hasta su límite. Pero dentro de esa brutalidad también veo mucha técnica. Esa dualidad me parece fascinante. Es lo que busco en la literatura. La literatura que me interesa es eso, es una brutalidad trabajada desde la técnica.
Con un lenguaje despojado, casi cinematográfico, Barrientos sigue los dramas de personajes solitarios, invadidos por la tristeza en un mundo hostil. Historias que se sumergen en las grietas de la soledad y el alcohol.
—¿El tema de los cuentos es la soledad?
—Puede ser. Los personajes están solos y algo dañados, quieren sobrevivir a cosas que no terminan de procesar del todo. En cierta medida son historias de esa transición. La novela La desaparición del paisaje trataba el proceso de recontruirse, en estos cuentos hay soledad y daño. Hay mucha más violencia que en la novela. Pero son cosas que yo vislumbro desde ahí, no son cosas de las que pueda tener certeza totalmente.
—Me sorprendió la manera en que trabajás a los personajes femeninos. Pienso en el cuento de Sara, la mujer que revive el momento en que la violaron.
—A ella la violaron como una venganza a su marido y luego de muchos años, cuando pensaba que había superado el trauma, se encuentra con el hombre que la entregó. Ella, entonces, planifica una venganza con el hijo de ese hombre. Pero además del tema de la venganza me interesaba también el tema de la redención. Quizá ese sea un subtexto en varios de los relatos. Sólo podía tener lugar si se renunciaba al acto de la venganza. Y creo que se establece un dilema ético: lo raramente ético ocurre cuando uno tiene las condiciones para ejercer mal en el otro y renunciar a esa posibilidad. Ese fue el verdadero momento de la redención de este personaje.
—Antes yo hablaba de soledad, pero creo que "redención" se aplica mejor al tema de los cuentos.
—Es muy humano querer redimirse. Nadie puede estar continuamente en un estado de exilio. Aunque le redención sea una búsqueda activa o pasiva, nunca se renuncia del todo.
—La influencia de cierta literatura estadounidense, como los climas de Cheever, se hace muy presente en tus cuentos. Incluso en la novela. Quería preguntarte si es algo que buscás, si es una manera de diferenciarte del imaginario del escritor boliviano, si es algo que descubriste en el tiempo en que viviste en Estados Unidos...
—Desde muy joven me formé leyendo a muchos escritores norteamericanos. Pero eso también le ha pasado a muchas generaciones de escritores latinoamericanos. No se puede pensar el Boom sin la gran sombra de Faulkner. Incluso en los autores que siguieron: Piglia es un gran lector de literatura norteamericana; claro que él la fusiona o la digiere con otro tipo de tradiciones, como la argentina. Me interesa mucho la literatura norteamericana porque trabaja el tema de la experiencia y la emoción en forma directa, proponiendo una escritura para nada retórica. Y plantea una literatura de la intensidad donde, como decía antes, en vez de proponer problemas trata de producir un efecto. Pero eso que se volvió como una marca de cierta literatura norteamericana, también está en muchos otros autores que no necesariamente descienden de esa línea, como por ejemplo, Agota Kristof, que es alguien que me voló la cabeza. No creo que ella tenga una relación directa con la literatura norteamericana, pero se reproduce cierto tono: la prosa es completamente despojada, en lugar de palabras pareciera que tuvieran cuchillos. Es súper intensa, súper dura. Conecto mucho con ella.
—Con respecto a la presencia de Santa Cruz, una ciudad que circula por los cuentos, pero tal vez por la sensación de la literatura de los Estados Unidos, hace que sea un poco deslocalizada. ¿Es búsqueda o efecto? ¿Cómo es tu relación con la ciudad?
—Tengo una relación muy estrecha con mi ciudad. Si bien es cierto que en los últimos años he podido viajar mucho, siempre lo he considerado como el espacio urbano donde me formé. Mis primeras experiencias importantes sucedieron acá, es la ciudad a la que vuelvo y a la que me acerco narrativamente. Aún cuando algunos de los cuentos del libro fueron escritos en Estados Unidos. Pero fue ese efecto de distancia el que me permitió narrar la ciudad de una manera más cercana, al menos, emocionalmente. Tengo la idea de que para narrar la ciudad uno tiene que sentirse extraño.
—Una idea muy de Walter Benjamin.
—Exactamente. El decía que la única forma de conocer una ciudad es perdiéndose. Esa idea es fantástica. Yo puedo escribir sobre Santa Cruz en la medida en que no me sienta absolutamente familiarizado con el espacio urbano, con su geografía, etc. Por otro lado, lo que mencionás forma parte de un proceso globalizado en el que vivimos. Mi generación ha tenido la oportunidad de leer a otros escritores y aprovechar las técnicas narrativas sobre cómo abordaban su propia ciudad para trabajar con los propios textos. Me parece que eso también se está dando en la Argentina. Si vemos la obra de Selva Almada, Lamberti o Falco, ellos narran sus provincias pero desde una tradición que no es necesariamente la argentina. En el caso de Selva Almada viene de Flannery O'Connor; en el de Lamberti viene de cierta literatura de género como Stephen King. Creo que se da ese fenómeno en cierta literatura latinoamericana: podemos acercarnos a lo puramente local desde técnicas y estrategias narrativas que son universales. Cosa que 50, 60 o más años atrás no se daba tan naturalmente. Es todo un tema sobre la tradición.