Knausgård, Linklater, Malick: estrategias narrativas para contar la adolescencia

Viernes 15 de mayo de 2015
La intensidad de la mirada en estos autores sugiere que la adolescencia recordada tiene las características de un paraíso perdido y también las del expediente de un crimen no resuelto.
Por Andrés Hax.
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En uno de sus cuadernos el filósofo y aforista rumano E. M. Cioran anotó:
No leer a los escritores de los que se habla.
Leer únicamente por necesidad y por azar, según se presente. Casi todos los libros que he leído por recomendación de tal o cual artículo no han tenido futuro. Fenómenos de época y nada más.
Vale más leer por gusto a un autor superado que por esnobismo a un autor de moda. En el primer caso, nos enriquecemos con la sustancia de otro; en el segundo, consumimos sin provecho.
Con este criterio tendríamos que alejarnos como de la peste de Karl Ove Knausgård, el autor noruego quien —más allá de cualquier otra cosa— es un autor que está muy de moda.
En los Estados Unidos se acaba de editar la traducción del cuarto volumen de Mi Lucha, su novela autobiográfica o autobiografía novelada de seis volúmenes y más de 3.500 páginas en total. En el mundo hispanoparlante vamos recién por el segundo, aunque el primero ha sido reeditado. Tras cada lanzamiento de un tomo del elegante Archipelago Books, traducidos al inglés por Don Bartlett, Knausgård viaja a Nueva York para ser entrevistado por escritores estadounidenses e ingleses que lo veneran, como Zadie Smith, Nicole Krauss, Jeffrey Eugenides y Ben Lerner.
¿Es para tanto?
Los nuevos devotos de Knausgård, que esperamos los tomos de su saga con la misma ansiedad que niños y adolescentes entre 1997 y 2007 aguardaban las entregas de Harry Potter, afirmamos que, a pesar de estar de moda, el noruego es un autor contundente que merece ser estudiado, por más que no poseamos aun su obra completa. Por algo será que decenas de novelistas contemporáneos consideran que su obra es una ruptura en el arte de la novela y lo miran con una mezcla de envidia y admiración.
Entrevistas, ensayos y reseñas de Knausgård abundan en la web, por lo tanto no vamos a recapitular lo básico. Lo que queremos investigar —de manera más sugestiva que exhaustiva— es el método de Knausgård. Para ser más específico: la estrategia de escritura que adoptó para generar el texto. Para esto vamos a recurrir, a modo de comparación, a dos películas que comparten varios elementos con Mi Lucha y que por lo tanto pueden iluminar este tema: “Boyhood” (2014) de Richard Linklater y “The Tree of Life” (2011) de Terrence Malick.
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Antes que nada Mi Lucha, “Boyhood” y “The Tree of Life” comparten una temática: la remembranza obsesiva y lirica de la adolescencia. “Boyhood” muestra la vida de su protagonista, Mason Evans Jr., desde los 6 años hasta los 18 cuando parte a la universidad; “The Tree of Life” cuenta los recuerdos de la infancia y niñez en los años ‘50 en un pueblo chico de Texas de un hombre de mediana edad atormentado por la melancolía y atravesado por angustias espirituales y cósmicas; y Knausgård dedica una gran parte de Mi Lucha a sus años escolares y pre-universitarios.
Incontables novelas y películas tratan este periodo de vida; lo que hace especial a los tres casos en discusión es la desesperada convicción de que, como escribió el poeta romántico William Woordsworth en el brevísimo poema My hear leaps up when I behold, «el niño es el padre del hombre». La intensidad de la mirada en estas tres obras sugiere que la adolescencia recordada tiene las características de un paraíso perdido y también las de un expediente de crimen no resuelto. Algo pasó. ¿Yo soy la misma persona que ese niño? ¿Todas mis angustias, las trabas que tengo para ser feliz, o por lo menos para vivir en paz, se ubican en los traspiés y las humillaciones de esa persona del pasado? ¿Si repaso y repaso la memoria, si voy más y más profundo en ella, encontraré la llave secreta que me sacará del cuarto cerrado en el cual me encuentro ahora?
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Acá llegamos al meollo del asunto. Hasta ahora hemos estado hablando de superficies. Lo que queremos argumentar en esta nota es que lo que realmente une estas tres obras son sus mecanismos narrativos. Las obras terminadas son convencionales, por lo menos en el sentido que tienen bordes: tienen un comienzo y un fin. La acción de la novela ocurre entre dos tapas de un libro, la película entre el título y los créditos del final. Pero, para llegar a este material final, cada autor emprendió un camino no-convencional para generar el material con el cual terminaría construyendo la obra.
