Cinco grandes libros para chicos

Miércoles 04 de febrero de 2015
Los libros infantiles son esos libros que convierten a cada lector en un chico, tenga la edad que tenga. Acá, cinco posibilidades para que nadie se aburra en febrero, mientras se acerca el año escolar.
Por Valeria Tentoni.
Willy el soñador, de Anthony Browne
Fondo de Cultura Económica, 1997
O cualquier otro libro del mismo autor, como Willy el tímido o Willy y Hugo, pero también los que están fuera de la serie de Willy y sus maravillosos gorilas colorinches, como Cambios, El libro de las formas, o Ramón preocupón. Browne lleva publicados más de cuarenta títulos, hay para elegir, y todos están escritos y dibujados con una belleza extraordinaria. El autor fue el primer ilustrador británico en ganar el Premio Hans Christian Andersen, en 2000, y es mundialmente reconocido en su labor de confección de libros álbum.
Browne empezó ilustrando publicaciones médicas y tarjetas de esas que se regalan para los cumpleaños o las fiestas. Para él, uno de los motivos por los que los chicos a veces rechazan la lectura es porque se los aleja de los libros ilustrados bajo la idea de que los libros "en serio" son los que tienen solo palabras. Cree que las imágenes conforman una suerte de área desconocida y que no hemos descubierto, todavía, cuán importantes pueden ser: "Los libros ilustrados son para todo el mundo, a cualquier edad, no son libros que deben ser dejados atrás a medida que nos volvemos adultos". Las elecciones de paleta y los motivos que acumula en sus páginas, las combinaciones estridentes, los guiños a artistas como Dalí o Da Vinci, la calidad de sus dibujos y una imaginación explosiva, con escenas surrealistas, todo esto pero también todo lo otro --las historias encantadoras que bordan el despliegue visual-- hacen de Browne un autor precioso. "Me gusta la idea de que los lectores vean más cosas cada vez que leen mis libros", dijo.
Cuero negro, vaca blanca, de Pablo Bernasconi
La brujita de papel, 2009
Tan lindo como otro que tiene Bernasconi para chicos chiquitos --poco texto y en mayúsculas, pueden practicar los que empiezan a leer--, que se llama Hipo no nada. En ambos, el tema es la identidad, la diferencia como valor; lo que nos distingue de los demás no siempre nos aleja de los demás. Aquí, una vaca reniega de sus manchas y hará todo lo posible por convertirse en otra cosa. Hasta que se convierte, al fin, en sí misma. Bernasconi es diseñador gráfico y trabaja principalmente con collages, dándole a sus imágenes un acabado digital, aunque, explica, la computadora no es el eje de su trabajo: "Todavía me manejo en un porcentaje mayor afuera que adentro de la máquina". En ese procedimiento personal ha logrado dar con un estilo inconfundible. Es autor de historias, como ésta, pero también ha trabajado con escritores como María Teresa Andruetto en el también muy recomendable Zapatero pequeñito (Comunicarte), que podría ser leído como una versión de la historia compilada por los hermanos Grimm, Los tres pelos de oro del diablo. "No podría decir que la imagen tiene más posibilidades creativas que la escritura, porque según mi experiencia o mis métodos están cada vez más soldadas. Son como piezas que dependen una de otra para funcionar correctamente", explicó al Portal Educ.ar.
El planeta lila, de Ziraldo
Emecé, 1991
Un clásico para chicos del autor brasilero, quizás más conocido por su colección Gusanito (que conviene para más chiquitos, y éste para más grandes, porque tiene bastante más texto) o Flicts, que fue traducido a idiomas como el ¡coreano!
El planeta lila es un libro que podría haber escrito el Mario Ortíz de Al pie de la letra --convencida de eso un día, en la Sala Infantil de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca, donde trabajé unos meses y de la que él es socio, se lo mostré y se lo llevó a su casa, fascinado. Hay un bichito infinitesimal que quiere salir a conocer el universo, todo lo que hay fuera de su planeta lila. Es una suerte de principito de tierras más modestas, porque en su planeta solo hay un gran color y ninguna otra cosa. Decidido, parte en una nave espacial y aterriza en la última "a" de la "palabra", una letra planeta entre letras estrellas que forman galaxias. El bichito viaja ni más ni menos que dentro del universo del libro, donde, nos enteramos, vivía en una flor aplastada como tesoro entre las páginas. El despliegue gráfico de esta historia (publicada originalmente en 1979) llama la atención por la astucia en el tratamiento de las abstracciones, de las formas y los colores. Leer y escribir nunca serán lo mismo después de cruzarse con la aventura de este bichito valiente en misión espacial por el lenguaje.
Los animales no se visten, de Judi y Ron Barrett
Ediciones De La Flor, 1992
Tampoco es, como el de Ziraldo, ni una novedad ni un libro caro. Y también es, como el de Ziraldo, un libro imperdible. Sus autores hicieron además otros muy geniales que se llaman Los animales no deben actuar como la gente y Nublado con probabilidades de albóndigas. En los tres se despliega un humor gráfico infantil notable en el que se deleitan con lo imposible y el absurdo, apenas acompañado por textos en letras grandes, con ilustraciones deliciosas, de gran detalle. De La Flor lo recomienda para le época de los "por qué": "Para niños que comienzan a intentar leer, permite hacer conscientes las diferencias a través de la sátira". A mí me hace reír todavía y casi tengo treinta y me parece del todo muy lógico que un puercoespín quiera ponerse un vestido rosa a pintitas y una jirafa una decena de corbatas y que nos miren desde las páginas con esos dulces ojos sorprendidos por el desastre.
Sus autores eran marido y mujer al momento de la redacción de esos libros, ella escribe y él ilustra. Después de divorciados, continuaron trabajando juntos varios años.
¿Qué pasa aquí, abuelo?, de David Legge
Editorial Juventud, 1998
¡Dejé para el final mi favorito! Este libro es invencible. Si lo ven pasar frente a ustedes, ni lo duden. Lo he leído junto a chicos y chicas de todas las edades y nunca me dejó sola: siempre se entusiasmaron con carcajadas, señalando acá y allá las fantásticas incongruencias coloreadas que esa nieta que va a visitar a su abuelo se encuentra en la casa de la isla en la que vive. Son acuarelas a doble página de colores brillantes y detalles incontables en los que todo lo incongruente se manifiesta, una selva alegre de animales y cosas fuera de sí en esa casa exorbitante. A los chicos les encanta descubrir locuras en este libro, y el remate es inmejorable.
Legge también se formó como diseñador gráfico, en Inglaterra, y fue reconocido con varios premios. Actualmente vive en Australia. Al igual que Browne y los Barrett, lo que él consigue aquí son escenas surrealistas con ilustraciones hiperrealistas. Esa combinación dispara la imaginación de los lectores de inmediato: el pacto de fe es instantáneo y de repente estamos todos creyendo en las locuras gloriosas que tenemos entre las manos.