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Apunte sobre el frío

"Hasta hace poco creía que hablar del tiempo era una banalidad. Después asistí a un curso que Marcelo Cohen tituló: El tiempo que hace. El clima es una retórica de la individualidad."

Por Virginia Cosin.


Paisaje de invierno. Kandinsky

Cuando llegamos a ese punto de la estación en que la temperatura se extrema, las conversaciones son capturadas por el clima.

El clima, dice Lisa Robertson en un poema, es una retórica. Una retórica de la sinceridad.

Mi amiga Clara, poeta y fotógrafa, libra una batalla cuerpo a cuerpo con el invierno cada año. En uno de sus autorretratos se la ve pertrechada de pullover, bufanda, sobretodo y gorro de lana. Sobre la imagen, escribe a mano: juicio al frío por daño moral.

 

Nunca chequeo el pronóstico del tiempo antes de salir a la calle. Los números no me dicen nada. Tengo una deficiente capacidad de abstracción. Por lo general lo que percibo está desfasado del tiempo que hace. O me abrigo demasiado, o demasiado poco.

Alguien me dijo que el congelamiento produce un cierto tipo de alucinación y que quienes mueren congelados, poco antes de perder la vida, dejan de tener frío. Como si estuvieran anestesiados.

Una vez le preguntaron a Woody Allen cómo le gustaría morir. Él contestó: sin darme cuenta.

Hasta hace poco creía que hablar del tiempo era una banalidad. Después asistí a un curso que Marcelo Cohen tituló: "El tiempo que hace", y leí algunas poesías muy hermosas y me dieron ganas de escribir sobre el tiempo y sobre mí.

Pasé mis primeros cinco años de vida en el Caribe. Hasta que vine a vivir a la Argentina, nunca me había puesto un abrigo –salvo en algún que otro viaje que no recuerdo y que solo puedo reconstruir a partir de fotografías-. Mi amiga Esperanza nació en Neuquén y pasó todas sus vacaciones de verano y de invierno en San Martín de los Andes. Es gracioso vernos juntas por la calle. Cuando para mí hace un frío de morirse y acumulo capas y capas de ropa de abrigo, a ella le basta con un buzo liviano. Pareciera que camináramos por dos geografías diferentes unidas en el mismo plano por obra de un montajista.

La luz de la mañana es metálica. Adentro de mi casa están todas las estufas prendidas, el calor fabricado seca el ambiente. En invierno los límites entre adentro y afuera son más pronunciados. Yo suelo quedarme de este lado. Mirando hacia afuera por la ventana trato de aventurar qué temperatura hace a partir de la ropa que usa la gente que pasa caminando. Alguien lleva campera, bufanda. Más allá un ciclista va en remera de mangas cortas. Lo que veo no tiene traducción. ¿Cuál es el código común entre los demás y yo?

El clima es una retórica de la individualidad.

El invierno es mi excusa para el aislamiento.

No conecto con la naturaleza. No sé describir un árbol que perdió sus hojas. Sólo puedo decir que es un árbol y que perdió sus hojas.

“Lo imperfecto es nuestro paraíso”.

La luz de la tarde es como la de una vela encendida. El fuego se come la materia. El aire acelera la combustión. El sol parece un raspón en la rodilla de un chico. Desaparece detrás de la persiana atmosférica y la tarde ya no es tarde.

El día es lo cocido. La noche, lo crudo.

Desde que nació mi hija salgo a la calle con menos abrigo. No es que sienta menos frío, sino que necesito estar más expuesta, como si de ese modo fuera capaz de sentir más, y por lo tanto, de protegerla.

Un Haiku de Basho:

Expuesto a la intemperie y resignado,
el frío... ¡cómo corta
mi cuerpo!

Mi hija no quiere ser protegida del frío. Es, como dice ella, calurienta. Nunca soportó usar gorros ni bufandas. Soy un cliché de madre insistiendo: abrigate. Después, rogando: abrigate. Y más tarde, imponiendo: abrigate.

Hibernación. Nombre femenino. Estado de letargo en el que permanecen algunos animales durante el invierno. "Durante la hibernación la temperatura corporal es solo uno o dos grados más que la ambiental y la frecuencia cardíaca del animal es muy baja; cuando un animal hiberna no come ni se mueve"

En invierno me gusta tomar vino tinto. En verano también, pero por lo general, tomo cerveza. Por mucho que intente hacer lo que hay que hacer, algo se desacomoda.

Nací en el Caribe pero desciendo de rusos. O eso me contaron. Tal vez mis antepasados pasaron frío. Quizá mi sangre circule mal porque eran pobres y esas manchas rojas que me producen escozor en las manos y los pies me salen para que yo recuerde algo de lo que no puedo tener memoria.

Duermo hasta muy tarde. La culpa me abriga durante lo que queda del día. Puedo pasar horas sin moverme, como un oso en su cueva. Puedo pasar días enteros sin salir de mi casa.

Nunca me gustaron los gatos, hasta ahora, que tengo uno. Durante el día, mientras trabajo, duerme en mi regazo. A la noche busca calor e intenta dormir sobre mi cara. Aguanto estoica hasta que me cuesta respirar y lo echo de mi cama. Hoy me desperté con un ojo en compota.

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