Muerte de un murciano en La Habana

Miércoles 14 de agosto de 2013
La escritora colombiana Pilar Quintana, una de las invitadas al próximo Filba Internacional, recomienda el libro Muerte de un murciano en La Habana, de Teresa Dovalpage.
Por Pilar Quintana.
Bullangueras, atrevidas y lujuriosas. Así son las mujeres en La Habana de Teresa Dovalpage, un lugar común. Y también está Maricari. Rubia natural pero desangelada, leída pero tonta, hambrienta pero decente. Aunque bien podría dedicarse a sacar partido de su cuerpo y juventud para buscarse los dólares que tanto necesita, como hacen todas sus conocidas, ella prefiere languidecer en el poco rentable pero muy honrado oficio de la fabricación y venta de muñecas de trapo.
Maricari es un oxímoron en esa Habana sórdida y ruinosa, de apagones, libretas de racionamiento y colas eternas para comprar la leche o el pan, hundida por el hambre y las penurias, donde todo el mundo está dispuesto a hacer lo que sea para salir de ella: desde jinetear en las esquinas hasta casarse con vejetes extranjeros.
Pío Ponce de León, el murciano, también es un oxímoron entre los extranjeros que visitan la isla. Chapado a la antigua, gordo y sesentón. Lo primero que hace cuando el avión aterriza es lanzarle una mirada de desprecio a su compañero de puesto que anuncia a los gritos que el noventa por ciento de los españoles ha venido a follar. Él, en cambio, solo ha venido a trabajar.
Naturalmente el destino les suelta una carcajada apenas se conocen. Él no puede resistirse al recato como de otro tiempo que ella le ofrece ni a esa pobreza conmovedora que encuentra en su apartamento de Cayo Hueso. Ella no puede negarse a que él le llene el estómago y la nevera y la introduzca en el mundo esplendoroso de los ejecutivos extranjeros de Miramar y, llena de dudas, termina involucrándose con él. Llena de dudas y a pesar de la Espiritualísima.
La Espiritualísima es un santero travesti de 1.80 de estatura y bíceps de boxeador que se pone pelucas rubias, batas rosas y lycras con reflejos marinos, que habla de sí mismo en femenino y tiene un marido más grande y fornido que él. Sin embargo, cuando Maricari llega a su vida, a la Espiritualísima se le despierta lo macho y casi sin darse cuenta se va despojando de todos sus amaneramientos para volver a convertirse en Teófilo, el hombre de voz gruesa, entrepierna suculenta, jeans recortados y camisetas sin mangas, que fue en los tiempos en que estudiaba en la universidad.
Muerte de un murciano en La Habana es una novela de personajes deliciosos y ridículos y es la historia del triángulo amoroso, no menos delicioso y ridículo, que terminará por perderlos a todos: a la cubana boba, al travesti espiritual y arrepentido y, sobre todo, al pobre murciano cornudo.