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Los artistas no sólo hacen arte

El nuevo libro de la autora de Siete días en el mundo del arte explora lo que significa ser, hoy, un artista profesional. Publicamos aquí la introducción de Sarah Thorton a su libro 33 artistas en 3 actos (Edhasa).

Por Sarah Thorton.

33 artistas en 3 actos

“Yo no creo en el arte. Creo en el artista . ”
Marcel Duchamp

Los artistas no sólo hacen arte. Crean y preservan mitos que hacen que su obra sea influyente. Mientras los pintores decimonónicos se preocupaban por la credibilidad, Marcel Duchamp, el abuelo del arte contemporáneo, convirtió la creencia en una preocupación central del arte. En 1917 proclamó que un mingitorio era una obra de arte, y la tituló La fuente . Al hacerlo, afirmó el poder divino de todos los artistas de designar como arte cualquier cosa que se les ocurra. Sostener esta clase de autoridad no es fácil, pero hoy es esencial para los artistas que quieren triunfar. En una esfera donde cualquier cosa puede ser arte, dado que no existe una medida objetiva de la calidad, los artistas ambiciosos deben establecer sus propios estándares de excelencia. Generar esos estándares no sólo requiere una inmensa confianza en sí mismo: también requiere convencer a otros. Como deidades competitivas, los artistas necesitan crear obras que atraigan seguidores fieles.

 

Irónicamente, ser artista es un oficio. Cuando Duchamp rechazó lo “hecho a mano” en favor del readymade, comenzó a crear identidades además de ideas. Jugó con su persona pública en numerosas obras, presentándose vestido de mujer como Rrose Sélavy, y también como estafador y timador. Al igual que el tamaño y la composición de la obra, la manera de caminar y de hablar del artista tiene que persuadir, no sólo a los otros, sino a los propios artistas. Ya adopten una imagen pública colorida y grandilocuente o cultiven un perfil bajo en clave menor, los artistas creíbles siempre son protagonistas, nunca personajes secundarios que encarnan estereotipos. Por esta razón, pienso que los estudios de los artistas son una suerte de escenarios privados donde ensayan a diario ese “creer en sí mismos”. Este es uno de los motivos por los que decidí dividir 33 artistas en tres “actos”.

Este libro explora lo que significa ser, hoy, un artista profesional. Investiga cómo los artistas se mueven en el mundo y se explican a sí mismos. En el transcurso de cuatro años y viajando varios cientos de miles de millas aéreas pude entrevistar a 130 artistas. Algunos famosos y muchos artistas tesoneros e interesantes quedaron en el piso de la sala de montaje. Me guiaron dos criterios: el del curador y el del director de casting. En otras palabras, la obra de los artistas debía ser relevante pero sus personas públicas también tenían que ser convocantes. Más de una vez las entrevistas parecían audiciones. Recuerdo haberle formulado a un eminente fotógrafo, que siempre insistía en que lo llamaran artista, la pregunta-motor de mi investigación: “¿Qué es un artista?”. Él respondió: “Un artista hace arte”. Yo tuve ganas de gritar “¡Que pase el que sigue!”, como si detrás de la puerta hubiera habido una fila de potenciales personajes-artistas esperando ser llamados. Su razonamiento circular habría suscitado una serie de preguntas infructuosas. En verdad, demostró que si bien el mundo del arte está ostensiblemente abierto al “diálogo”, rehúye las preguntas incómodas y se aferra al desconcierto cuando le parece oportuno.

33 artistas en 3 actos muestra una clara preferencia por los artistas abiertos, elocuentes y honestos... lo cual no equivale a decir que en estas páginas la falsedad brille por su ausencia. Por el contrario, he incluido declaraciones sospechosas para lograr efectos de contraste y franca comicidad. A veces cuestiono los dichos de los artistas; otras veces los dejo pasar. Quiero que el juez sea el lector. Después de leer el manuscrito de 33 artistas... Gabriel Orozco, el único artista que aparece en dos actos distintos, dijo: “Aparecemos todos en ropa interior. Por lo menos algunos conseguimos dejarnos los calcetines puestos”.

Los artistas incluidos en este libro son oriundos de catorce países de los cinco continentes. La mayoría nació en las décadas de 1950 y 1960. Para poder explorar algunas de las variaciones de este campo en constante expansión, incluyo artistas posicionados en distintos puntos de los siguientes espectros: animador cultural versus académico, materialista versus idealista, narcisista versus altruista, lobo solitario versus colaborador. Si bien la mayor parte de estos artistas ha logrado un alto grado de reconocimiento en algún lugar del mundo, cada acto tiene una escena de un artista que da clases y, como la inmensa mayoría de los artistas, no vive de las ventas de su obra.

