Un picnic en la mente

Viernes 23 de octubre de 2015
Al fin llegó la primavera y las novedades florecen en los estantes: polen para que los lectores abejas vengan a mí.
Se demoró pero al fin llegó a nosotros la dulce mano que mece la hamaca de la felicidad climática. Para celebrarlo, compartimos algunas novedades interesantísimas para cargar en la cartera, en la mochila, en el morral si se es muy jipi (la primavera es una época épica para el jipismo, ¡libérese!), donde sea que se pueda, y disparar a la aventura del sol. Y, si no hay planes de moverse, libros para hacer un picnic en la mente.
Un combo cuatro por cuatro que se banca los zamarreos del movimiento. El periodismo de Enrique Raab, elogiado por María Moreno; los relatos y cuentos del escritor peruano Carlos Yushimito; un tomo del prestigioso historiador Robert Darnton; Elogio del papel que es una bellecita y su nombre lo dice todo. De postre, un Meschonic: "Spinoza no se preocupaba en pensar el poema, sino que en su manera de pensar la vida humana, se acerca al poema. Es por eso que titulé mi libro sobre Spinoza: Spinoza, poema del pensamiento", diría al servirlo a la mesa.
Periodismo todoterreno, Enrique Raab. Selección, comentarios y prólogo de María Moreno
(Sudamericana, 504 páginas)
En otros países de Latinoamérica lo hubieran llamado "periodista todero", pero nosotros preferimos el adjetivo más ciclístico de "todoterreno", que indica velocidad y adaptación. Porque si bien la especialidad que más frecuentaba era la de crítico de arte y espectáculos, Enrique Raab podía ser anfibio y cubrir tanto la revolución de los claveles en Lisboa como las ofertas de verano en Raviolandia de Mar del Plata, y pasar de un reportaje a un cuadro revolucionario a otro a Juan José Camero ("el Delon argentino"). Pero es in situ donde Enrique Raab muestra cómo no sacrifica nada de su estilo -ni de su ironía fina, su culta maldad- al rigor de una cobertura diaria, realizada casi en tiempo real de los acontecimientos. ¿Por qué no hay un mito Enrique Raab? Quizás porque no cultivó la novela o la investigación a lo grande, porque no pertenecía al grupo mayoritario en la militancia revolucionaria -era militante del PRT- o porque era gay en una izquierda que aún trata de asimilar a un Néstor Perlongher. No sé si tantas sutilezas fueron reconocidas por aquellos que lo secuestraron el 16 de abril de 1977 para llevarlo a la ESMA convirtiéndolo en un detenido-desaparecido. Me gustaría que este libro fuera para "los del gremio" como para otras tribus los Escritos de Lacan o El libro rojo de Mao, pero de sólo escribir esta frase me sonrojo, porque me imagino a Enrique leyéndola y, mediante un adjetivo letal, clavándome como a un insecto con su lapicera de periodista. María Moreno
Rizoma, Carlos Yushimito
(La perra gráfica, 110 páginas)
Tal vez ahora el mundo se había dado la vuelta y era un espejo abominable, alcancé a pensar. Tal vez eran ellos los vivos y nosotros, los muertos. Tal vez había sido así desde siempre y las parábolas nos mentían.
Censores trabajando. De cómo los Estados dieron forma a la literatura, Robert Darnton
(Fondo de Cultura Económica, 272 páginas)
Han sido varios los sistemas políticos –como Francia antes de la Revolución, la India bajo el dominio imperial británico y el régimen comunista en Alemania Oriental– que consolidaron su dominio político mediante el férreo control de la palabra. En ellos, los gobernantes no actuaron solos: censores, impresores, libreros e incluso los propios autores construyeron complejos diques que obstaculizaban el fluir de las ideas y la literatura. La historia de los libros y de su control es también la historia de las ideologías y de los sistemas políticos.
Elogio del papel. Contra el colonialismo digital, Roberto Casati
(Ariel, 224 páginas)
¿El libro de papel está condenado a su desaparición? En absoluto. Casati, que a pesar de lo que pudiera parecer no es un ludita o un analfabeto digital, sino el director del centro de referencia europea en investigación, nos invita a plantar a las grandes corporaciones empeñadas en introducir su tecnología para crear posibilidades de negocio, no sólo para vender sus lectores, tabletas y teléfonos, sino principalmente para introducirse de la manera más directa posible en la mente del lector y crearles nuevas necesidades. El autor reivindica el libro clásico de papel como objeto que pone una frontera clara a las intrusiones constantes, a las posibilidades de distracción, y reivindica la necesidad de una lectura atenta para llegar a una comprensión necesaria de los textos. Es, en definitiva, un alegato contra un colonialismo digital que amenaza ya con apoderarse incluso de la educación.
Spinoza poema del pensamiento, Henri Meschonnic
(Cactus, 384 páginas)
No se piensa "para" la época sino para escapar de ella y para ventilarla. Spinoza poema del pensamiento nos devuelve al más imprudente de los pensamientos, aquel que piensa "contra" el orden, aquel que se dirige a la invención de pensamiento y a la alegría que hace vivir. Es una imprudencia inventiva que exige enfrentarnos al lenguaje, convertirlo en poema. Lo que Meschonnic enseña en su lectura de Spinoza es el valor estratégico de lo que llama marcadores afectivos, operadores cuya potencia es la del trazado del continuo, la invención de relaciones entre afectos y conceptos, la concreción de la unidad ritmada –no de la “unión”– cuerpo-alma. Toda la obra de Meschonnic puede ser leída como una advertencia sobre lo que se pierde en las traducciones que borran estas marcaciones. Así, la traducción se politiza. Ya no se trata del latín como lengua culta, ni de determinar las lenguas de Spinoza (¿y el español, el portugués, el holandés, el ladino, el hebreo?), sino de leer el latín del pensamiento y la escritura de Spinoza, y de "la cuestión de las relaciones entre la invención de un pensamiento en una lengua, y esta lengua. Lo que un pensamiento puede en lo que una lengua puede."