El producto fue agregado correctamente
Blog > Colaboraciones > El otro sur
Colaboraciones

El otro sur

La barbarie del cuento borgiano en una reescritura moderna.

Por Jorge Consiglio.

Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones.
J.L.B.

La carpintería es un arte nobilísimo; pero su abuelo nunca la consideró una elección. Estaba seguro: se dedicó a la madera porque la vida resolvió por él. Llegó a Buenos Aires en marzo de 1912 y tuvo la fortuna de que un ebanista lo empleara. A partir de ese momento y hasta el día de su muerte, su profesión funcionó como un circuito cerrado. Fue la defensa frente a las catástrofes: indigencia, desolación, tedio. A él, que se llama Francisco Montenegro, le pasó lo mismo con el comercio. Alguien insistió y puso un kiosco sobre la calle Suipacha. No le fue bien, pero perseveró: abrió un lugar de comida rápida en el microcentro. Su último emprendimiento, el que todavía conserva, es una pizzería que está en la esquina de Independencia y Matheu. Montenegro vive con su familia en un departamento y no tiene problemas. Entiende que la prosperidad, igual que la gordura, llega sin que uno lo note.

Hace poco compró un Kia blanco con el que piensa hacer un viaje corto el fin de semana. Como es precavido, antes de salir a la ruta va a una concesionaria por Constitución para hacerle un service al auto. Lo atiende un canoso muy amable —idéntico al cajero nocturno de su pizzería— que le dice que no va haber mucha demora. Montenegro se va a hacer tiempo a un café de la calle Brasil. Pide Seven Up con limón y se entretiene mirando a un viejo elegante que acaricia a un gato.

Ahora es viernes y son las seis de la mañana. Francisco Montenegro baja con el Kia por la calle Junín rumbo al sur. A su lado, está su mujer; en el asiento de atrás viajan tres jóvenes; dos de ellos son sus hijos. La ciudad está iluminada por un resplandor que la vuelve íntima y, de alguna manera, secreta. Nadie habla. Están ensimismados. Atentos a la sucesión de cuadras y al rumor amortiguado del desplazamiento. Cuando cruzan Rivadavia, una mala maniobra los pone en peligro. El Kia está a punto de chocar contra una Suran celeste. Hay insultos de un auto al otro, los conductores se inculpan. La escena es ridícula: son casi los únicos que andan por la calle. Montenegro se enfurece, saca el brazo por la ventanilla y grita. El tipo de la Suran le cruza la camioneta. Baja. La mujer de Montenegro le ruega a su marido que ignore a ese loco, le dice que es una tontería, que no lo tome como algo personal; pero esas palabras conciliadoras agravan, de hecho, la situación. El tipo de la Suran es gordo, cuadrado, de cara achinada. Juega a exagerar un bamboleo, como si estuviera borracho, y esa exageración es una ferocidad y una burla. Invita a Montenegro a pelear. Hay unos segundos en los que el mundo se detiene y no se trata de la parálisis de la duda. Montenegro, entonces, abre la puerta del auto y mientras su pie busca el asfalto siente que la batalla que está a punto de librar es tan necesaria como insensata.

Artículos relacionados

Miércoles 16 de diciembre de 2015
Bomba atómica

Los accidentes, opera prima de Camila Fabbri (Notanpuän), es un libro notable y perturbador.

Lunes 14 de diciembre de 2015
El mensaje

"Los escritores son cavernícolas pintando sus manos en cuevas subterráneas".

Lunes 14 de diciembre de 2015
Ranking semanal

Pájaros en la boca, lo más llevado de la semana.

Lunes 07 de diciembre de 2015
Ranking semanal

Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin, reeditado por Penguin, fue el libro más llevado de la semana.

Domingo 06 de diciembre de 2015
Ciudad abierta

Open city, del desconocido Teju Cole, es una de las novela más importantes del siglo XXI.

Jueves 03 de diciembre de 2015
El arte de narrar

¿Qué, en última instancia, diferencia a la poesía de la prosa? ¿Hay alguna diferencia, en el fondo?

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar