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Los muertos que gozan de buena salud

Pablo Gianera y Marcelo Figueras participaron en un diálogo público en la librería sobre “el fin de la novela”.

Por Patricio Zunini. Foto: Claudia Ramón.

gianera y figuerasCada tanto llegan los anuncios apocalípticos sobre “el fin de la novela”. Parecería que la mejor manera de desmentirlos es señalando la siempre desbordada mesa de novedades. Sin embargo: ¿qué se entiende por “el fin de la novela”? ¿Y si fuera cierto que la novela llegó a su fin y son los escritores y los lectores quienes aún no nos hemos dado cuenta? El martes pasado, cerrando el ciclo “Los fornits”, Pablo Gianera y Marcelo Figueras participaron en un diálogo público sobre este tema, que funcionó como un interesante contrapunto de posiciones antagónicas.

 

El primero en hablar fue Gianera. Critico de música y literatura, en la actualidad es subeditor de la sección de cultura del diario La Nación. Es autor de los ensayos La música en el grupo sur (Eterna Cadencia) y Formas frágiles (Mondadori), y ha traducido, entre otros, a Kerouac, Kagel, Günter Grass y Erich Auerbach. “Deberíamos pensar que la novela es una cosa del pasado”, dijo. “Robbe-Grillet hirió de muerte al personaje, o mejor dicho, se dio cuenta de que el personaje y la trama estaban heridos de muerte. Existió también Beckett. ¿Se puede seguir escribiendo como si Beckett no hubiera existido? Sí, de hecho se sigue escribiendo, pero lo que se escribe no tiene la menor importancia crítica. Habrá novelas sobre relaciones sentimentales, más y más novelas policiales, novelas sobre el conurbano, sobre peronismo, sobre kirchnerismo, pero nada cambiará.”

Marcelo Figueras es novelista. Su primer libro, El muchacho peronista, que se publicó en 1992 por la ya mítica Biblioteca del Sur dirigida por Juan Forn, anticipaba la figura del papa argentino. Entre otros títulos, se pueden mencionar Kamchatka, La batalla del calentamiento, Aquarium, y la reciente El rey de los espinos. Figueras tiene una larga trayectoria como periodista cultural —periódicamente escribe de música y de músicos en diferentes publicaciones— y también en cine, donde, además del guion de su novela Kamchatka, escribió el de Las viudas de los jueves —ambas con dirección de Marcelo Piñeyro—, el de Peligrosa obsesión y de Rosario tijeras. Desde un lugar opuesto al de Gianera, provocativamente alejado de la retórica académica, Figueras comenzó haciendo hincapié que un punto clave para justificar la existencia de la novela es el placer que da leer: “nueve de cada diez personas, quizá noventa y nueve de cada cien buscan eso en una novela”. Además, para él, no hay mejor canal que el texto escrito para transmitir un mensaje, ya que las palabras tienen una maleabilidad que otras disciplinas artísticas, incluyendo al cine, no consiguen. Figueras dijo que “en tanto uno escribe y lee para conocerse y conocer el mundo, se seguirán escribiendo novelas”.

Pero: ¿la novela puede seguir pensando el mundo si ha dejado de pensarse a sí misma? El novelista pone en marcha una serie de procedimientos en el texto, elabora planteos, desarrolla personajes, convoca estéticas e ideas. Una novela lograda es una maquinaria argumentativa sólida. Ahora bien, ¿puede pensar contra la novela, pensar en su propia imposibilidad? Ambos coincidieron que esta tarea le corresponde al crítico. El problema, para Gianera, es que la crítica se ocupa del objeto particular pero no del modo novela. “No tengo una relación gastronómica con la literatura”, dijo, “por lo que no puedo entender que la crítica de un libro se reduzca a me gusta, no me gusta”. Para Figueras, las críticas que más lo provocan son aquellas que, más allá de dar una vaga idea del argumento, lo sorprenda con una idea o una vinculación con otro fenómeno. El gusto es una vía de acceso válido siempre que el crítico tenga la honestidad intelectual de decir desde qué lugar escribe.

Hacia el final, Gianera se hizo fuerte en su posición leyendo el fragmento de una conferencia de Juan José Saer con el título “Borges novelista”. Saer define que el período de la novela va desde el Quijote hasta Bouvard y Pécuchet; luego de Flaubert, la novela no tendría ya más validez histórica. «Podría decir que de un lado está la narración —dice Saer— y del otro la novela: toda novela es una narración pero no toda narración es una novela. La novela no es más que un período histórico de la narración.» Saer dice Borges no escribió novelas «porque Borges piensa, y toda su obra lo demuestra, que la única manera para un escritor del siglo XX de ser novelista consiste en no escribir novelas». Hay que señalar que la conferencia es de 1983, ese mismo año Saer publicó El entenado. Y todavía faltaba un tiempo para que escribiera Glosa, La ocasión, La grande. Figueras escuchó atentamente y definió: “Saer dijo eso porque no tenía en cuenta la pereza de Borges para escribir una novela”.

No hubo cierre para el debate. Fueron opuestos demasiado extremos como para encontrar puntos de reunión. Antes que con respuestas, quienes asistieron al encuentro se fueron con una serie de dudas productivas y con dos posiciones antagónicas que ayudan a tener una mirada menos ingenua cuando se leen… ¿novelas?

 

 

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