Tomárselo en serio

Martes 13 de enero de 2015
"El problema no es hacer cosas estúpidas, sino hacerlas con solemnidad": así que acá lo tenemos a Kerouac, borracho en televisión, intentando besar a la entrevistadora italiana; una clase de literatura de Cha Cha Cha y a los Monty Python y un hijo de escritor descarriado, que abandona todo por la minería.
Por Valeria Tentoni.
Año 1966: Jack Kerouac llega como invitado a los estudios de la RAI TV, en Italia, para ser entrevistado por la escritora y traductora Fernanda Pivano en el programa Segnalibro. "Sos hermosa, es por eso que te odian", balbucea muy cerca del perfil de la rubia, a distancia test de alcoholemia, para encender diez segundos de incomodidad periodística. Cuando le intenta hablar en italiano, la palabra que el autor de Los vagabundos del Dharma busca es "signorina", pero le sale...
—Señorita... ¡No! Señorina, señora...
—Nevermind! —le responde ella, regia.
Lo que sigue es un tartamudeo en francés, pero ¡ni en inglés podía completar una idea este hombre ese día, con tamaña distorsión etílico-erótica! Y lo bien que hizo, ya lo escribió Damián Ríos: "¡Todos merecemos estar en pedo!"
Una clase de literatura con Juan Carlos Balá, poeta y ganador del Premio Pulpis, donde se analiza la trilogía de La sombra del huevo poché, libros prohibidos por Frondizi, y se lee un poema que es "muy Pizarnik". La clase termina con el alumnado emocionado y haciendo rimas, empinando botellas hasta que toca el timbre.
El hijo pródigo regresa la casa de sus padres: dejó la ciudad y la casa para convertirse en minero. El pater familias, dramaturgo, sufre la vocación insólita del joven obrero y del disgusto le da un calambre de escritor. Los Monthy Python, imperecederos.
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