La Plaza de Mayo Literaria

Martes 26 de mayo de 2009
Por P.Z.
I
En el ensayo La Plaza de Mayo, Silvia Sigal recorre la historia política argentina a través de las variantes de representatividad de la plaza más representativa del país. Desde aquella en la que el pueblo se reunió porque quería saber de qué se trataba hasta la actual, la socióloga realiza diferentes cortes en el tiempo observando el diálogo que se entabla en la plaza de cada época.
Cargada de sentidos, la Plaza también se vuelve una referencia literaria cuando Buenos Aires sobrepasa la condición de paisaje de una historia para convertirse en un personaje más, tal vez el protagónico. Un tiempo atrás escribí esta nota para eBlog. Con la intención de seguir las derivas literarias aquí la rescato (en una versión corregida y aumentada).
Por P.Z.
I
En el ensayo La Plaza de Mayo, Silvia Sigal recorre la historia política argentina a través de las variantes de representatividad de la plaza más representativa del país. Desde aquella en la que el pueblo se reunió porque quería saber de qué se trataba hasta la actual, la socióloga realiza diferentes cortes en el tiempo observando el diálogo que se entabla en la plaza de cada época.
Cargada de sentidos, la Plaza también se vuelve una referencia literaria cuando Buenos Aires sobrepasa la condición de paisaje de una historia para convertirse en un personaje más, tal vez el protagónico. Un tiempo atrás escribí esta nota para eBlog. Con la intención de seguir las derivas literarias aquí la rescato (en una versión corregida y aumentada).
II
Comencemos delante de la Pirámide –ícono de El examen de Julio Cortázar–, desde allí se domina la plaza. Cruzando Rivadavia, frente al Banco Nación, un edificio oculta con oficinas el hotel que supo ser un siglo atrás. Importante para la Historia: el Hotel Argentino albergó, entre otros, a José Hernández. El Centro está lleno de marcas literarias, hacia donde miremos nos conectaremos con alguna.
Podemos, por ejemplo, bajar hasta Paseo Colón, adivinar la presencia de Fabricio en la recova quien, aprovechándose del terror general durante el bombardeo del ’55, mató a Elisa en el cuento “Desagravio” de Ricardo Piglia. Podríamos seguir hacia el Parque Lezama donde nos encontraríamos con Martín, protagonista de Sobre Héroes y Tumbas, de Ernesto Sábato. O, si en caso decidiéramos ir para Retiro, Vicente Battista nos estaría esperando en el Sheraton para contarnos las peripecias del protagonista de Sucesos Argentinos.
Pero la idea es continuar en la Plaza. Tomemos algo en el Gran Victoria, el bar de la esquina de Yrigoyen y Bolívar. A un par de mesas de distancia el detective Etchenike toma un café, haciendo un alto antes de seguir con el caso de Manual de Perdedores, de Juan Sasturain. El City Hotel, a menos de 50 metros por Bolívar, hospeda a los Graeff cada vez que llegan desde Ciervo Dorado en El Mandato, de José Pablo Feinmann. Dos cuadras más allá, las paredes del Colegio Nacional Buenos Aires actúan como telón de Juvenilia de Miguel Cané y de Ciencias Morales, novela por la que Martín Kohan obtuvo el Premio Herralde en 2007.
El brazo que la Avenida de Mayo le cortó al Cabildo floreció en el Café London, primer escenario de Los Premios de Julio Cortázar, en el Tortoni inmortalizado en un soneto de Baldomero Fernández Moreno, en el Hotel Majestic de La ciudad ausente de Piglia, en el departamento de Jonathan en La expectativa de Damián Tabarovsky.
Dejemos la plaza por San Martín hacia la zona bancaria. Seguro que nos toparemos con Franca –protagonista de “La larga risa de todos estos años” de Fogwill– haciendo puntos antes de entrar en la Galería Güemes; galería por la que, según Cortázar en “El otro cielo”, es posible desembocar en la París del siglo XIX.
De no alcanzar Francia deberemos conformarnos con Florida, pero tampoco es algo tan malo: abre la oportunidad de seguir recorriendo la literaria Buenos Aires.