“Escribo sobre cosas que no podría hacer”

Viernes 25 de setiembre de 2015
La brasileña Ana Paula Maia habla de su novela De ganados y de hombres (Eterna Cadencia Editora).
Por Patricio Zunini en colaboración de Cristian De Nápoli.
Foto: Marcelo Correa.
Además de la novela De ganados y de hombres, traducida por Cristian de Nápoli (traducción muy recomendada por Damián Tabarovsky), hay en español un cuento de Ana Paula Maia disponible en la revista Orsai: “Carbón animal”, se llama. En el cuento subsiste el tono sobrio e impasible ( Daniel Gigena dixit). En ese cuento, el bombero Ernesto Wesley es el encargado de usar el cortafierros en los accidentes. Tiene una enfermedad que lo insensibiliza y por eso no sufre con las quemaduras. Wesley, o mejor Ernesto Wesley porque Ana Paula Maia lo llama siempre con su nombre completo, señala que la única manera de reconocer un cuerpo carbonizado es por los dientes: «El mejor consejo», dice, «es que cada quien cuide sus dientes más que su dignidad, porque la dignidad no dirá quién sos, o mejor dicho, quien fuiste. La profesión, el dinero, los documentos, la memoria y los amores no sirven tampoco de mucho. Si tu cuerpo está carbonizado, solamente los dientes van a contar tu historia. Los que no tienen dientes no llegan ni a miserables.»
El protagonista de De ganados y de hombres se llama Edgar Wilson. Comparte con Ernesto Wesley sus iniciales y al igual que el bombero siempre es llamado por su nombre completo. La ficción esta vez nos lleva al matadero de Don Milo, donde Edgar Wilson es el encargado de darles el golpe aturde a las vacas y las deja inconscientes. Edgar Wilson es puntilloso con su tarea porque el sufrimiento de un animal endurece la carne, pero también, y sobre todo, porque es piadoso. Se sabe un asesino, pero no es perverso. Simplemente ocupa una función «en la línea de sacrificio». Buscando el grado cero de la definición de lo humano, la novela humaniza a los animales y dota de rasgos bestiales a los hombres. ¿Cómo leer De ganados y de hombres: como una fábula moral, como una metáfora de la alienación capitalista, como un rasgo de la violencia latinoamericana? El fuego de Ernesto Wesley y la carne Edgar Wilson. Las llamas y el abismo.
Edgar Wilson viene de una novela anterior, que se llama Entre rinhas de cachorros e porcos abatidos, y hay en el nombre una pista literaria oculta. En el tiempo en que escribía aquella novela, Maia leyó el cuento “William Wilson” de Edgar Alan Poe, y se entusiasmó con darle a su personaje un linaje sombrío.
—Aquella novela —explica Maia— formó parte de una trilogía y los personajes de las otras novelas comparten las iniciales: Edgar Wilson, Ernesto Wesley y Erasmo Wagner. En Brasil hay una creatividad absurda para los nombres, pero es algo que en la literatura no se ve, parece que sólo hubiera Joao y José.
En el juego de mostrar y ocultar, los personajes de Maia tienen trabajos que la ciudad se fuerza por esconder: hombres que trabajan en crematorios, basureros, matarifes. Edgar Wilson dice que una hamburguesa redonda y bien condimentada no parece que haya salido de una vaca, «nada deja vislumbrar el horror desmedido detrás de algo tan delicioso y sabroso».
—A partir de mi tercer libro —sigue Maia— comencé un proyecto literario que tiene que ver con la relación del hombre con el trabajo, cómo un trabajo puede formar el carácter de una persona. Yo escribo sobre cosas que no podría hacer. Entre rinhas es la historia de dos matadores de puercos que apuestan en riñas de perros; O trabalho dos outros es sobre basureros. La literatura brasileña no pasaba por ahí. La literatura brasileña iba de la burguesía a las historias de crímenes, pero no miraba los trabajos de gente pobre y común.
—¿Por qué no hay mujeres en tus novelas?
—Sólo hay una boxeadora en mi segunda novela, pero era bastante secundaria. Para mí nunca fue un problema que no hubiera mujeres, pero sí lo es para los otros. No consigo escribir sobre mujeres, no hay mujeres en mis novelas. No me sale. Ya probé y me salió mal. Me quedo en el universo masculino. Si tenés que hacer un viaje largo, de seis meses o un año: ¿con quién te irías, con alguien con el que te llevás bien o te llevás mal? Yo tengo una vida cotidiana como cualquiera, pero cuando estoy el momento de escribir es como si me fuera a otro lugar. Es como si apareciera otra Ana Paula. Yo vivo en el universo femenino pero me gusta contemplar el universo masculino y por eso me gusta escribir sobre eso.
—En la novela hay también un devenir de lo religioso, que sube de a poco.
—Edgar Wilson tiene una conciencia religiosa y por eso yo debo escribir sobre eso. Yo tengo intereses religiosos, pero Edgar aún más. Y en esta novela hay un elemento sobrenatural, que es el suicidio de unas vacas, que acaba siendo sobrenatural simplemente porque no hay explicación científica. Pasa que en aquel lugar había una escasez de comida y las personas oraban por carne. Hay un pasaje en la Biblia, cuando el pueblo está en el desierto camino a la Tierra Prometida, los judíos le rezan a Dios y Él les envía una lluvia de alimentos, tal como aquí, estas vacas que se tiran por un barranco, son una lluvia de carne.
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