Una mariposa en la máquina de escribir

Jueves 15 de octubre de 2015
Se publica una nueva —la tercera y mejor— biografía de John Kennedy Toole, el autor de la genial novela La conjura de los necios. Publicamos el fragmento del prólogo de Una mariposa en la máquina de escribir (Anagrama) en donde el biógrafo plantea la importancia cardinal de la novela de Toole en la literatura moderna.
Por Cory Maclauchlin.
La vida y la muerte de John Kennedy Toole forman una de las historias más fascinantes de la biografía literaria norteamericana. Después de escribir La conjura de los necios, Toole se carteó durante dos años con Robert Gottlieb, de la editorial Simon and Schuster, con quien intercambió correcciones y comentarios. Al no obtener aprobación de Gottlieb, Toole, considerándola un fracaso, abandonó la novela. Años más tarde padeció una crisis nerviosa, emprendió un viaje de dos meses por los Estados Unidos y acabó suicidándose en una calle cualquiera en las afueras de Biloxi, Mississippi. Pasaron unos años hasta que su madre encontró el manuscrito en una caja de zapatos y lo envió a varios editores. Tras numerosos rechazos, acorraló al escritor Walker Percy, a quien La conjura le pareció una novela brillante y facilitó su publicación. El libro no tardó en convertirse en un éxito inmediato, y en 1981, doce años después de la muerte de Toole, obtuvo el Premio Pulitzer.
Desde entonces, se ha saludado a La conjura de los necios como la novela que plasma la quintaesencia de Nueva Orleans. Como dan fe muchos habitantes de esa ciudad, ningún otro escritor ha captado el espíritu de Nueva Orleans con más precisión que Toole, y hasta hoy la ciudad sigue honrando a su autor. Una estatua de Ignatius Reilly, el protagonista, se alza delante de D. H. Holmes, unos antiguos grandes almacenes de Nueva Orleans. Los personajes del libro desfilan por sus calles el día de Mardi Gras, y cualquier lector de la novela que visite el Barrio Francés sonreiría con el omnipresente carrito de Lucky Dogs.
Sin embargo, la novela sobrepasa los límites del regionalismo. Si bien Toole sitúa a los personajes y la trama en Nueva Orleans, su enfoque narrativo refleja influencias de los novelistas británicos Evelyn Waugh, Kingsley Amis y Charles Dickens. En el contexto de la literatura norteamericana, Toole está más cerca de Joseph Heller y Bruce Jay Friedman que de escritores sureños icónicos como Flannery O’Connor y William Faulkner. En el ámbito de la literatura sureña, La conjura parece una aberración. No obstante, con su humor oscuro y su mordacidad, encaja perfectamente dentro del panorama de la novela moderna.
Su éxito continuo es el mejor testimonio de la capacidad del texto para ir más allá de los límites de esa franja de tierra situada entre el lago Pontchartrain y el río Mississippi. La conjura de los necios todavía sigue cosechando lectores. Traducida a más de treinta lenguas, continúa imprimiéndose en todo el mundo. Maestros y profesores utilizan la novela en sus clases, tanto en la enseñanza secundaria, en las clases dedicadas al género satírico, como en cursos de posgrado en escritura creativa. No han sido pocos los proyectos para llevarla al cine, y una y otra vez aparece en los medios populares en las listas de las mejores novelas. Anthony Burgess, por ejemplo, en su artículo “Modern novels: the 99 best”, publicado en el New York Times, la sitúa junto a Por quién doblan las campanas y El guardián entre el centeno. No cabe duda de que La conjura es más que un paseo humorístico por una ciudad sureña; es un clásico de la literatura moderna.
Y el lugar que ocupa se lo ha ganado a pulso. En el prólogo, Walker Percy la describe como una compilación del pensamiento y la cultura occidentales, de Santo Tomás de Aquino a Don Quijote y Oliver Hardy, y considera que su colección de personajes es un logro sin parangón. Asimismo, la califica de comedia que va más allá del simple humor para ascender a la forma más alta de commedia. Con todo, si bien Percy celebra los grandes logros del libro, no se siente cómodo a la hora de enfrentarse con la tristeza que lo inunda, una tristeza cuyas raíces hay que buscarlas en la vida de Toole. Escribe Percy: «La tragedia del libro es la tragedia de su autor, su suicidio en 1969, cuando tenía treinta y dos años». A partir de entonces, los lectores de La conjura han tenido que manejar esta intrigante paradoja de la tragicomedia; la risa nunca está lejos del dejo de tristeza que produce recordar el trágico final de Toole. Más que la mayoría de las novelas, La conjura anima al lector a tener presentes la vida y la muerte del autor; y aunque el suicidio de Toole es un dato conocido por todos, su personalidad, su lucha y sus triunfos —en esencia, su vida— han sido hasta hoy una entrada poco importante de la colección de biografías del siglo XX.
Es posible que algunos críticos defiendan el lugar marginal que Toole ocupa dentro del canon de la literatura norteamericana. Con sólo una novela digna de mérito, es un autor fácilmente descartable, una flor de un día. A pesar de su talento, no proporciona a los estudiosos una serie de novelas que diseccionar. Con todo, esa crítica raramente ha mermado el interés de los biógrafos por Harper Lee, Emily Brontë o Margaret Mitchell; y si tomamos como referencia la calidad, entonces el escritor prolífico no tiene, dentro del canon literario, más valor que el individuo que compone una sola obra maestra.
***