Los temas que encabezan los tres actos del libro fueron una influencia clave para mis elecciones. Política, afinidades y oficio son rúbricas que pueden encontrarse en cualquier volumen de antropología clásica. No son temas típicos de la crítica de arte ni de la historia del arte, pero a través de la investigación descubrí que demarcan la frontera ideológica que diferencia a los artistas de los no artistas, o a los “verdaderos artistas” de los mediocres. Política, afinidades y oficio son cuestiones relacionadas con algunas de las cosas más importantes de la vida: preocuparse por la influencia que se ejerce en el mundo, conectarse de una manera significativa con los otros, trabajar duro para crear algo que valga la pena. En el “Acto I: Política” investigo la ética de los artistas, sus actitudes hacia el poder y la responsabilidad, prestando especial atención a los derechos humanos y la libertad de expresión. En el “Acto II: Afinidades” indago las relaciones de los artistas con sus pares, musas y seguidores, con la mirada puesta en la competencia, la colaboración y, en última instancia, el amor. “Acto III: Oficio” se ocupa de las habilidades y destrezas de los artistas y de todos los aspectos que comprende hacer una obra de arte, desde su concepción hasta las estrategias de mercado, pasando por la realización. De más está decir que la “obra” de un artista no es un objeto aislado, sino una cifra de su manera de hacer y entender lo que hace.

33 artistas en 3 actos es, también, un libro anticonvencional, porque insiste en comparar y contrastar a los artistas. La mayor parte de la literatura especializada consiste en discretas monografías sobre artistas individuales, o bien, cuando se incluye a varios artistas en un mismo volumen, se trazan perfiles individuales y desconectados unos de otros. Incluso en los casos de muestras grupales que reúnen a los artistas de maneras interesantes o renovadoras, el protocolo de los ensayos del catálogo sigue siendo comparar las obras y no a sus hacedores. Es sabido que nada le gusta más al mundo del arte que aislar al “genio”.

Cada acto de este libro gira en torno de personajes recurrentes que se complementan mutuamente. El Acto I está protagonizado (entre otros) por Ai Weiwei en antagonismo con Jeff Koons, mientras que el Acto III opone a la artista performática Andrea Fraser y a Damien Hirst. Entre una cosa y otra, el tema de la afinidad conforma grupos antes que pares. En el Acto II aparece una familia entera: Laurie Simmons (fotógrafa), Carroll Dunham (pintor) y sus dos hijas, Lena (autora-directora-estrella del programa de televisión Girls ) y Grace (estudiante en Brown). Sus escenas se yuxtaponen con las de Maurizio Cattelan, un soltero duchampiano, y sus cómplices, los curadores Francesco Bonami y Massimiliano Gioni, que a su vez son puestos en perspectiva por un par de encuentros con Cindy Sherman, quien alguna vez dijo que Simmons era su “alma gemela en el arte”.

Así como mi libro anterior, Siete días en el mundo del arte, era una crónica del período 2004-2007, 33 artistas en 3 actos es una instantánea del pasado reciente. Los tres actos comienzan en el verano de 2009 y continúan cronológicamente hasta el momento de la escritura (2013). El estatus de los artistas ha cambiado notablemente en las últimas décadas. Ya no se los tipifica como marginales pobres que luchan por sobrevivir; ahora son modelos de creatividad para los diseñadores de moda, las estrellas pop e incluso para los chefs. Su habilidad para crear mercados para sus obras e ideas inspira a emprendedores independientes, innovadores y toda clase de líderes. Ciertamente, ser artista no sólo es un trabajo, sino también una identidad que depende de un amplio espectro de capacidades extracurriculares.

33 artistas en 3 actos aspira a ofrecer a sus lectores una semblanza vívida y rica en matices de un grupo de profesionales a los que el mundo posiciona cada vez más como individuos ideales con libertades envidiables. Unos pocos amigos del mundo del arte intentaron en un principio convencerme de que los artistas son tan únicos que sería un error –por no decir una falta de respeto– definirlos o escribir sobre ellos como grupo. Pero confío en que, cuando los lectores lleguen a la última página, tengan la fuerte sensación de que existen muchos paralelos entre artistas que habitualmente consideramos sin relación alguna.

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