Tres maneras de la libertad

Miércoles 02 de setiembre de 2015
Tres maneras de la libertad en tres escritores: Nabokov, viviendo en hoteles. Tranströmer, tocando el piano. Onetti, escribiendo sin horario. Bonus track: Mario Vargas Llosa sobre el uruguayo.
Por Valeria Tentoni.
Entre 1961 y su muerte, en 1977, Vladimir Nabokov ocupó una suite del Palace Hotel en Montreux, Suiza. "Vivir en hoteles me confirma en mi hábito favorito: el hábito de la libertad", explicó.
En este video lo vemos en una emisión en directo de la televisión francesa, en el programa Apostrophes, entrevistado por Bernárd Pivot. Las primeras preguntas que se le hacen circulan alrededor de su rutina de trabajo en estos años en que ya vivía de ese modo; según explica, tiene dos turnos productivos. Uno a la mañana y otro a la tarde, hasta la cena. En medio almuerza, lee su correspondencia y da paseos con su esposa, sueña una segunda vida feliz como cazador de mariposas.
Además, hacia el final de la primera media hora de entrevista se refiere a Lolita, a por qué no le molesta la fama de ese libro (le deja una atención al snobismo de Conan Doyle, de paso), y a por qué sí le molestan, en cambio, las portadas que se han hecho con traducciones en otros países, con imágenes de mujeres opulentas, mayores que el personaje (que tiene 12 años). "Fuera de la mirada maniaca de Mr. Humbert, no hay nínfula. Lolita, la nínfula, solo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert. Ese es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa", dice.
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Tomas Tranströmer —escritor, psicólogo y traductor, Premio Nobel 2011—, en su casa en Estocolmo, algunas semanas antes de morir en marzo de este año. Ejecuta el piano mientras se superpone su lectura del poema "Allegro".
En esta nota, Jorge Fondebrider y Jorge Aulicino sobre el poeta Nobel. Aquí, un perfil de Christian Kupchik, quien lo tradujo del sueco en Postales Negras. Narra el argentino la vez que el poeta lo visitó en Estocolmo: "Fue entonces que el timbre de mi puerta sonó con otra música. Inesperadamente, encontré a un hombre alto, tímido y delgado, con un libro tan delgado como él entre las largas manos. De pianista. Era Tomas". Y luego la caminata que hicieron entre lagos y bosques:
En nuestro breve peregrinaje en torno a la isla Reimers, confesó que hubiese preferido dedicarse a la música antes que a la poesía, quizá sin saber que también su poesía es música. Su sentido del ritmo es muy poco habitual en la lengua sueca, en tanto su métrica comprimida, precisa, sabe exprimir a palabras sencillas su más íntimo significado. Accesible y misterioso a la vez, Tranströmer trabaja sobre la imagen –a veces fantástica, siempre equilibrada- con el virtuosismo de un compositor acostumbrado a crear tonos en el silencio con una orquesta de cristal.
Fragmento de la entrevista del español Joaquín Soler Serrano a Juan Carlos Onetti, en el que relata la discusión que tuvo en San Francisco con Mario Vargas Llosa alrededor del tema de la conducta y los horarios para escribir: "Lo que pasa es que tu con la literatura tenés una relación conyugal. Tenés que cumplir. Y para mí es la de una relación con una amante. Cuando tengo deseos de escribir entonces escribo. Locamente, absurdamente, lo que sea".
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Ya que traemos la dupla Onetti-Vargas Llosa, un diálogo reciente de este último en torno al autor de El astillero en el ciclo Nombres de Latinoamérica: "El mundo de Onetti es un mundo pesimista, es un mundo marcado por una cierta negrura, un mundo que además exige un esfuerzo intelectual considerable del lector y que muchas veces, al mismo tiempo que nos deslumbra por su hondura, por su originalidad, nos incomoda. Nos deja un cierto sabor amargo en la boca, por la desesperanza, la falta de alicientes, de estímulos para la vida tal como es. Al mismo tiempo, es un escritor que creo en su obra simboliza, probablemente, mejor que ningún otro escritor contemporáneo, la razón de ser de la ficción".