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"Detrás de cada libro hay una historia de vida"

Seguimos con la serie de entrevistas a libreros. Visitamos La Barca y conversamos con Ana Basualdo.

Por Valeria Tentoni.

Hay dos árboles en la vereda de La Barca, sobre Scalabrini Ortiz, apenas cruzando Avenida Las Heras: uno se llama María y el otro Elena. Fueron un regalo de la autora de La reina Batata, que vivía cerca de esa librería -Ana Basualdo, quien está al frente ahora, la definirá como “del barrio”- y la tenía por clienta y amiga de la casa. Entre los dos árboles, en el breve ancho de la vereda que separa el asfalto de la plaza Jerónimo Salguero, hay unos vendedores de frutas. “María Elena era amiga de Chiche y venía siempre”, explica Ana. Es Licenciada en Educación y nunca se imaginó que iba a convertirse en librera, pero cuando su suegra, Esther Weissmann (a quien todos conocían cariñosamente por su apodo) se enfermó, empezó a acercarse a la librería para dar una mano. Y ya nunca se alejó. “Fue difícil sumarme a un proyecto que no era el mío. Ahora sí lo es, pero llevó un tiempo hacerme en el libro, que la gente confiara en mí. Es lógico. Chiche gestó esto desde su deseo más profundo y eso es insoslayable. Yo todavía soy joven en mi formación como librera. Pero las personas que están acá trabajando conmigo sí son lo que quiero para la librería, muy capaces”, advierte, frente a su computadora, tras bambalinas. Lo que más disfruta es estar adelante, recibiendo a los lectores: pero también sabe que es imprescindible alguien resuelva lo que ocurre en el depósito: “Esto es un negocio. Un negocio hermoso, pero es un negocio”.

 

¿Desde cuándo está funcionando esta librería?

Tiene treinta y dos años. Yo me hice cargo en forma definitiva en 2008, pero históricamente esta librería fue de Esther Weissmann, “Chiche”. Ella era una amante de los libros, abocada a la lectura y muy dedicada. La librería empezó acá a la vuelta, en una galería sobre Cabello. Ella le compró el negocio a un matrimonio que se estaba yendo a Córdoba. Fue su sueño hecho realidad. Chiche y su familia siempre vivieron acá, sobre Las Heras, y este local, que era una galletería, se puso en alquiler. Del lugar al que venía a comprar galletitas con sus hijos hizo su librería. Es una historia muy linda en el barrio porque ella vivió toda la vida acá, y siguió acá. Se supo armar su clientela.

¿Y vos qué vínculo tenías con ella?

Yo soy la mujer del hijo, era mi suegra. En realidad, soy Licenciada en Educación. en ese momento mis hijos eran chicos y Chiche se empezó a sentir mal, se enfermó, y entonces vine más que nada a dar una mano. Y me fui quedando. Ella falleció y me hice cargo, con un equipo de gente maravilloso. Me enseñaron todo, aprendí mucho y todavía sigo aprendiendo. Ella los últimos años se fue aggiornando, tomando gente, poniendo sistemas, acomodándose, porque cambió mucho el mercado editorial. La librería, a partir de las personas que fue tomando y la fueron acompañando en su recorrido, fue creciendo en clientela, en opciones, en títulos.

¿Qué perfil tiene la librería?

Es una librería general que tiene un poco de filosofía, de historia, sobre todo literatura y tiene un sector importante de infantil, para lo que es el tamaño total del espacio. Hay turismo, cocina, autoayuda. Hay un poco de todo. El diferencial con las librerías más grandes, con las cadenas, es cómo atendemos a la gente, lo que saben los libreros. Si hay un inhallable, tratamos de conseguírtelo. En el fondo, casi todos los libros están en todas las librerías. Pero la calidad de atención, la sugerencia: eso nos distingue. La idea es poder dedicarle tiempo al cliente, que encuentre lo que le gusta.

¿Cómo empezaste a vincularte con los libros?

Siempre fui muy lectora, pero tener una librería es otra cosa. La verdad es que los chicos que están acá conmigo, muchos son libreros de alma, de toda la vida. Yo no, y eso sí que es para mí un aprendizaje muy interesante.

¿Qué idea tenés del librero?

