Abandono

Miércoles 03 de diciembre de 2014
"Es raro que pase yo un día entero sin pensar en Mario Levrero".
Por Martín Kohan.
Hay algo que me fascina, y no sé qué, en esa estirpe desganada de los escritores que se dejan estar. Los vitalistas me aburren, eso es seguro, o me defraudan con su indeclinable afán de ir siempre más allá de la literatura (como si la literatura de por sí no les bastara) o con su necesidad de procurarle motivaciones extra a la escritura (como si el impulso a la escritura por sí mismo no se bastara). Los que practican, esmerados, el daño y la autodestrucción, confieso que me deprimen; y no logro, aunque lo intente, cultivar ninguna de esas mitologías tan al uso sobre ellos, no acierto a celebrar alguno de sus quiebres ni a ensayar apología alguna más o menos convincente de la autodenigración y la ruina.
Y es que el aniquilarse no deja de ser, en el fondo, una variante del vitalismo (no por nada el paladín del vitalismo de escritor, Ernest Hemingway, se suicidó: no todos los que lo emulan se atreven a llegar tan lejos). Yo prefiero, según parece, a los que no asumen mayores iniciativas, tampoco la de dañarse. Prefiero a los que se dejan estar, se abandonan, desisten, declinan, se estancan, se olvidan. El decaimiento proviene en ellos de la falta radical de iniciativa, y no de la iniciativa de decaer. Como las casas o los jardines sin el debido mantenimiento, como los autos de los que nadie se ocupa, van sencillamente quedándose.
Es raro que pase yo un día entero sin pensar en Mario Levrero y en el “Diario de la beca” de La novela luminosa. Y es raro que lo pase sin pensar en El discurso vacío, donde una estricta dedicación a la escritura (a la escritura más que al escribir, a la escritura más que a lo escrito) transcurre firme mientras, por detrás, o por debajo, un mundo sencillo, el de una vida sencilla, se va desmoronando de a poco.
Ese derrumbe incluye, esperablemente, la historia triste (pero apenas insinuada) de un abandono: la historia de una mujer que se va. Abandono inevitable, o redundante en cierta forma, porque lo es del que antes ya se abandonó, lo es del completo abandonado.