El producto fue agregado correctamente
Blog > Colaboraciones > El rey de amarillo
Colaboraciones

El rey de amarillo

La conexión entre América latina y el sur de los Estados Unidos se encuentra en la figura oscura de Robert William Chambers.

Por Luciano Lamberti.

García Márquez decía que el sur de Estados Unidos se parecía a Latinoamérica. Quizás por lo exótico de su vegetación, por el fanatismo de su religión, por lo monstruoso de su naturaleza que termina invadiendo las ciudades y metiéndose en las casas y llevando a sus habitantes a destinos siempre ligeramente trágicos, definitivamente enloquecedores y brutales. (Muy enojado con García Márquez por el solo hecho de vender más, Saer diría después que “hay que merecerse las influencias” y que el colombiano no tenía un pelo Faulkner).

 

Lo cierto es que el sur se puede parecer a lo que uno quiera. Si me pongo generoso podría decir que los alrededores de San Francisco (Córdoba), con sus talleres mecánicos polvorientos, sus wiskerías abandonadas y sus rancheríos pobres rodeados de eucaliptus, llantas viejas, niños sucios y chapas oxidadas son el sur (o al revés).

Es un terreno mítico, más una idea o un espíritu que una zona geográfica, y lo era desde antes de que se escriba una palabra sobre él. Faulkner lo mostró en toda su crudeza, su extraña magia y su salvajismo, y aunque pasó por muchas manos hoy sigue siendo el mismo. Miren sino la cortina de True Blood, que es definitivamente lo mejor de la serie, y donde lo resumen en todo su esplendor.

Todo está ahí: los conflictos raciales, el campo elemental, la religión, el sexo, el abandono, la soledad, la tristeza, la locura y la oscuridad. True Blood comienza arriba y se va volviendo cada vez más adolescente: su idea germinal es que la fabricación de una sangre humana sintética provoca que los vampiros salgan del closet, blanqueen su condición y comiencen a mezclarse con la gente común, con los consabidos conflictos que eso puede acarrear. Pero después suma demasiado monstruos y se hace chirle.

El año pasado, el primer capítulo de una serie policial deslumbró a todo el mundo. True detective, se llamaba (y la coincidencia del “true” en el título quizás no sea tal). Bueno, en rigor de verdad deslumbró a casi todo el mundo. Algunos, como Quintín, la odiaron, pero no se puede gustar a todos, ¿verdad?

La serie contaba, desde dos tiempos distintos, la investigación y posterior resolución de una serie de asesinatos aparentemente rituales en Louisiana. El paisaje es hermoso, Matthew McConaughey hace un papel sorprendente para quiénes estábamos acostumbrados a verlo en Cómo perder a un hombre en 10 días y sale Woody Harrelson con lo cual ya tienen mi voto, no se hable más. Si a eso le sumamos una pobreza muy estética y una investigación que va perdiendo los hilos de la racionalidad y se vuelve mágica, bueno, la serie tiene todo para convertirse en un clásico.

Uno de los principales links es la obra de Robert William Chambers, sobre todo su libro El rey de amarillo, figura que es nombrada varias veces como la causante de los asesinatos (uno de los cuentos, incluso, se llama Un habitante de Carcosa, y los que vieron la serie pueden hacer ahora mismo su sonrisita cómplice). Publicado en 1895, el libro contiene varias historias de terror y ciencia ficción. Fue lo único pasable que escribió Chambers, porque después se dedicó a vomitar novelas baratas, coleccionar mariposas y plantar la suma aproximada de 20.000 árboles en los terrenos de su hacienda familiar.

Según Lovecraft, Chambers escribió el libro basado en el famoso Necromicon. No es casual la relación: los monstruos extraterrestres de Lovecraft, sus rituales diabólicos tendientes a despertar a los grandes dioses fundadores de la humanidad, son quizás la expresión más genuina del profundo sur. En el cuento “El horror de arcilla”, la estatua de un dios desconocido y deforme más la coincidencia de un grupo de personas que sueñan exactamente lo mismo, dan pie a un descubrimiento glacial: antiguos dioses gigantescos de otro planeta esperan en el interior de la tierra el momento del despertar, y los rituales satánicos de un grupo de adeptos, sacrificios humanos incluidos, busca acelerar ese regreso. Son los mismos sacrificios humanos que aparecen en True Detective: el culto al dios más antiguo, más extraterrestre y más parecido a los hombres, el diablo. Lovecraft no deja de ser un Poe con menos talento, adjetivador hasta la náusea, pero sus ideas son muy potentes y sobreviven a su propia prosa.

En el fondo, es la barbarie la que manda en el sur. Los viejos ritos africanos que siguen vivos y que los hombres blancos tratan de explicar de mil y una forma distintas. Lo sabía Lovecraft, Faulkner, Chambers e incluso Nic Pizzolatto, el escritor y único guionista de True Detective.

Artículos relacionados

Miércoles 16 de diciembre de 2015
Bomba atómica

Los accidentes, opera prima de Camila Fabbri (Notanpuän), es un libro notable y perturbador.

Lunes 14 de diciembre de 2015
El mensaje

"Los escritores son cavernícolas pintando sus manos en cuevas subterráneas".

Lunes 14 de diciembre de 2015
Ranking semanal

Pájaros en la boca, lo más llevado de la semana.

Lunes 07 de diciembre de 2015
Ranking semanal

Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin, reeditado por Penguin, fue el libro más llevado de la semana.

Domingo 06 de diciembre de 2015
Ciudad abierta

Open city, del desconocido Teju Cole, es una de las novela más importantes del siglo XXI.

Jueves 03 de diciembre de 2015
El arte de narrar

¿Qué, en última instancia, diferencia a la poesía de la prosa? ¿Hay alguna diferencia, en el fondo?

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar