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Dardo Scavino presentó Las fuentes de la juventud

El viernes pasado, Dardo Scavino presentó el ensayo Las fuentes de la juventud acompañado por Héctor Pavón que le hizo una entrevista pública.

El viernes pasado, Dardo Scavino presentó Las fuentes de la juventud en la librería, acompañado por Héctor Pavón, que fue el encargado de hacerle una entrevista pública. El trabajo de Scavino es una aguda reflexión que repasa y renueva los argumentos de una discusión política tan fascinante como pertinente, de cara a un escenario donde las cuestiones del hombre nuevo y de la producción del hombre por el hombre que apasionaron al siglo XX parecerían haberse desplazado al terreno de la ciencia y de la ingeniería genética. Aquí algunos pasajes del encuentro.

 

¿Cuándo encontraste esa primera civilización, ese primer país, que empezó a preguntarse qué es un joven?

—El problema del libro es justamente ese: qué es un joven. Hay dos maneras de responderla. Por un lado está la manera platónica, donde se puede determinar qué es un joven con una definición universal y necesaria, para todas las culturas y todos los tiempos, y, por otro lado, la manera de muchos pensadores en lo que me inspiré, que entienden que los conceptos, las ideas, son históricos y por consiguiente nacen en un momento histórico preciso y cuando uno se pregunta qué es un joven se pregunta cuándo esta idea de la juventud apareció por primera vez.
No me acuerdo cómo surgió la idea de empezar a hacer el libro, pero trabajando los textos de Echeverría y Alberdi —por Narraciones de la independencia trabajé mucho los textos de la época de la revolución y los textos de la generación del ‘37—, me di cuenta que una de las cosas que no aparecía en los textos de la revolución de la independencia y que 20 años después está por todos lados, es la cuestión de la juventud. Echeverría y Alberdi fundan la Joven Argentina, que se inspira en la Joven Italia de Mazzini, que a su vez da lugar a la Joven Europa y que después se multiplica en la Joven Suiza, la Joven Francia. Hay una serie de movimientos de juventud en toda Europa que surge a partir de los años ’20 - ‘30. Un amigo de Mazzini publica un libro que se llama Sobre la gerontocracia y es la primera vez que se utiliza esa palabra. Es el momento en que aparece la figura política/estética del joven: es decir, el momento en que se dice que hay que romper con lo viejo, hay que empezar de nuevo. Un filósofo argentino que se llama Bianchini habla sobre la importancia de los jóvenes durante las revoluciones de la independencia. Por supuesto eran todos muy jóvenes: Moreno, Monteagudo, Castelli. Pero la idea de juventud no aparecía como central en el pensamiento de la revolución. Yo me pregunté el porqué de este cambio, por qué esta ruptura.
Hay pensadores del siglo XVIII como Reynal que van a crear la idea de progreso de las sociedades sobre la base de modelo del crecimiento de un individuo: para ellos hay sociedades infantiles, sociedades jóvenes, sociedades adultas. Ahí, justamente, la generación de Echeverría y Alberdi dice que la juventud es aquello que viene a romper con una sociedad vetusta y vieja. Hay un cambio fundamental en la concepción de la juventud. Echeverría y Alberdi se inspiraron sobre todo en textos de orden religioso. Siempre se dice que las sociedades premodernas reivindicaban y valoraban la tradición por encima de la novedad. Esto no es precisamente así. En el cristianismo el Nuevo Testamento es mejor que el Antiguo. Toda religión nueva va a plantear que lo antiguo es vetusto, hay que abandonarlo, hay una revalorización de lo nuevo. No es verdad que las sociedades precapitalistas o premodernas siempre hayan valorado la tradición por encima de la novedad. Una experiencia cultural tan importante como el cristianismo hace exactamente lo contrario. Entonces a principios del siglo XIX aparece una apropiación política de la vida nueva o del hombre nuevo, que son las expresiones de San Pablo, y esa concepción del hombre nuevo va a llegar hasta el Che Guevara.

Por los manuales de estudio, pensamos a los revolucionarios como hombres adultos, en realidad tenían veintipico. ¿Ellos se veían como jóvenes?

—Ellos no se viven como jóvenes. Para probarlo, traté de citar a Moreno y Monteagudo. Uno de los problemas de Monteagudo es cómo atraer a los jóvenes hacia la revolución: para ellos no es evidente los jóvenes son los que hacen la revolución. Hay un texto de Monteagudo en el que dice que las porteñas tienen que colaborar con la revolución atrayendo, merced a sus atractivos naturales, a los jóvenes para que adhieran a las ideas patrióticas. Y el problema de Moreno, en esos momentos de anomia social —para traducirlos en términos más modernos—, es que la juventud corre peligro de disiparse porque hay una ruptura de los valores. Es casi lo contrario de lo que van a pensar Echeverría y Alberdi. En la introducción cito un texto de Alberdi, que es alucinante, donde compara a la juventud con Jesucristo. Dice que Dios tenía que encarnarse en un cuerpo joven porque la juventud es lo que trae la vida nueva, el hombre nuevo, la nueva sociedad.

