Derry les da la bienvenida

Jueves 01 de octubre de 2015
A 50 años de la publicación del primer cuento de terror de Stephen King, la editorial Interzona publica una antología latinoamericana que homenajea al gran escritor de terror de nuestra época. Presentamos aquí la nota de presentación del compilador de King. Tributo al Rey del Terror.
Por Jorge Luis Cáceres.
Mi primer encuentro con la obra de Stephen King se dio en la difunta librería Studium, de la avenida 10 de agosto en la ciudad de Quito. Cuando era chico, mi padre tenía la costumbre de llevarme cada fin de mes a la librería para que escogiera el libro que más me gustara con la única condición de terminar de leerlo. En uno de los estantes de la sección de jóvenes lectores encontré el ejemplar de La torre oscura III: Las tierras baldías. En la solapa la figura de King sobresalía en relieve bajo una amplísima inscripción que rezaba: “El maestro del terror”. Para dividir cada capítulo había ilustraciones a color y dibujos en blanco y negro de un peregrino con imagen de pistolero. Esa misma noche arranqué con la lectura y me volví una especie de máquina devoradora de libros, y aquel hombre se convertiría como en el mítico relato de Pandora, en el hacedor del mal que permite escapar a los miedos para convertirlos en literatura.
De este modo en el año 2012 decido darme a la tarea de realizar una cartografía iberoamericana de escritores que tengan como referente la obra de Stephen King y descubro una fascinación y, hasta cierto punto, un fanatismo comparado solo con una estrella de rock. La pregunta que me haría entonces sería ¿por qué no se le ocurrió a otra persona hacer este homenaje, si muchos lo tenían pensado? De no ser así, la convocatoria para esta antología habría sido tan limitada que no hubiese tenido sentido publicar un libro de estas características que se concretó en una primera edición publicada en Ecuador bajo el titulo No entren al 1408, antología en español tributo a Stephen King, gracias a Editorial La Biblioteca de Babel de Quito, en el año 2013 y reeditado en México por La Cifra Editorial y el Conaculta, en julio del 2014.
Los cincuenta años desde la publicación del primer cuento de Stephen King, que apareció «en un fanzine de terror dirigido por Mike Garrett, de Birmingham (Alabama), bajo el título “In a Half- World of Terror”, o como el autor lo bautizó originalmente “I Was a Teenage Graverobber” (1965)», Interzona Editora los quiere celebrar con la tercera edición de esta antología, a manera de tributo que crece y se transforma en Tributo al Rey del Terror, y que cuenta con la participación de destacados escritores de España, Ecuador, Bolivia, Argentina, México, Perú, Chile y Cuba, y con once relatos inéditos escritos especialmente para este libro; con el afán de explorar los temas planteados en la obra de Stephen King, como la extrañeza, lo insólito, el terror en su máxima expresión o lo fantástica que puede resultar la vida cotidiana. Este libro plantea la formulación del miedo como algo muy personal, es decir: «lo que nos asusta varía ampliamente de un individuo a otro». Por tal razón no hay que tomar esta antología como un catálogo de horrores intertextual con la obra de King, sino como una concepción individual del miedo. «Lo que vale es la historia, no el que la cuenta».
Stephen King en diálogo con Iberoamérica
Poniendo en práctica los principios propios de una creación canónica que pretende definir varias claves de lectura del género fantástico, en especial del terror iberoamericano, este libro (King. Tributo al Rey del Terror), representa una cartografía de miedos y obsesiones que tienen los autores y que están distribuidas geográficamente en Santiago, Buenos Aires, Quito, Barcelona, Madrid, Lima, México D.F., La Habana, etc.; es decir, este libro es una muestra de que los horrores, si están bien escritos, pueden ser desarrollados en cualquier territorio, lugar o escenario. En la actualidad ya no es extraño ver zombis o autos malditos en Quito o en La Paz. Lo extraño sería no verlos.
De igual manera, así como Borges pudo condensar lo insólito y el estupor en su máxima expresión a través de su Libro de arena (1975), los nuevos narradores se plantean múltiples posibilidades para enfrentar lo fantástico por intermedio de la fragmentación de una parte de la realidad para transgredir con ese efecto la normas comúnmente establecidas sobre lo que consideramos y aceptamos como real. Para Stephen King, «no hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Islas de los Best-sellers Enterrados» que pueda reemplazar la interrelación con la lectura y con la obra de otros escritores que resuelven problemas esquemáticos o de estructuras como el argumento, y que él mismo reconoce al mencionar que, cuando estaba escribiendo la novela Misery echó mano de la sinopsis, gracias al escritor Edgar Wallace «cuyas novelitas hacían furor en los años veinte y fue quien inventó (y patentó) un artilugio que llevaba el nombre de rueda Edgar Wallace de argumentos». De este modo, lo que pretendo mencionar es que los textos planteados en este libro han asimilado los conceptos sobre el cuento de larga tradición latinoamericana y asimilado los conceptos sobre las nuevas estructuras y personajes que presenta la literatura norteamericana (quizá muy rica en los géneros de terror y ciencia ficción) y que muestran en su obra al fantasma acechante de King, que ronda en sus cuentos a veces como Pennywise, otras como un ser arcano venido de un más allá desconocido, y casi siempre como la idea martillante en la mente del asesino o la voz latente y sedienta de sangre que desmenuza la cultura estadounidense, sus costumbres más arraigadas, su fanatismo religioso, y que da origen al mito de los pequeños poblados como territorios malditos donde transitan monstruos, payasos, automóviles poseídos y escritores atormentados bajo la sombra de Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
King reconoció al terror como «la principal emoción del ser humano, así que trato de aterrorizar al lector», y se ha vuelto un ícono de la cultura popular, uno de los imprescindibles como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, Robert Bloch, Ray Bradbury, Richard Matheson o el propio Jorge Luis Borges.
***