Mi Lucha comenzó como un intento desesperado por la parte de Karl Ove Knausgård de destrabarse de un bloque creativo que llevaba varios años. Tras una novela exitosa quiso escribir sobre su padre pero le resultaba imposible. Como solución desesperada y tan brutal como la de una liebre que se saca el brazo de una trampa a furiosos masticazos, Knausgård decidió escribir no más, sin autocensura, sin inhibición, sin preocuparse por estilo o tramas o desarrollo de personajes. Su nombre tentativo para este proyecto era “Argentina”, porque para él ese país era un misterio distante y un lugar sinónimo con un ideal de la literatura. Una vez que había acumulado unas mil páginas, presentó lo que tenía a un editor quien le hizo una sugerencia-oferta que le dio la forma final a la obra que estamos conociendo ahora. Ofreció publicar esa primera entrega en dos volúmenes y que Knausgård siguiera publicando subsecuentes volúmenes, lo más rápido posible, hasta que se agotara el cuento.
“Boyhood”, por su lado, fue una apuesta de Linklater con poca probabilidad de funcionar. Fue filmada entre 2002 y 2013 en breves encuentros anuales. En la obra final esto tuvo el efecto de poder ver los actores crecer —envejecer— de veras, sin trucos de maquillaje o, en el caso del protagonista, sin cambio de actores para cada etapa de sus vidas. Pero en la parte oculta del iceberg, este método convirtió la filmación de “Boyhood” en un experimento y en una obra colaborativa. Aunque Linklater tenía un guion tentativo, hablaba con su protagonista, Ellar Coltrane, año tras año para conocer qué estaba pasando en su vida para poder incorporar esa realidad en la obra.
Para “The Tree of Life”, el director y autor Terrence Malick se adueñó de un pequeño pueblo para filmar. Ese escenario —sus casas, sus calles, sus lugares secretos— se convirtió en un teatro de improvisación para los actores de la película. En Cahiers du Cinema el director de fotografía de “The Tree of Life”, Emmanuel Lubezki, dijo que en total filmaron 600.000 metros (o 364.5 horas) de película y que la primera versión duraba 8 horas. La final dura 139 minutos.
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En estos tres casos vemos una decisión radical del autor/director de buscar su obra en un exuberante y desinhibido acto creativo inicial. La obra final es una consecuencia, casi como una piel descartada, de una vivencia creativa cuyo credo central era, en gran parte, despreocuparse de las características exactas del producto final.
Todos los autores y cineastas sinceros atestiguan de la distancia que existe entre la concepción de la obra, entre su idea perfecta y su eventual, la comparativa pobreza de la encarnación final. Escribir o narrar (en cine o en literatura) muchas veces es el intento de crear una versión perfecta de la vida. Los materiales con cual se hace vienen de la vida que es, siempre, profundamente imperfecta. Del miedo a la imperfección o de no poder tolerarla, viene el bloqueo creativo. Una estrategia para sobrepasar este angustioso bloqueo es incorporar la imperfección a la obra. O, en todo caso, aceptar que la búsqueda de la perfección ocurrirá en la edición del material y no en su creación. Y también de revalorar el proceso de edición no como un agregado al proceso creativo sino como su verdadero corazón.
Estas no son certezas, sino intuiciones y propuestas provocadas por leer y ver Mi lucha, “Boyhood” y “The Tree of Life” en conjunto. Y también de investigar sobre sus origines como obras. Los siguientes enlaces asistirán al lector para emprender este estudio comparativo para el mismo.
Para profundizar
- Knausgård
El 6 de junio del año pasado Jeffrey Eugenides entrevistó a Karl Ove Knausgård en la sede central de la Biblioteca Pública de Nueva York. La charla esta online. En ella Knausgård lee de su obra y explica su origen.
Breve entrevista de la BBC con Knausgård.
Una nota en The New York Times explica la admiración que genera Knausgård entre sus colegas escritores. - Linklater
Una video-entrevista con Linklater sobre la filmación de Boyhood.
Un largo perfil de Linklater en The New Yorker.
Video-entrevista con Patricia Arquette sobre ser la madre en Boyhood.
Video-entrevista con Patricia Arquette y Ethan Hawke sobre ser los padres en Boyhood. - Malick
Extraordinario sitio que compila materiales sobre Terrence Malick.
Una entrevista con el cinematógrafo de The Tree of Life. Discute cómo filmaron con gran detalle técnico.
Lista de artículos en The Guardian sobre Terrence Malick.
Fiona Shaw habla sobre actuar en The Tree of Life.