Alberdi habla de la juventud como lo infinito. ¿Qué quería decir?

—Lo finito es aquello que ya está terminado, mientras que lo infinito es justamente lo que no está todavía terminado, que no está fijado. Es el movimiento, lo que viene a modificar. Lo infinito es, en el mismo sentido que decía Hegel, la negación de lo finito.

¿Para él no había una relación con el tiempo?

—Sí, pero era el tiempo creativo, no era un tiempo abstracto. Tampoco el tiempo del progreso donde hay un crecimiento que va hacia una meta, el modelo del que habla Reynal o Kant. Cuando Kant habla sobre la ilustración, dice que es la salida de la minoría de edad del hombre: los hombres ya no necesitan pensar bajo la dirección del otro. Una de las tesis más importantes del libro es decir cuándo aparece la idea de emancipación política, porque antes no era un elemento central de la política. Había sociedades democráticas, sociedades oligárquicas, sociedades monárquicas, se pasaba de una otra por crisis sucesivas —tanto en Platón como Aristóteles el esquema es semejante— pero ninguna tiene una preeminencia ontológica sobre las demás. La idea de revolución está asociada con la idea de anomia, de turbamulta, que es lo que todo régimen trata de evitar. La idea de revolución no aparece y la de emancipación menos todavía. La emancipación era una idea simplemente de la familia: se emancipaba el niño varón que llegaba a los 17 años, se convertía en mayor y podía ser ciudadano, es decir que podía participar de la vida política y podía heredar su patrimonio (en Roma, en realidad, a partir de los 25 recién podrá administrar su patrimonio). O sea que la juventud era la edad de la emancipación, cuando se pasaba de ser gobernado por otro a ser gobernado por sí mismo. Pero hablaba de los individuos, no de las sociedades.
Ahora bien, cuando Francisco de Vittoria tiene que establecer el marco jurídico de la conquista de América, no puede utilizar la categoría de esclavitud porque supuestamente los indios no eran esclavos de los españoles. Entonces traslada la categoría de minoría de edad al campo político y dice que los indios son hombres como los centroeuropeos, pero son como niños que no saben gobernarse a sí mismos y por eso los españoles los tienen que gobernar hasta que alcancen la mayoría de edad, hasta que alcancen la emancipación. El desplazamiento jurídico establecido por Francisco de Vittoria del ámbito del derecho individual al ámbito del derecho de gentes, como se decía en esa época, va a ser el fundamento del derecho de las Leyes de Indias. Gracias a ello aparece la idea de que las sociedades evolucionan como los individuos.
Las otras “menores” del antiguo derecho romano eran las mujeres, sólo que a diferencia de los niños romanos, las mujeres nunca se emancipaban. Permanecían siempre en la minoría de edad. Si no, vivían bajo la tutela de los padres o de los maridos. La juventud de las mujeres era el pasaje de la tutela paternal a la marital. Hacia el final del Imperio empiezan a heredar y por eso en el medioevo, la mayoría de las mujeres que eran acusadas de brujería eran las viudas, porque eran las mujeres emancipadas, que no estaban bajo la tutela de ningún hombre y que por consiguiente eran peligrosas. (Como todo el mundo sabe). En el pensamiento moderno lo menor va a sobrevivir bajo la forma de tres figuras: los pueblos primitivos, los niños y las mujeres. Eso todavía lo vamos a encontrar hasta en el pensamiento antropológico del siglo XX, incluso muy tardíamente en cierto feminismo de los años ‘’70 que seguía haciendo esta asimilación, o en George Bataille. Eso va a ser una persistencia. También los surrealistas van a decir lo mismo valorizando lo infantil, lo primitivo y las mujeres.
Esa idea, que surge con Francisco de Vittoria, va a ser una transformación y fundadora de lo moderno. Por eso creo que el verdadero fundador de la modernidad no es Descartes sino Francisco de Vittoria. Finalmente lo que dice Descartes —o lo que dice Kant— es que el hombre tiene que dejar de pensar bajo la dirección del otro —los curas, etc.—, y empezar a pensar por sí mismo. El sujeto de Descartes tiene que dudar de todo lo que no pueda reconstruir de manera racional por sí mismo: en realidad es el traslado del esquema de Francisco de Vittoria a la filosofía. Francisco de Vittoria al principio del siglo XVI ya establece el principio del sujeto moderno, que es el sujeto mayor.

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