De paseo con la lengua

Martes 16 de junio de 2015
"Nunca se da por cumplida la tarea del que escribe. Quedan siempre cabos sueltos, problemas irresueltos. Nunca se da en el clavo, en la tecla, no hay diapasón de la palabra que permita, como en la música, afinar, dar con la nota justa."
Por Virginia Cosin.
Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus negras tachaduras, sus peculiares símbolos tipográficos y su letra de insecto. En los atardeceres le gustaba salir a caminar por los arrabales de Nîmes; solía llevar consigo un cuaderno y hacer una alegre fogata. JLB
Como a un soldado al que las balas del enemigo alcanzaron, arrastro lo que me queda de vida a este bar de grandes ventanas por donde entra el sol del mediodía. Antes googlié: gripe, fatiga crónica y hasta fibromialgia. No encontré muchas diferencias entre los síntomas de una y otra dolencia y concluí que en realidad estoy aquejada por un mal abisal: pereza, melancolía, what ever.
Como la fuerza de voluntad es una de mis mayores debilidades y tener una cama o un sillón cerca la peor de las tentaciones, me procuré una mesa en un lugar ruidoso y lleno de testigos frente a los que representar bien mi papel de sujeto que se sujeta en el hacer.
Una mesa más allá, otra mujer, ahora de espaldas a mí, escribe en su cuaderno –del mismo modo que yo lo hago en el mío- y en otra mesa, un poco más alejada, un joven de barba tupida lee un libro de Bolaño. Consigo distinguir el nombre del autor, que está escrito en una tipografía más grande que el título, que no llego a descifrar. Es un libro de la colección de bolsillo de Anagrama y la portada es azul. Cuando me levanto para ir al baño miro las anotaciones de la mujer que escribe en su cuaderno.
Debajo del título, subrayado, Things to do, se despliega una lista de tareas que llegan hasta el pie de la página escritas con una caligrafía elegante y en inglés. En el preciso momento que paso a su lado ella cruza de derecha a izquierda, con una línea horizontal, los dos primeros ítems.
Pocas cosas debe haber más gratificantes que tachar una por una las cosas por hacer, darlas por hechas. Pero, al igual que esas rayitas que tapan los pezones de una mujer desnuda en una fotografía, dejando a la vista la redondez del pecho, la insinuación de lo que no se ve, en virtud de lo que sí, no solo no suprime el deseo, sino que lo redobla.
O quizás la extranjera no hubiera terminado de hacer aquellas tareas tachadas. Tal vez se hubiera arrepentido de hacerlas o las estuviera descartando. O las estaba dando por hechas cuando en realidad seguían inconclusas.
Pienso que escribir también es tachar. Ahí donde digo yo, estoy cruzada por una palabra que me oculta y me deja, al mismo tiempo, al descubierto.
Palabras que cubren y dejan ver. Perforaciones.
Como si al escribir se abriera un agujero que permitiera espiar-espiarse con un ojo abierto y otro cerrado. Del otro lado de la mirilla, siempre se está desnudo. Y siempre se es incompleto.
Nunca se da por cumplida la tarea del que escribe. Quedan siempre cabos sueltos, problemas irresueltos. Nunca se da en el clavo, en la tecla, no hay diapasón de la palabra que permita, como en la música, afinar, dar con la nota justa.
Se mete la pata, cuando se escribe. La pata o cualquier extremidad. Es una tarea extrema, límite. Se juega el cuerpo, se escribe con, desde, hacia el cuerpo. Estar impedido es otra cosa. Estar impedido es caer en la trampa. En el desierto, cuando no hay nada detrás de lo que esconderse, uno no sabe qué hacer con uno mismo.
Otra vez en casa, abro la notebook y busco la carpeta donde amontono borradores de una novela que se me resiste, se me resbala como un jabón en la ducha. Solo consigo que haga espuma. Creo que no puedo escribirla porque le temo. Necesito un procedimiento, me digo, una forma de decir. Tal vez, pienso, para atrapar al Gran Pez, debiera de hacer algo a lo Knausgard –al que todavía no le entré, pero del que ya leí tantas reseñas y entrevistas que es como si lo conociera: en lugar de presionar a las palabras para que encuentren su forma, debería pasar en limpio todas las notas que vengo tomando en mis cuadernos. Que sean ellas así, crudas, mal escritas, incompletas, deformes como cabos sueltos, la novela.
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