A mí me gusta el librero tradicional. No me gusta el librero que no sabe, el que todo lo tiene que consultar con Internet. Me gusta el que busca el libro en los estantes, lo toma: el contacto físico con el libro es muy importante. Ahora hay mucha variedad de títulos, las editoriales publican muchísimo todo el tiempo. Intentamos preservar eso pero es muy complejo que el afuera no impacte en la librería. Cada una tiene una cadencia, en especial las de barrio o las familiares como ésta. Tienen un estilo que uno intenta preservar. Pero la gente viene y quiere todo ya, los que están dispuestos a escuchar son muy pocos, en este momento, y uno tiene que mantener ese espíritu pero también responder a esa aceleración. Te lleva a un ritmo distinto. Quizás, el que entra  lo que añora y viene a buscar es eso a la librería … es muy ambiguo, porque uno viene a buscar esa situación de encuentro con el libro, con el librero, con una magia, porque en definitiva es una magia, pero al mismo tiempo estás apurado, te están esperando, viene otro, no tolerás esperar dos minutos. Entonces es una tensión entre esas cuestiones. Y hay una parte inevitable: hay un montón de títulos que llegan a la librería, entonces vas picoteando un poco. Nosotros tratamos de leer mucho todos, de dividirnos la lectura para poder ofrecerle al cliente con idea de lo que está llevando. Es un ritmo bastante agitado con la cantidad de novedades que hay, que es impresionante. A la vez tenés la parte comercial, que es la menos interesante, pero es así. Es difícil conciliarla, pero es parte también del desafío. Uno no puede abstraerse de la realidad, de lo que va pasando. Ni de que para las editoriales, digamos, esto es un negocio. Igual que nosotros, tampoco tenemos que negarlo. Es una realidad, es un negocio hermoso, pero es un negocio y hay muchas exigencias. Un librero ideal es alguien que sabe mucho, que te puede generar una curiosidad, que te puede dar algo nuevo, despertarte el gusto por un autor que no conocías o hasta por un género. Me parece que ahí está el punto y eso es lo que nosotros tratamos de generar. El librero es esa cara que vos entras a la librería y esperás ver. Esa persona que te va a interpretar y te va a preguntar en dirección de captar lo que buscás.

¿Chiche cómo se convirtió en librera?

Ella trabajaba en una editorial, era correctora en Codex Editorial. Siempre le gustó el libro. Y finalmente se encontró con esto. Era una persona encantadora, y era muy respetada en el libro tanto por sus colegas libreros como por la gente del libro en general. Y son generaciones y generaciones que vinieron a La Barca. Acá viene gente ahora que me dice: “Yo venía con mi abuela a leer libros infantiles”, y ahora están comprando libros para ellos, para sus hijos y tal vez para sus nietos. Es muy lindo poder mantener eso. Tenemos clientela de muchos años, muy fiel. Cuando murió Chiche fue un cimbronazo: uno también se acostumbra a las personas, a los lugares. Algunas personas no pudieron volver a entrar a la librería sin ella, inmediatamente. Pero siempre está ese espíritu, y depende de nosotros como librería seguir captando a la gente y mostrándoles que acá se pueden seguir encontrando.

¿Cuántas personas trabajan acá?

Somo cuatro. Fernando Rubio, Fernando Vandame, Miriam Schvemer y yo. No quiero dejar de mencionar a Alejandro Vázquez, quien me acompañó en este recorrido desde mi inicio, y que se fue a vivir a Berna hace dos meses. Todos hacemos un poco de todo pero cada uno tiene su tarea. Nos llevamos bien entre nosotros, nos queremos: eso funciona y se transmite.

¿Qué cambios observaste desde que estás acá en la librería?

Realmente lo que se edita es mucho, lo que llega es mucho, y no siempre podés estar eligiendo qué mostrar. Pero bueno, no lo podés ver descontextualizado del mercado. Yo hace ocho años que trabajo como librera y lo que veo es que fue en ascenso lo que se venía perfilando. Te exigen lo mismo a vos como librería familiar, como emprendimiento pequeño, que, quizás, a una cadena que tiene una cosa montada y mayor estructura. Se sobrecarga mucho el trabajo del pequeño librero. Recibís por cada editorial, hablamos de las grandes, quizás todos los meses… unas cinco novedades más que el mes anterior. Eso hay que cargarlo, y yo tengo un espacio reducido. Las librerías chica son un poco como depósito de las grandes editoriales. Cuando tenés mucho material las cosas se pierden. Es un rubro muy lindo, muy interesante, y a su vez tiene todo un costado de la consignación, la compra en firme, la devolución… Y uno no quiere que se resienta la calidez en el salón: todo el tiempo estás intentando en el delicado equilibro para responderle a todo el mundo. A las editoriales y a la gente.

¿Qué se lleva alguien cuando se lleva un libro?

Me parece que el libro es un objeto absolutamente maravilloso. Te podés encontrar con cosas que no te esperabas: te estás llevando algo que en definitiva no sabés muy bien con qué te vas a encontrar, aunque creas que sí. Lo que va a pasar con el lector cuando se encuentra con el libro nunca lo podés saber, lo que pasa con el libro cuando sale de acá, eso no se puede prever. Para mí se están llevando mucho más que un libro: se están llevando además de una historia, un relato personal: dónde lo leen, lo que les pasa con eso, si vuelven o no. La gente viene y te cuenta si al hijo le gustó, dónde lo dejó, si lo prestó... Detrás de cada libro hay una historia de vida. De quien se lo lleva y nuestra también. Me parece que el libro como objeto nunca va a perder su importancia. Convive en este momento con la tecnología, porque es inevitable y tampoco me parece deseable que eso no ocurra. El ebook va tomando terreno, y está bien. Pero nunca va a superar el instante de abrir un libro. Esa es una situación única, no se puede comparar. No digo que una cosa sea mejor que la otra, no vamos a ponernos en una situación valorativa: son cosas distintas, búsquedas distintas. Hay sensaciones que no te las transmite otra cosa que el libro. A mí me parece que el libro no va a morir nunca. Yo tengo una hija de ocho que ama el Ipad pero también lee como loca en papel.

¿Hay libros que decidís no vender, cosas que preferís no ofrecer?

Hay muchos sectores que sostienen otros sectores. Hay gente que está muy ávida de un tipo de libro que quizás no son los que uno elegiría leer. Pero me parece que no está mal. Si vos querés tener un negocio en este momento no te podés dedicar solamente a lo que te gusta. Estamos todas las liberías con algunas dificultades. Tener empleados, pagar un alquiler, hay mucha carga social, los sueldos, los impuestos. Realmente la carga es muy pesada, entonces no te podes dar el lujo de decir: “Yo no vendo autoayuda”. ¡No es que te estás pervirtiendo por vender autoayuda! También es entender un poco la época, lo que pasa afuera. No podes abstraerte de todo; tampoco me parece sano eso. Hay libros para todo el mundo. Uno lee lo que le interesa. No hay que ser insistente ni cuestionarle el gusto a la gente: cada uno tiene su impronta, su búsqueda. Uno puede, sí, ofrecer algo distinto, opciones, y generar una inquietud en el otro. Pero sin invadir. La base es el respeto al que entra.

¿Cómo son los momentos en los que estás sola, acá adentro?

A la mañana, cuando vengo muy temprano, hay un olor particular. Cuando abro la puerta y está todo oscuro: esa sensación es impagable. A la noche estoy muy cansada ya para leer, pero no hay nada más lindo que llegar acá a las ocho, después de dejar a los chicos en el colegio, y ver un librito que durante el día, trabajando, no lo veo… Y de repente largo la cartera, saco la alarma y me pongo a leer. Y otra cosa, que me da un poco de bronca pero me encanta, es encontrarme con los libros que no ubiqué en su momento. Sí, me perdí la venta: está el libro y no lo encontrás. Pero cuando estás buscando otra cosa y te encontrás con eso que hace tres días que no aparecía, me encanta. Acá te sorprendés todo el tiempo. O hay libros que ni te acordás que tenés y pueden ser para tal o cual persona. O sea, la venta no es solamente el momento en que el cliente está acá. La venta es el momento anterior en el que pensás en tu clientela, porque tenés un estilo de librería y querés generar algo. Cuando mirás el catálogo, cuando separás algo. Empieza antes y sigue después, es un continuado. Estar pensando en eso es lo que hace que alguien vuelva, también. Lo importante es generar una relación de confianza y de intercambio. Mucho depende de escuchar al otro, esa es la una clave para entender por dónde va ese lector. La escucha es fundamental.

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Más de la serie de entrevistas a libreros.

Como la cigarra, por Coni Salgado.

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