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Cuatro libros recomendados para el fin de semana

Cuatro recomendaciones de nuestros libreros para el fin de semana.

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Para la selección de hoy traemos: Frenesí del conejo universal, de Diego Materyn, que ganó el premio Indio Rico elegido por un jurado compuesto por Luis Chitarroni, Reinaldo Laddaga y Mario Bellatin; también los cuentos del gran Bernardo Kordon; la nueva y recontrasúperesperadísima novela de Minae Mizumura; y last but not least, una maravilla de la literatura: la correspondencia entre Levrero y Gandolfo. Este fin de semana no hay excusas para no leer.

 

Frenesí del conejo universal, Diego Materyn
(Mansalva, 80 págs.)

En Frenesí del conejo universal, voces de los alumnos de una escuela se asocian y distancian, se confirman o contradicen, y juntas componen una nube de discurso que nos deja adivinar el perfil de una clase viva y muerta. Los estereotipos de la literatura de la escuela se disuelven en monólogos superficialmente banales y profundamente perturbados. Esa nube no es vaga ni confusa sino que consiente identidades precisas, un elenco —o por lo menos un repertorio onomástico— que interrumpe (y recompone alternativamente) la larga novela de todos esos años, a cuyo centro vertiginoso no asisten anécdotas ni prodigios sino estragos y presagios. Así arbitrada, y como habitada por ciclos sucesivos de signos, este libro se convierte en el manuscrito resistente que se niega a hablar (o por lo menos a hablar como se espera que lo haga), aunque los textos concurrentes se obligan a decir que la vida —o la historia— es una rapsodia cuya imperfección redunda en mito, en conjunto de jirones cuyo desciframiento es en sí la ficción misma que, mientras leemos, nos consume a tiempo. // Mario Bellatin - Luis Chitarroni - Reinaldo Laddaga

Un poderoso camión de guerra, Bernardo Kordon
(Blatt & Ríos, 384 págs.)

Un poderoso camión de guerra reúne treinta relatos de uno de los mejores cuentistas argentinos del siglo XX. Contemporáneo de Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo y Cortázar, maestros indiscutibles del género, Bernardo Kordon, heredero del Grupo de Boedo, es sin embargo un inventor de historias en las que también se busca lo maravilloso y la aventura. El hecho de que Rodolfo Walsh lo haya incluido en su Antología del cuento extraño de alguna manera señala esa síntesis por la que entre los dos bandos literarios se sitúa la obra de Kordon: de un lado, su apuesta por la invención y la imaginación; del otro, el humanismo y las lecciones del realismo. Sus personajes habitan el mundo de la picaresca urbana. No casualmente ha sido comparado una y otra vez con Roberto Arlt. “Una región perdida”, “El misterioso cocinero volador…”, “Fuimos a la ciudad” y “Domingo en el río”, entre muchos otros, son algunas de las auténticas obras maestras que el lector encontrará en este volumen.

La herencia de la madre, Minae Mizumura
(Adriana Hidalgo, 458 págs.)

Esta novela –publicada por entregas en Yomiuri, el diario de mayor circulación en Japón– narra la experiencia de una mujer enfrentada a dos situaciones simultáneas y trascendentales para su vida: cumplir el deseo de su madre anciana y enferma de tener una muerte asistida y hacer frente al fracaso irremediable de su matrimonio. En el entrecruzamiento de estas experiencias límite, “la herencia” de la madre adquiere una dimensión especial. La herencia de la Madre es la última novela de Mizumura, tras su consagración internacional con la premiada Una novela real.

Correspondencia Mario Levrero - Elvio Gandolfo, edición de Osvaldo Aguirre
(Iván Rosado, 216 págs.)

En principio una carta no se escribe para una difusión pública. Por el contrario, la correspondecia forma parte de la intimidad de los remitentes y es ese carácter el que le da su impronta, el de un texto atravesado por la complicidad y los sobreentendidos. Sin embargo, un escritor no guarda todos sus papeles, y el hecho de preservar algunos de ellos y tomar recaudos para que otros los reciban y puedan leerlos convierte a esos manuscritos en un legado. En particular, el gesto de conservar las cartas, como hicieron Mario Levrero y Elvio Gandolfo, y de reproducir incluso las propias y subsanar pasajes ilegibles, abren otro horizonte, el de nuevos lectores por venir. En esa perspectiva se inscribe este libro, que retoma las cartas que intercambiaron Levrero y Gandolfo a lo largo de quince años, y las vuelve a enviar. Osvaldo Aguirre

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