Bestsellers: los patitos feos

Jueves 18 de junio de 2015
Florencia Canale y Alejandro Soifer defendieron el lugar del bestseller en la literatura argentina.
Al bestseller se lo bastardea en charlas y suplementos, y los autores son menospreciados. Sin embargo, hay una idea más o menos instalada que dice que sin lo que producen esos libros no habría lugar para publicar otros más literarios. ¿Es así? En todo caso: ¿qué se entiende por “literario”? Este mes en la librería desarrollamos el ciclo “Los Fornits” —el nombre surge de un libro de Stephen King— donde la propuesta es prestarle atención a aquello que rodea al escritor. El encuentro del martes pasado estuvo dedicado al bestseller como plataforma de discusión. Participaron Florencia Canale, cuya primera novela, Pasión y traición, fue un éxito de ventas (luego publicó Amores prohibidos y Sí, quiero) y en este momento está trabajando en una novela histórica con futuro de trilogía, y Alejandro Soifer, que publicó el año pasado Rituales de sangre y que a fin de año continua en Rituales de lágrimas (antes había escrito dos investigación periodísticas en 2010 y 2012).
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Si todos leemos y buscamos y consumimos novelas de género y el género es una de las marcas propias del bestseller, ¿por qué entonces el bestseller está tan mal visto?
Florencia Canale: Voy a hablar de la novela histórica y de la novela romántica, que son las que yo abordo y las que son realmente las hijas bobas de la literatura. Yo no creo que en la literatura menor sino en algo bien o mal escrito. Tal vez hay un prejuicio sobre el género, que es propio de las mujeres; no vaya a ser que un hombre lea una novela histórica o una romántica. Hace unos meses le hice esta misma pregunta a un escritor español, un profesor de la facultad y un intelectual importante, y él me dijo que si Marguerite Yourcenar había escrito una novela histórica como Memorias de Adriano… Yo creo que es un problema de las editoriales, no de los escritores: si las editoriales sacan una atrás de otra es bastante difícil lograr algo de calidad. El gran motor de algunas editoriales son la novela histórica y la novela romántica. Lo que pasa que quienes estamos aquí no escribimos para vender. Por supuesto queremos que nos lean y queremos que nos vaya bien, pero me parece que antes que nada son las ansias de escribir y de tener algo interesante para contar. Yo soy una gran defensora del género. Y si leo alguna que no me gusta y me parece un plomo, la abandono sin culpa. Antes no podía dejar un libro, era una cosa casi judía del sufrir, lo leía hasta el final. Ahora puedo. Soy una defensora del género: cuando me gusta está muy bien.
Alejandro Soifer: Yo quisiera aportar tal vez una mirada desde mi experiencia en la Academia, como estudiante y egresado. Estuve muy metido en muchos años y mucho tiempo. Florencia también estuviste, vi que somos colegas, pero como no abordaste el tema… Quería comenzar con una anécdota del 2007 o 2008. Cursaba con una profesora que no estaba estrictamente cerrada al género —no vamos a dar nombres— y no me acuerdo cómo fue que surgió, yo pensaba que había una buena actitud hacia estudiar género— e hice una pregunta en referencia a la novela romántica y mencioné a una escritora muy popular, y la profesora me dijo: “Eso no me importa”. Esa resistencia tan fuerte me produce un poco de escozor, en el sentido que rechazar algo por el nombre o porque vende una cantidad no me resulta interesante. Lo digo como algo que me requirió un trabajo personal para repensar mi posición. De chico leí a Stephen King, después tuve un momento de alejarme y decir que era una porquería, y más tarde volví a ver que había algo interesante. La Academia, y más en Argentina que tiene un modelo copiado de Europa, trata de construir sistemas de pensamiento cerrados, herméticos. El que no está muy involucrado no los puede entender. La glosa sofisticada de los textos académicos es sumamente elitista. Hay una cuestión de rechazar al género porque es accesible a todo el mundo, no tiene conocimientos. La Academia nutre a muchos suplementos culturales o nutre a gente influyente y ahí se genera un desprecio que no deja de hacer un círculo muy cerrado. A la Academia argentina no le interesa pensar cómo están construidos los libros o cómo se puede generar un escritor, sino que se piensa desde un lugar de teoría crítica y otras cuestiones. Me gustaría más una Academia que generara escritores y lectores y un mercado editorial más poderoso. Ahora está la carrera de Edición que, con sus falencias, es interesante, pero todavía veo una cerrazón sobre lo teórico. Ese es uno de los grandes escollos por los cuales se genera este desprecio. Últimamente me encuentro leyendo mucho género, de todo tipo, porque lo disfruto mucho. Y creo que la literatura debe ser eso: una cuestión vinculada con el disfrute y el placer. Una paradoja fundamental es la de despreciar bestsellers a la vez que se leen libros “literarios” en traducciones mal hechas, llenas de slang ibérico incomprensible en el Río de la Plata. Me parece paradójico que eso plantee una superioridad moral.
¿Qué autores de bestseller leen?
Florencia Canale: Para mí es bestseller: Jane Austen. La leo y la he leído. Fijate el repudio al bestseller, pero, por ejemplo, Virginia Woolf es un enorme bestseller y es una palabra sagrada. También leo a Silvina Ocampo. ¿Es bestseller?
Pero estás nombrado autores bien vistos por la Academia.
Florencia Canale: ¿Sándor Márai es pasatista? Me han acusado: “Ah, leés ese hombre…” Sí, leo con voracidad todo lo de Sándor Márai. Me gustan los novelones de amor y sufrimiento. Me gusta sufrir. Me gustan las novelas con final muy infeliz, con gente muerta o asesinada. Irene Nemirovsky, por ejemplo. La mismísima angustia. Las veo como distintas patas de la novela romántica. Yo las llamaría “novelas del desamor”.
Alejandro Soifer: Un momento bastante clave para cambiar la perspectiva fue leer Los juegos del hambre, de Suzanne Collins. Le tenía rechazo, pero me enganché y la pasé bien. Después leí otras novelas para adolescentes: la saga de Divergente, de Veronica Roth, me pareció bastante mala. Pero yo tengo esa cuestión: si leo un libro que es malo trato de analizar en qué falló. Como pienso en mi literatura, intento descubrir qué cosas están bien y qué está mal. Leí las novelas de Juegos de tronos, de George Martin. Leí Bajo la misma estrella, de John Green, que no la quería leer porque no soy como Florencia, que le gusta la tragedia. Es excelente la novela.
Yo leo en la calle y debo decir que un día venía metido con Ciudades de papel y me crucé con un par de periodistas y me dio vergüenza que vieran qué estaba leyendo.
Alejandro Soifer: Está la oposición entre la sofisticación y la vergüenza. Justo hoy, 16 de junio, “Bloomsday”, cómo no estás leyendo a Joyce. Bajo la misma estrella me pareció un libro excelente. Busco y me alimento de lo que me interesa. Trato de no tener prejuicios. Y con una actitud más abierta me he llevado gratísimas sorpresas.
¿Se acuerdan del primer libro que leyeron?
Florencia Canale: Sí… Bueno, no. Yo era una lectora voraz y mi papá me llevaba los sábados a comprar libros porque leía uno por semana. Leía policiales de unas colecciones con unos niñitos detectives. Eran libros de 300 páginas. Por eso no entiendo cómo un chico no se tira de cabeza a un libro. No sé si hoy leen mucho, pero yo sí leía mucho. Supongo que el libro que me abrió un mundo —tremendo porque era un mundo imposible— fue Mujercitas. Como a todas las chicas. Louisa May Alcott me agigantó la cabeza.
Alejandro Soifer: Yo recuerdo con muchísimo cariño las novelas de Emilio Salgari: Sandokán y El corsario negro. Fueron de las cosas que más feliz me hicieron de niño. Leía muchísimo, todo lo que tenía al alcance, aun cuando no fuera apropiado para mi edad.
Les hice la pregunta porque en general los libros que se asocian a ese origen mítico de convertirse en lector son bestsellers.
Florencia Canale: Sí, claro. Además con una amiga —tendríamos doce años— leíamos a escondidas los libros de sus hermanas, que eran bastante más grandes. Leíamos a Corín Tellado. Imaginate que lo más tremendo que se leía era que las mujeres tenían “el pecho turgente”, pero para ese entonces era una cosa como de las 50 sombras de Grey, supongo. Eran unos libritos chiquititos, unos folletines tremendos. Prácticamente era siempre la misma historia cambiando los nombres de los personajes.
Esas lecturas de alguna forma deben haber impactado en la forma en que ustedes escriben.
Alejandro Soifer: A mí me gusta mucho el folletín.
Florencia Canale: Por supuesto que leo otras cosas y hay cosas que tengo que volver a leer porque son muy densas y muy crípticas, pero mi intención, cuando escribo, es la emoción. Siempre. Si cuando leo lo que escribo no me produce nada está muy mal. No sé después qué pasa; por ahí a nadie le pasa nada. Pero me tiene que hacer algo para que esté bien.
Alejandro Soifer: Coincido. Trato de escribir para generar emociones: ansiedad, suspenso, ganas de saber qué va a pasar. Creo que no hay sensación más linda que no poder dejar una novela. Son las tres de la mañana y los ojos se te caen pero querés seguir porque necesitás saber cómo sigue. Para mí eso es fundamental. Intento generar escenas que movilicen al lector; la cuestión folletinesca de hacer que cada capítulo se quede con un cliffhanger. Disfruto muchísimo ese juego.
[Intervención del público] ¿Escriben para uno mismo o para el lector? ¿Para quién escribe el escritor de bestseller?
Alejandro Soifer: En un punto están ensambladas las dos cosas porque lo que le pasa a uno mismo cuando está escribiendo después le puede pasar al lector. A mí me gustan las historias muy narrativas, me gusta el lenguaje llano. Ahí está mi relación de placer con la literatura. No me gusta la poesía, por ejemplo, que es otra forma de generar emoción. Entonces cuando veo un texto demasiado poético, por más que sea de prosa, no me genera la misma emoción de otro tipo de novelística.
¿En el cine también son pochocleros?
Florencia Canale: Para algunas cosas sí, pero no hago pochoclismo generalizado. Películas de acción no veo, películas de terror no veo; sí me gustan las comedias. Voy mucho al cine y en el cine veo las películas de sufrir. En casa veo las que no veo en el cine por una cuestión de principios. En casa veo las de Cameron Díaz, esas pavadas más absolutas.
Alejandro Soifer: Yo no tengo problemas en ver cine pochoclero. Cuando era más chico también tenía una pretensión intelectual y me la pasaba yendo a ciclos de cine, iba a ver películas de autor y en un momento me pregunté qué estaba haciendo pegándome esos emboles tremendos. No tengo una apreciación estética lo suficientemente desarrollada. Siempre digo que a mí me gusta la literatura y que en literatura puedo leer cualquier cosa. Es mi trabajo, es lo que me gusta, lo que estudié. En la música, en el cine o en otras artes no tengo desarrollada una inteligencia emocional ni tampoco tengo pretensión alguna. Escucho música pop y veo películas pop y no tengo ninguna intención de conocer o instruirme demasiado sino ver cosas que me hagan divertir. Por supuesto, como decía Florencia, dentro del género hay cosas buenas y cosas malas y a veces esas películas son tan malas que no la paso bien. No soy de los cultores de las películas clase B, pero por una cuestión estética antes que ideológica. Soy un gran admirador del show business bien organizado: no hay forma de que una película producida por Disney no sea un placer. Antes de venir me enteré que el final de temporada de “Game of thrones” fue récord de audiencia. Es una tragedia isabelina, es Shakespeare puesto en pantalla, es un producto súper popular, súper bien hecho y de una calidad impecable. Lo prefiero antes que Fassbinder.
Florencia Canale: Bueno, hay algunas extraordinarias.
Alejandro Soifer: No sé, yo casi me muero.
Florencia Canale: Downtown Abbey es un auténtico culebrón, pero tan bien hecho que es un placer verlo. Son problemas absurdos entre los de arriba y los de abajo, si alguien dejó a no sé quién, los ricos son tan impostados… Es extraordinario cómo está hecho y es un placer de ver.
Ustedes tienen un trabajo periodístico. Florencia, como editora en Revista 23, cuándo planteás un sumario, ¿incluís bestsellers? Alejandro, cuando proponés reseñas o colaboraciones en medios, ¿considerás bestsellers?
Florencia Canale: Yo puedo hacer la descripción desde el lado de editora y también como observadora sobre cómo han tratado nuestro género en el periodismo. Por supuesto que planteo notas a partir de bestsellers. Yo no trabajo en una revista literaria; trabajo en una revista semanal, de actualidad. Lo que abordan los suplementos culturales tiene que ver más con una elite, en general no son autores que venden, no los conoce nadie, salvo cuando viene un batacazo con una nota de tapa muy impresionante. Los medios gráficos venden cada vez menos y se achican cada vez más, el objetivo es ir a lo seguro. Cuando apareció 50 sombras de grey seguramente hubo que hacer una nota sobre literatura erótica y hubo voces a favor y en contra, pero nunca desde el prejuicio de la publicación. En cambio, el año pasado, no recuerdo qué suplemento literario hizo una nota tremenda del género de la novela romántica y la histórica, destruyendo a las lectoras y a Florencia Bonelli, que es una especie de estandarte del género. (Ojo que deberían tener miedo porque las lectoras de novela romántica e histórica casi que manejan el país. Son una especie de regimiento descomunal, muy combativas, muy defensoras de sus escritoras, las sienten propias, la interacción con sus escritoras es muy impresionante. Cada mañana cuando abro la computadora tengo un mensaje de una de ellas; por momentos puede ser asustador, son muy invasivas.) Es un fenómeno a observar antes que a señalar y estigmatizar. Algo pasa con esas lectoras y lectores, porque también hay hombres, que les interesa entrar en esos mundos y apropiarse de esas escrituras. Yo no lo estigmatizo ni mucho menos, me parecen fenómenos a observar. Por supuesto: yo participo de uno, pero también entiendo de esa manera a la literatura erótica. O a las lecturas adolescentes sobre hombres lobos. No soy una lectora adicta de esos géneros, pero como periodista no se los puede ningunear ni bastardear.
Alejandro Soifer: Mi experiencia personal es variada. Escribí varias reseñas para un suplemento cultural hace unos años; en esa época estaba más metido en la cuestión académica. Mi mamá me decía: “Te felicito, pero no entendí nada”. Y eso es un fracaso, porque si uno escribe en un diario para un público amplio, para 20, 30, 50 mil personas, que no te entiendan es un fracaso.
Florencia Canale: Es que uno ahí escribe para los colegas.
Alejandro Soifer: Exactamente, por eso digo que fue un fracaso. Tal vez en ese momento estuvo bien porque se ajustaba a los parámetros de ese tipo de suplemento, pero ahora lo veo como un fracaso. Para una revista digital que me trataron muy bien me pidieron una nota acerca de Joe Hill, que es el hijo de Stephen King, y yo propuse una entrevista a una escritora que se llama Andrea Milano, que hace algo increíble: escribe novela sueca viviendo en Olavarría, nunca pisó Suecia y escribe policiales suecos. Es admirable, es oficio puro. Es una persona que se toma la literatura como un oficio, como el carpintero hace sillas ella escribe novelas. Me saco el sombrero. Está perfecto, me encanta. También escribí sobre Frank Herbert y Dune, que es súper bestseller, una novela de ciencia ficción blanda. Hace mucho que no leo los suplementos culturales porque no me interpelan, no hablan de libros que me interesen. Por lo menos los locales: en el New York Times salen reseñas de bestsellers todo el tiempo. Y, engancho con lo que dijo Florencia, hoy el lector está teniendo más participación por las redes sociales. Ya no hay un conocimiento exclusivo de unos pocos. Hay lectores que comparten sus lecturas, hay algunos que hacen reseñas excelentes, muy bien pensadas, que están cobrando una relevancia que antes no tenían y creo que eso empuja a los suplementos a más ostracismo y más hermetismo para diferenciarse, para decir cuál es el valor agregado que dan.
¿No sienten que los bestsellers circulan por fuera de los medios gráficos? Florencia, yo recuerdo entrevistas que te hicieron en radio pero no recuerdo que haya salido una nota sobre tus novelas en Ñ, por ejemplo.
Florencia Canale: Sí, por supuesto. En esos lugares, nadie. Pero en la radio miles. Supongo que, otra vez, en los suplementos culturales una novela histórica es una mala palabra y para un programa de tele, “AM”, por decirte, hablar de Remedios de Escalada, de San Martín y de Manuel Belgrano —aunque sean cinco minutos— es otra cosa. Por ahí porque yo hablo del amor. Hay novelas históricas abordadas desde la aventura, estoy pensando en La logia de Cádiz, de Jorge Fernández Díaz, que también habla de San Martín y es más dura para la tele. El amor es más permeable para otros medios de comunicación porque puede pasar por el culebrón de la tarde.
Alejandro Soifer: Mis dos primeros libros, que fueron investigaciones periodísticas, se reseñaron y me hicieron entrevistas en los suplementos importantes. En cambio, cuando salió Rituales de sangre, en los suplementos importantes —incluso en los que yo había escrito, que hubiera sido como una cortesía— nada. Ni una mención. No me afecta, ni me cambia la percepción. Cuando una novela es buena empieza a circular por formas que uno no se puede imaginar. Y son los libreros los que más hacen. Mi libro salió en agosto de 2014 y hoy sigue súper exhibido en El Ateneo. Evidentemente al librero le gustó o lo pide la gente o lo que fuere. ¿Qué utilidad cumplen los suplementos? Me encantan que existan, pero los veo muy en retirada.
Estuvimos hablando del bestseller desde una visión positiva. Les propongo el ejercicio al revés. Yo puedo señalar que los bestsellers son kitsch o que provocan emociones, que en realidad son simulacros, que están diseñadas para que el lector no pierda la propia seguridad.
Florencia Canale: Estoy de acuerdo que muchas veces puede ser kitsch. Y puede ser obvio: en la tercera página ya sabés la novela entera y es un plomo, uno quiere asombrarse o hacerse el que se asombra. La repetición es agobiante: leíste uno, leíste todos. Lo que decís sobre lo kitsch, te lo redoblo: a veces es camp. La exacerbación de la exacerbación de la exacerbación. Hay que estar todo el tiempo observando para no irse a la mierda.
Alejandro Soifer: Para mí la falla del bestseller pasa cuando se agarra a una persona popular, del mundo del espectáculo, y se le endosa un contrato de edición y hace libros que son malos pero que venden un montón porque arrastran nombre.
Florencia Canale: Eso es indignante.
Alejandro Soifer: Cuando se agarra a alguien que solo por portación de cara va a vender, falla.
[Gabriela Margall, entre el público] La princesa de las pampas, que es una de mis novelas, salió al mismo tiempo que el libro de Moria. Yo le tenía mucha bronca a su libro, porque sabía que ella no lo había escrito. Después supe que los libreros lo devolvían sin sacarlo de las cajas. No se puede fabricar un bestseller. De hecho, nadie entiende cómo 50 sombras de Grey se convierte en bestseller, porque no es un libro interesante. (Quizá, dentro de nuestro género, decir que 50 sombras… no es agradable es tirarnos en contra a bastante público que compra nuestras novelas). Ya que estoy hablando, quería decir que Louisa May Alcott fue bestseller en su momento y se vio obligada por la editorial a continuar la saga. Por eso al final del cuarto libro, Los muchachos de Jo, los termina matando a todos, porque estaba harta de escribir sobre esos personajes. ¿Cómo se llevan con esa cosa de editorial-mercado, que empiezan a pedir, como decía Florencia, trilogías?
Florencia Canale: No lo debería decir, pero como no hay nadie de Planeta: yo podría escribir gratis. Por supuesto que no me avasallan con “Más, más, más”. Yo fui con la idea de escribir dos novelas y me propusieron hacer tres y dije que sí porque cuando empiezo a terminar una novela me siento muy mal y necesito rápidamente tener otra idea para escribir, casi como adicción o salvación. Mi temor es que no quieran que escriba más. Que me pidan, me gusta.
Alejandro Soifer: Yo feliz de que me pidan más, es lo que más quiero hacer. Publiqué Rituales de sangre en agosto y en noviembre me encontré con mi editora en la presentación de El rey de los espinos, de Marcelo Figueras —a quien también le dije que tiene que hacer una saga; me dijo que cuando tenga tiempo…
Florencia Canale: Estuvo retuiteando mucho este encuentro.
Alejandro Soifer: Sí, sí. Marcelo es un gran amigo. [Al grabador] ¡Un saludo para Marcelo Figueras! Es una persona muy bondadosa. Me encontré con mi editora, decía, y le conté que estaba terminando de escribir la continuación y eso fue todo. En febrero me mandó un mail para ver si podíamos publicar la nueva novela este año. Yo estaba muy sorprendido porque no pensé que le fuera a interesar ya, pero bueno, aquí estamos.
[Gabriela Margall] ¿Alguna vez tuvieron alguna agresión o maltrato por lectores o periodistas?
Florencia Canale: Sí, seguramente. Pero ando en mi burbuja, no presto demasiada atención. Y si en algún momento lo siento soy bravísima.
Alejandro Soifer: La última vez que estuve acá entrevistado por Patricio Zunini, estuvimos con Enzo Maqueira, dijimos unas cosas en este tono, bastante parecido, y eso significó que una persona que consideraba casi un amigo, aunque estábamos distanciados, me escribiera un mail preguntándome si yo había dicho las barbaridades que había dicho porque estaba buscando prensa, me dijo que era un mentiroso hijo de puta y al día siguiente escribió un post de varias páginas que no leí porque no me interesó. Y unos meses después salió una nota en La Nación, que nunca reseñó un libro mío, diciendo que yo pertenecía a una camada de jóvenes conservadores que despreciábamos a la crítica literaria.
Florencia Canale: ¿Por qué te agredió? ¿Porque vos vendés libros y él no?
Alejandro Soifer: No sé, no voy a hacer suposiciones. Esas críticas no me interesan. Yo escribo para mis lectores, he recibido muchísimos buenos comentarios, no tanto como ustedes [a Florencia Canale y Gabriela Margall], que están en un género mucho más instalado, y además no dudo de su talento. Pero hubo lectores que me preguntaron cuándo sale la siguiente novela y eso es increíble. Lo que digan o dejen de decir me tiene sin cuidado, ya pasé la época en la que me podía importar. Cada uno sabrá lo que piensa.
Florencia Canale: O si está contento con su vida…